sábado, 29 de diciembre de 2018

Fiesta de la Sagrada Familia



DOMINGO DE LA SAGRADA FAMILIA – C

DICHOSOS LOS QUE VIVEN EN TU CASA, SEÑOR

Por S. Mª Adelina Climent Cortés OP.


                    Jesús, la misericordia entrañable y encarnada del Padre Celestial, en brazos de María, su Madre, y bajo la custodia de José, su padre adoptivo, forman LA SAGRADA FAMILIA cuya festividad litúrgica celebramos este Domingo después de La Natividad del Señor. 

                    Modelo  admirable y digno de imitación el que contemplamos hoy como pequeña Iglesia domestica de la que irradian las virtudes propias de una perfecta convivencia, como son el amor cariñoso, la cordialidad afable, el servicio, la confianza, el respeto mutuo…

                    A JESÚS, MARÍA Y JOSÉ, alabamos hoy en esta liturgia eucarística y dominical con el salmo  83. Salmo, que tiene su origen en la época de la monarquía, por lo tanto anterior al Exilio.
  
                    Este salmo, es un canto real de acceso al santuario.  Y, es el Rey, en persona, el que lo declama y reza, pues quiere vivir y ejercitar su poder personal y político desde la cercanía de Dios, en su santo nombre, y teniendo en cuenta su voluntad. Deseos, todos ellos, muy en sintonía con el querer de Jesús de UCUPARSE EN LAS COSAS DEL PADRE, como nos relata el evangelio de Lucas.

                      Expresa el Rey, que la dicha suprema para él es vivir en la casa del Señor, morar junto a El. Descansar y tener sus delicias con su Dios y Señor. Compartir su vida y gozar de su bondadosa amistad:

¡Que deseables son tus moradas,
Señor de los ejércitos!
Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
retozan por el Dios vivo.

                    Así, el salmista rey, considera dichosos a los que se dedican en todo momento a bendecir al Señor Yahveh, cantando sus alabanzas, pues allí  encuentran paz, fuerza y consuelo para vivir y actuar correctamente:

Dichosos los que viven en tu casa,
alabándote siempre.
Dichosos los que encuentran en Ti, su fuerza,
al preparar su peregrinación.

                    Y, con vehemente confianza, suplica a su Dios Yahveh, que le conceda lo que tanto desea para realizar con acierto su tarea, de gran responsabilidad, por ser el rey del pueblo:

Señor de los ejércitos, escucha mi súplica;
atiéndeme, Dios de Jacob.
Fíjate, oh Dios, en nuestro Escudo,
mira el ostro de tu Ungido.

                    De igual manera que este real personaje, en su difícil quehacer, busca ser fiel a su Dios y Señor, para cumplir con rectitud su misión gubernativa, de la misma manera y como preludio al evangelio de hoy, cuenta el primer libro de Samuel, que Ana, la madre del pequeño Samuel, fiel y agradecida a Dios, porque al pedirle un hijo se lo concedió, cuando lo destetó subió al templo del Señor, de Siló y presentó al Niño a Elí  diciendo:

                    “Este niño es lo que yo pedía. El Señor me ha concedido mi petición. Por eso se lo cedo al Señor de por vida,  para que sea suyo”

                     También, narra Lucas en el Evangelio que,  cuando Jesús cumplió doce años,  subió a Jerusalén para la fiesta de La Pascua y se quedó en el Templo con los maestros, escuchándoles y haciendo preguntas, y que, cuando sus padres, angustiados, le preguntaron, por qué has hecho esto con nosotros, respondió:

                    “NO SABÍAIS QUE DEBÍA ESTAR EN LA CASA DE MI PADRE”

                    Y, Jesús, que bajó a Nazaret y siguió bajo la autoridad de María y José, creciendo en sabiduría estatura y gracia ante Dios y ante los hombres, sobre todo vivió siempre, como el piadoso israelita del salmo, en fidelidad absoluta a su Padre Dios, que le animaba y fortalecía constantemente en su divina misión redentora y salvadora de la humanidad.
  
                    Episodios, todos ellos, que nos invitan a buscar en la oración, una intimidad amorosa con Dios, para vivir en profunda fidelidad a su santa voluntad, ya que siempre se muestra fiel y dispuesto a ayudarnos en todo momento con el fin de que realicemos nuestra vocación personal y comunitaria según su divino querer, pues, siempre redundará en bien de los demás y para mayor gloria suya.

