DOMINGO DE RAMOS
DIOS MÍO, DIOS MÍO, ¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?
Por Mª Adelina Climent Cortés
O.P
Cristo Jesús, da
cumplimiento a los cánticos del “Siervo
de Yahveh”; personaje que asume el sufrimiento de toda la creación desde una
profunda confianza en Dios, del que se siente ayudado y confortado, con el fin
de poder consolar a otros, de “saber
decir al abatido una palabra de aliento”.
DESDE LA CRUZ , JESÚS, CON LOS BRAZOS
ABIERTOS, acogiendo con amor el dolor y el sufrimiento de todos los hombres,
clama confiadamente al Padre: “DIOS MÍO, DIOS MÍO, ¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?”.
Oración profunda y redentora, que hace brotar salvación y vida para toda la
humanidad. Oración que, Jesús, toma y hace suya, del salmo 21.
Estamos, ante un salmo en
forma de lamentación individual, de la época del posexílio. Es un poema de enorme valor expresivo y realista, que sabe describir el dolor atroz y violento de un justo
gravemente enfermo y abandonado, al que, continuamente hacen objeto de
vejaciones y despojamientos, hasta llegar a poner en cuestión su propia
fe:
Al verme se
burlan de mí,
hacen visajes,
menean la cabeza:
“Acudió al
Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre si
tanto lo quiere”.
Para expresar la intensidad
de su dolor, el orante lo describe con imágenes aterradoras e inhumanas,
parecidas a las que vivirá también Jesús en su pasión y muerte:
Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una
banda de malhechores,
me taladran las
manos y los pies,
puedo contar mis
huesos.
Se reparten mi
ropa,
echan a suerte
mi túnica..
Pero, si grande es el sufrimiento del israelita, infinitamente
mayor es la confianza que tiene puesta en Yahveh; confianza que le lleva a decirse con seguridad: si
recibo constantemente su ayuda y protección en la enfermedad ¿cómo no
esperar, de su gran compasión, me cure
completamente de las dolencias que sufro?
Pero tú, Señor,
no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme.
Una vez conseguido el favor
de Dios, el espíritu del orante se derrama en sentimientos de acción de gracias
y en deseos de que, sus hermanos, los fieles
creyentes, y todo Israel, puedan participar de su alegría y expresarla
religiosamente en alabanzas a Yahveh:
Contaré tu fama
a mis hermanos,
en medio de la
asamblea te alabaré.
Fieles del
Señor, alabadlo,
linaje de Jacob,
glorificadlo,
temedlo, linaje
de Israel.
Cristo Jesús, que hizo suyo
el sufrimiento del “Siervo de Yahveh” y asumió el del justo, enfermo y
abandonado, del salmo, sigue sufriendo en nuestra historia, con el fin de
desvelar el misterio del mal, que encierra a Dios, al hombre y al mundo.
Misterio, que, en tantas ocasiones hace
exclamar: ¿por qué esto, Señor, por qué tanto sufrimiento inocente?
Pero Dios, en su Hijo,
Cristo Jesús, asume todo el sufrimiento de la humanidad y lo va transformando
en amor, bendición y perdón; realidades todas ellas más fuertes que el mal y el
pecado
Y, los cristianos, los que
seguimos a Cristo Jesús, y que, estos días le acompañamos, con gratitud, en su
canino hasta La Cruz ,
debemos asumir, como Él asumió, todo el dolor que comporta nuestro destino
y enfermedad, y vivirlo desde la fe y la
esperanza.
Además, también debemos lograr, eliminar el
dolor que provoca el mismo hombre con su egoísmo y desamor, que son causa de
guerras, pobreza extrema, injusticias, y abandono... Realidades, todas ellas,
que solo conseguiremos afrontar, si nos
unimos a Cristo Jesús, y como Él, tenemos los brazos abierto para acoger, amar
y consolar... Así, LA LUZ RESUCITADORA
DE CRISTO JESÚS, con su fuerza y energía, lo irá transformando todo en
Vida y
Gloria Plena.
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