DOMINGO DE
LA SAGRADA FAMILIA
– C
DICHOSOS LOS QUE VIVEN EN TU CASA, SEÑOR
Por S. Mª Adelina Climent Cortés OP.
Jesús, la misericordia entrañable
y encarnada del Padre Celestial, en brazos de María, su Madre, y bajo la
custodia de José, su padre adoptivo, forman LA SAGRADA FAMILIA
cuya festividad litúrgica celebramos este Domingo después de La Natividad del
Señor.
Modelo admirable y digno de imitación el que
contemplamos hoy como pequeña Iglesia domestica de la que irradian las virtudes
propias de una perfecta convivencia, como son el amor cariñoso, la cordialidad afable,
el servicio, la confianza, el respeto mutuo…
A JESÚS, MARÍA Y JOSÉ, alabamos
hoy en esta liturgia eucarística y dominical con el salmo 83. Salmo, que tiene su origen en la época de
la monarquía, por lo tanto anterior al Exilio.
Este salmo, es un canto
real de acceso al santuario. Y, es el
Rey, en persona, el que lo declama y reza, pues quiere vivir y ejercitar su
poder personal y político desde la cercanía de Dios, en su santo nombre, y
teniendo en cuenta su voluntad. Deseos, todos ellos, muy en sintonía con el
querer de Jesús de UCUPARSE EN LAS COSAS DEL PADRE, como nos relata el
evangelio de Lucas.
Expresa el Rey, que la
dicha suprema para él es vivir en la casa del Señor, morar junto a El. Descansar
y tener sus delicias con su Dios y Señor. Compartir su vida y gozar de su bondadosa
amistad:
¡Que deseables son tus moradas,
Señor de los ejércitos!
Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
retozan por el Dios vivo.
Así, el salmista rey,
considera dichosos a los que se dedican en todo momento a bendecir al Señor
Yahveh, cantando sus alabanzas, pues allí encuentran paz, fuerza y consuelo para vivir y
actuar correctamente:
Dichosos los que viven en tu casa,
alabándote siempre.
Dichosos los que encuentran en Ti, su fuerza,
al preparar su peregrinación.
Y, con vehemente confianza, suplica
a su Dios Yahveh, que le conceda lo que tanto desea para realizar con acierto
su tarea, de gran responsabilidad, por ser el rey del pueblo:
Señor de los ejércitos, escucha mi súplica;
atiéndeme, Dios de Jacob.
Fíjate, oh Dios, en nuestro Escudo,
mira el ostro de tu Ungido.
De igual manera que este
real personaje, en su difícil quehacer, busca ser fiel a su Dios y Señor, para
cumplir con rectitud su misión gubernativa, de la misma manera y como preludio al
evangelio de hoy, cuenta el primer libro de Samuel, que Ana, la madre del pequeño
Samuel, fiel y agradecida a Dios, porque al pedirle un hijo se lo concedió,
cuando lo destetó subió al templo del Señor, de Siló y presentó al Niño a
Elí diciendo:
“Este niño es lo que yo pedía.
El Señor me ha concedido mi petición. Por eso se lo cedo al Señor de por vida, para que sea suyo”
También, narra Lucas en el
Evangelio que, cuando Jesús cumplió doce
años, subió a Jerusalén para la fiesta
de La Pascua y
se quedó en el Templo con los maestros, escuchándoles y haciendo preguntas, y que,
cuando sus padres, angustiados, le preguntaron, por qué has hecho esto con
nosotros, respondió:
“NO SABÍAIS QUE DEBÍA ESTAR
EN LA CASA DE MI
PADRE”
Y, Jesús, que bajó a
Nazaret y siguió bajo la autoridad de María y José, creciendo en sabiduría
estatura y gracia ante Dios y ante los hombres, sobre todo vivió siempre, como
el piadoso israelita del salmo, en fidelidad absoluta a su Padre Dios, que le
animaba y fortalecía constantemente en su divina misión redentora y salvadora
de la humanidad.
Episodios, todos ellos, que
nos invitan a buscar en la oración, una intimidad amorosa con Dios, para vivir
en profunda fidelidad a su santa voluntad, ya que siempre se muestra fiel y
dispuesto a ayudarnos en todo momento con el fin de que realicemos nuestra
vocación personal y comunitaria según su divino querer, pues, siempre redundará
en bien de los demás y para mayor gloria suya.
Que Jesús, María y José, La Sagrada Familia de Nazaret, nos
ayuden a ser fieles en el costoso peregrinar,
de cada día, buscando siempre agradar a nuestro Señor y Padre Dios.