                    Que Jesús, María y José, La Sagrada Familia de Nazaret, nos ayuden a ser fieles en el costoso peregrinar,  de cada día, buscando siempre agradar a nuestro Señor y Padre Dios.

viernes, 28 de diciembre de 2018

Navidad



NAVIDAD - MISA DEL DÍA

 LOS CONFINES DE LA TIERRA HAN CONTEMPLADO
LA VICTORIA DE NUESTRO DIOS

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.

Dios, siempre fiel a su  promesa de salvación, a través de los tiempos  ha ido desvelándola amorosamente, hasta quedar definitivamente realizada en su HIJO, CRISTO JESÚS, PALABRA ENCARNADA DEL PADRE, NACIDO DE MARÍA VIRGEN EN BELÉN, en condición pobre y humilde. Y, será Jesús, Dios y Hombre a la vez, carne de nuestra carne, quién la llevará a plenitud cuando aparezca  en su manifestación gloriosa.  Y en Él, “los  confines de la tierra han contemplado -y contemplarán- la victoria de nuestro Dios”

¡MISTERIO INMENSO DE AMOR!. Misterio, que acogemos con gozoso agradecimiento,   proclamando con júbilo  el salmo 97, uno de los himnos que cantaban los israelitas a Yahveh, Señor y Rey del Universo, reconociendo, así, sus obras salvadoras para con su pueblo. El orante lo entona con desbordante alegría, a la vez que, invita a la comunidad, reunida en asamblea litúrgica, a una alabanza festiva y profunda. Y, el gozo que les embarga, es debido, concretamente, a  la libertad que experimentan a su vuelta del exilio y por la alegría que sienten al poder restaurar la ciudad y su templo; motivos, estos, de esperanza y consolación para todos. Salvación y Victoria de Yahveh, su Dios  que, desde Israel, se extenderá a  las demás naciones, a las que, también,  revelará su justicia y misericordia,  y todos los pueblos podrán contemplar sus maravillas:
 
Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo;

el Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en  favor de la casa de Israel.

               Con sentido de universalidad y llevado de una  fe viva y profunda, el salmista orante, invita, también, a toda la tierra,  a dar una respuesta de alabanza agradecida,  con himnos y aclamaciones vibrantes, al  Rey y Señor de todo el orbe:                 
         
Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera,
gritad, vitoread, tocad.

Tocad la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas
aclamad al Rey y Señor.
                    
               Nuestro “cántico nuevo”, en los tiempos últimos y plenos que vivimos, es para  el DIOS QUE  NACE  NIÑO  Y POBRE EN UN PESEBRE, pero, que es esperado,  acogido y amado con cariño por sus padres María y José. Es alabado por los ángeles y arcángeles que, a la vez, le cantan con voz sublime y celestial: “GLORIA A DIOS EN EL CIELO Y PAZ A LOS HOMBRES QUE AMA EL SEÑOR” y,  también, es  adorado  por unos sencillos  pastores, que le ofrecen todo cuanto tienen.

¡MISTERIO INMENSO DE AMOR! El que nace hombre, el que se hace como  uno de nosotros, es EL DIOS Y EL REY DE LA VIDA, porque lo abarca todo con su sabiduría, su misericordia y su poder. Y,  su  Reinado no tendrá fin,  pues, sus características son  la paz,  la justicia y la rectitud. “Es el Sol que nace de lo alto” para  ser “Luz de las naciones”,  para hacernos “criaturas nuevas” de una humanidad nueva,  dándonos poder para ser hijos de Dios y hermanos de todos los hombres; y así, transportarnos a su luz admirable, cuando tenga lugar  la recapitulación de todo lo creado en Él, porque, aparecerá  en gloria y majestad. Y será, entonces, cuando de manera  plena y acabada,  “LOS CONFINES DE LA TIERRA CONTEMPLARÁN LA VICTORIA DE NUESTRO DIOS”.


VILLANCICO DE LAS MANOS VACIAS


Yo tenía
tanta rosa de alegría,
tanto lirio de ilusión,
que entre mano y corazón
el Niño no me cabía...
Dejé las rosas primero.
Con una mano vacía
-noche clara y alba fría-
me eché a andar por el sendero.

Dejé los lirios después.
Libre de mentiras bellas,
me eché a andar tras las estrellas
con sangre y nieve en los pies.
Y sin aquella alegría,
pero con otra ilusión,
llena la mano y vacía,
cómo Jesús me cabía
-¡y cómo me sonreía!-
entre mano y corazón.

José María Pemán


viernes, 21 de diciembre de 2018

Domingo IV de Adviento-C


DOMINGO IV DE ADVIENTO - C

OH DIOS, RESTÁURANOS,
QUE BRILLE TU ROSTRO Y NOS SALVE

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.



                  YA ESTÁ CERCA LA VENIDA DE JESÚS, EL HIJO DE DIOS. Se nos invita a esperarle como lo esperó La Virgen María, con amor maternal,  con gozo y exultación... Del  corazón de toda la humanidad tendría que brotar una oración esperanzada y un ardiente deseo: ¡VEN, SEÑOR JESÚS!

                  La celebración litúrgica de este domingo, cuarto de adviento, ensalza  al  Dios que siempre nos ama entrañablemente y que, en todo momento cumple sus promesas de salvación, con el salmo 79. Es un poema de “lamentación y de súplica comunitaria”, en el que, los israelitas  piden a Yahveh que, como  PASTOR DE ISRAEL, que guía, protege y cuida de su pueblo, les salve de la nueva invasión enemiga que sufren, ya que tiene poder para hacerlo desde cielo, donde mora como Rey, con su potencia y majestad:

Pastor de Israel, escucha,
tú que te sientas sobre querubines, resplandece.
Despierta tu poder y ven a salvarnos.

               El salmista, que esta vez se dirige a Yahveh pidiéndole su salvación, con el  título guerrero “Dios de los ejércitos” de tanto significado para Israel; le invoca, ahora, como Labrador, y le ruega que visite su viña, su propiedad tan querida desde siempre,  y  la proteja de los enemigos  y salteadores que la cercan y asedian constantemente, con el fin de que su obra no quede abandonada  ni destruida, sino que pueda dar los frutos oportunos:

Dios de los ejércitos, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra plantó
y que tú hiciste vigorosa.
      
                  Sigue el diálogo con Yahveh, que el salmista  convierte en una oración confiada y comprensiva.  Su ardiente fe le dice que,  si en nombre del pueblo, la comunidad pide la protección del Señor, es decir, su salvación, Israel ha de saber corresponderle con  fidelidad, con lealtad y, también, con agradecimiento:
        
Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste,
no nos alejaremos de ti;
danos vida, para que invoquemos tu nombre.
   
                    Ahora, en estos tiempos de plenitud,  LA IGLESIA, ES LA VIÑA  DEL SEÑOR, y CRISTO JESÚS, EL LABRADOR,  que la cultiva y cuida con esmero, y EL PASTOR que la protege contra los adversarios y la guía hasta el Reino. En ella, nuestro Padre Dios, ha realizado la más maravillosa de sus promesas. Ha venido a visitarnos en su muy amado Hijo, Cristo Jesús, el que nos ha redimido con su amor paciente y generoso, llenando el mundo de su bondad y de su paz, hasta hacerlo todo nuevo con su espíritu

                   Y, gozando de esta “NUEVA VIDA” inaugurada por Cristo Jesús, contemplemos hoy a María, Madre suya y nuestra, de todos los vivientes, en actitud de espera gozosa y de acogida incondicional.

                   Y deseemos, con su misma disposición, y su misma capacidad de asombro y recogimiento, que también Jesús, nuestro Salvador, nazca en cada uno de los que con fe y asombro le esperamos con gozo, de manera que, viviendo en comunión con él, logremos despertar en los que aún no le esperan, deseos de conocerle  y amarle.


                    Entonces, sí será  posible, que brille la luz de su rostro sobre toda la humanidad, en la que se revelará  plenamente su Reino y el de Dios, cuando aparezca, en su última y definitiva visita, en plena gloria y majestad.

viernes, 14 de diciembre de 2018

Domingo III de Adviento-C


DOMINGO  III DE ADVIENTO - C

 “QUÉ GRANDE  ES EN MEDIO DE TI EL SANTO DE  ISRAEL”

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                   Se nos invita al gozo y a la alegría ante la cercanía del nacimiento del Señor Jesús,  que nos trae la paz, la salvación y nos acerca el Reino. Y, es el Profeta Isaías el que nos dice: Gritad jubilosos: “Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel”

                   Con gozo y gratitud, pues,  cantemos el oráculo de Salvación: Is. 12, 2-6, que, en  forma de himno, alaba la grandeza de Dios, glorifica su nombre y ensalza su santidad.

                    Israel lo cantaba, alabando y dando gracias a Yahveh, por la salvación ya recibida de sus manos, al ser liberados de la opresión de Egipto, y, también, por la alegría  experimentada al retorno del exilio,  que hizo posible la restauración de la ciudad santa y su templo. Episodio  en  el que se pudo gozar  de la paz, del consuelo y de la seguridad, que, como agua, manan de las “FUENTES DE LA SALVACIÓN”                     
       
El Señor es mi Dios y salvador;
confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación.

                 El orante israelita, invita a la comunidad a que tome  parte en esta alabanza de acción de gracias,  de manera gozosa y entusiasta, y, a pregonar con gritos de júbilo a todos los pueblos y naciones, las obras salvadoras de Yahveh, para que puedan ser reconocidas universalmente, junto con su grandeza y santidad:

Dad gracias al Señor,
invocad su nombre
contad a los pueblos sus hazañas.

Tañed para el Señor, que hizo proezas,
anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión:
“Que grande es en medio de ti
el santo de Israel”.

                
                      Más, también nosotros sentimos alegría y gozo desbordante, por LA PRESENCIA SALVÍFICA DE DIOS EN JESUCRISTO NUESTRO SALVADOR.  La cercanía de su nacimiento nos conmueve, ya que, se nos presenta  frágil y vulnerable, en los brazos de María su Madre. Signo, este, que descubre a toda la humanidad, que,  su venida  salvadora no es ostentosa, sino discreta y humilde y que, sobre todo,  es para los pequeños, los sencillos, los pobres y desvalidos, ya que, de ellos es el reino de Dios; dándonos a entender, de este modo, que hemos de hacer nuestra esta actitud, si queremos participar de  su salvación.
                  
                       Y, desde esta actitud salvífica y consoladora de Dios, hemos de anunciar LA BUENA NOTICIA, colaborando y abriendo cauces en los que pueda correr el agua de las fuentes de la  salvación por todo nuestro mundo, como  son los del amor, los de la paz, los de la justicia, concordia y fraternidad, caminos que conducirán a que, todos los hombres, puedan  conocer y cantar, con alegría y gozo, las hazañas del Señor.


                        Misión difícil y costosa la de hacer ver a todos LA SALVACIÓN DE DIOS, la de hacer presente su Reinado; pero, en tiempo de sequía y desánimo, contamos con la fuerza de Cristo Jesús y su deseo de aliviarnos, consolarnos y animarnos: “El que tenga sed que venga a mí y beba”

sábado, 8 de diciembre de 2018

Domingo II de Adviento-C


DOMINGO II DE ADVIENTO - C

EL SEÑOR HA ESTADO GRANDE CON NOSOTROS


                                            Por Mª Adelina Climent Cortés O. P.


                   Celebramos la grandeza de Dios y su bondad, fruto de su amor salvador, y fuente de inmensa alegría y esperanza para toda la humanidad. Y, porque estamos  gozosamente agradecidos queremos expresarle nuestros deseos de alabanza, rezando y cantando el salmo 125.
  
                   Es un salmo de peregrinación y  lo cantaban los israelitas en las “subidas” al templo de Jerusalén, morada del Altísimo. También es un canto de súplica y de acción de gracias, con características sapienzales, que  relata, con expresiones de alegría, el retorno de Israel  a su patria y nación, después de haber sido liberado por Yahveh, de la esclavitud del  destierro de Babilonia:

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar;
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
   
                   Más, fue tan espectacular este “cambio” de situación, y la alegría que produjo en los israelitas, que, los gentiles, admirados, pudieron reconocer la grandeza del Dios, Yahveh,  y las maravillas que realiza con los suyos:

Hasta los gentiles decían: “El Señor
ha estado grande con ellos”
El Señor ha estado grande con nosotros,
Y estamos alegres.
                       
                   Esta alegría y agradecimiento de Israel, que es expresión, también, de su honda fe, se hace oración, con el fin de que, Yahveh, les siga siempre ayudando en la difícil tarea de la reconstrucción de la ciudad santa y de su templo, y, porque, solo así, el  cambio de suerte, ya experimentado, podrá ser duradero y definitivo:

Que el Señor cambie nuestra suerte
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas,
cosechan entre cantares.
                    
                    Y, la confianza que Israel ha puesto en el Señor, Yahveh, le asegura que, todo sufrimiento y dificultad padecidos con esfuerzo de superación, ha de transformarse definitivamente en sabrosos frutos, que siempre proporcionan alegría, dicha y gozo. Así de grande y generoso es el Señor para con todos sus fieles:
                
Al ir, iban llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelven cantando,
trayendo sus gavillas.

 
                      También, “el Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres” Sentimos alegría y gozo, POR LA CERCANÍA DEL ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DE JESÚS, NUESTRO SALVADOR, ya que, con su amor encarnado logró cambiar nuestra suerte, haciéndonos pasar de la esclavitud del pecado a ser hijos de Dios.
   
                       Pero, este privilegio tan excelso, de la filiación divina, solo se hará realidad plena en la vida futura; y, hasta entonces, caminamos alegres y seguros en la esperanza, PREPARANDO LOS CAMINOS DEL SEÑOR, ALLANANDO SUS SENDEROS. Esperanza, que siempre acrecienta  nuestro deseo de alcanzar la felicidad eterna.


                       Y, en  esta espera, también estamos alegres, por las sucesivas venidas salvadoras de Dios a nuestra existencia particular y a la historia de la humanidad, que alientan y favorecen nuestra lucha y esfuerzo, en la tarea de ir construyendo el Reino,  que solo llegará a su plenitud con la venida definitiva de Cristo Jesús, en el que “TODOS VEREMOS LA SALVACIÓN DE DIOS “,  y participaremos de su gloria.

viernes, 7 de diciembre de 2018

Solemnidad de la Inmaculada Concepción



LA INMACULADA CONCEPCIÓN

DIOS, EN MARIA, HA HECHO MARAVILLAS


Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.

                                   
                   Es la fiesta entrañable de MARÍA en su INMACULADA CONCEPCIÓN, predestinada por Dios desde la eternidad a ser MADRE DEL REDENTOR, logrando dejar abierto, de este modo, un camino de esperanza y optimismo  a la creación entera, que vive, deseosa y anhelante, la venida gloriosa del Salvador.
.
                   Verdaderamente, DIOS SE HA COMPLACIDO EN MARÍA obrando en ella maravillas, y llenándola de su Gracia, es decir, enriqueciéndola de sí mismo y embelleciéndola con  virtudes y prerrogativas,  para hacerla digna  Madre de su Hijo Jesús, dando comienzo así,  la salvación prometida a toda la humanidad. Y, por esta tan grandiosa generosidad de Dios, que se ha complacido en “elegir” y exaltar de este modo a María, una criatura de nuestra raza y condición, y, porque, también lo hará con cada uno de nosotros, hijos suyos por su propia iniciativa, le damos gracias y alabamos  su nombre, cantando el salmo 97:

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
          
                    En María, el poder y la victoria de Dios alcanzan su culmen y esplendor. La fiesta de LA INMACULADA CONCEPCIÓN, desborda en todos los mortales júbilo, alegría y gozo, y es, fuente de fuerza y esperanza en la lucha contra el pecado y el mal. En María, el sol de justicia que nos trae la salvación, Jesucristo nuestro Señor, irrumpe, como un glorioso amanecer e ilumina una creación nueva, la del Reino de Dios:
           
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo.

                    Gracias a le generosidad de Dios con María y con toda la humanidad, y al  deseo del  pueblo ferviente, el ocho de Diciembre de 1854, pudo ser declarado dogma de fe, que, María, La Madre de Jesús, fue llena de gracia ya desde el primer momento de su existencia y concebida sin pecado, en vista a los méritos de su hijo Jesús, el Salvador.

El Señor da a conocer su victoria;
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel.

                    Y, del gozo de haber sido salvados por Dios, participa, también, toda la creación  que, gozosa, contempla y aclama a su creador en alabanza de su gloria; por lo que, también, hace fiesta a MARÍA INMACULADA, LA MADRE DEL REDENTOR, y la primera redimida de la humanidad, la que, con humildad, proclama agradecida la grandeza del Señor, en el Magníficat, y lo ensalza porque “su misericordia  llega a todos sus fieles de generación en generación”:

Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
 Aclamad al Señor tierra entera,
gritad, vitoread, tocad.

                    Pero, la festividad de LA INMACULADA CONCEPCIÓN, además de darnos alegría, paz. y optimismo, ha de despertar en todos nosotros, en todos los cristianos, un gran amor filial hacia ella, LA  SEÑORA, y deseos de imitar sus virtudes; sobre todo, su humildad, al sentirse “ESCLAVA DEL SEÑOR”, su agradecimiento, que le hizo decir: “SE ALEGRA MI ESPÍRITU EN DIOS MI SALVADOR” y más aun, su firme disponibilidad a los planes salvadores del Señor: “HÁGASE EN MÍ SEGÚN TU PALABRA” y, su honda fe receptiva, al acoger LA PALABRA en sus entrañas, para ofrecerla al mundo.


                    Y, porque, también nosotros hemos sido “elegidos” desde la eternidad, para ser hijos de Dios, tenemos que responder, generosamente, a las llamadas que el Señor nos hace constantemente, con el fin, de ir venciendo el pecado y el mal de nuestro mundo, de manera que pueda surgir la verdadera fraternidad entre los hombres de todos los pueblos, lo que, sólo conseguiremos si, COMO MARÍA, SABEMOS HACER NACER A JESÚS, EN NOSOTROS, PARA OFRECERLO A LOS DEMÁS.

viernes, 30 de noviembre de 2018

Domingo I de Adviento-C


DOMINGO I DE ADVIENTO - C

A TI, SEÑOR, LEVANTO MI ALMA

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.

                        Como un anuncio de esperanza, se nos dice que el SEÑOR VIENE Y NOS SALVARÁ. Y, si nuestro Salvador está para venir y es seguro que llegará,  hemos de esperarle  con el gozo y entusiasmo debidos, actitud que requiere una atención constante, y un  vivir despierto, en alerta  vigilancia,  con  deseos de incorporarnos plenamente a su vida y  amor.

                       Esta espera del Señor, este estar vigilantes y mantenernos en pie ante EL HIJO DEL HOMBRE, que despierta deseos de búsqueda y cercanía, que aviva la fe y mueve a una sincera conversión, es ya, una  anticipación de LA SALVACIÓN. También es, lo que pedimos al Señor con el salmo 24:

A Ti, Señor, levanto mi alma
         
                       Estamos ante un salmo de “súplica y confianza” y también de “tono sapienzal” en el que, el salmista, un anciano enfermo, solo y afligido, y que, además, es acosado por sus enemigos,  reflexiona sobre los caminos del Señor, que siempre son expresión de su voluntad y están llenos de ternura y misericordia:      

Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas,
haz que camine con lealtad,
enséñame, porque tú eres mi Dios y salvador.

                         Con sentimientos de humilde conversión y sincera confianza, el salmista sabe que, Yahveh, en su bondad y rectitud, acoge siempre con amor a sus “pobres”, a los fieles que acuden a Él en sus sufrimientos y temores, buscando su salvación:

El Señor es bueno y recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes.

                      Instruido en la voluntad de Yahveh,  el salmista, ya renovado,  se plantea la vida según la ley, con la seguridad de que, el Señor, fiel y leal a su compromiso de proteger a los suyos, se confiara a él y le seguirá instruyendo en el fiel cumplimiento de la alianza:                        
                   
Las sendas del Señor son misericordia y lealtad
para los que guardan su alianza y sus mandatos.
El Señor se confía con sus fieles
y les da a conocer su alianza.


                   A nosotros, se nos manifiesta la voluntad de Dios a través de su Hijo, Cristo Jesús; camino que nos conduce a la verdad y nos va introduciendo en la vida plena del Padre. Salvación que no es solo para sus seguidores, sino que está abierta a toda la humanidad,  sedienta siempre de  auténtica felicidad, la que está en Dios y en  su amor, pero que, quizá, la busca donde no se puede encontrar.

                   Y, la esperanza a la que estamos llamados nunca defrauda. Es una esperanza activa, y  como tal,  ha de llevarnos a realizar obras de bondad y de amor, que muevan a una renovación eficaz y constante, como podría ser, por ejemplo, vivir un compromiso serio por un mundo mejor y más seguro, donde pueda surgir la justicia y reinar la paz, donde se logre vivir en solidaridad y fraternidad y donde haya desarrollo y prosperidad para todos.        


                  Esperanza salvadora, que se hizo realidad en JESUCRISTO, NACIDO DE MARÍA VIRGEN, para liberar al mundo del pecado con su REDENCIÓN. Salvación que nace en nosotros constantemente, siempre que, con nuestro ejemplo y entrega, somos motivo de esperanza para los demás y trabajamos para que la humanidad entera la desee y busque  EL REINADO DE DIOS,  que se implantará definitivamente con el retorno glorioso de Cristo Jesús, el que, con su venida, pondrá fin a La Historia del mundo y nos introducirá para siempre en su gloria y en la de Dios, nuestro Padre.