sábado, 23 de septiembre de 2017

Domingo XXV del T. O.- A


DOMINGO XXV DEL T. ORDINARIO - A


CERCA ESTA EL SEÑOR DE LOS QUE LO INVOCAN

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Es un gozo grande, poder reconocer y admirar la trascendencia de Dios junto con su bondad y cercanía; experimentar su poder y su amor, que, tan a las claras, se manifiesta en sus bondades con todas las criaturas y en su actuar cordial y cariñoso con nosotros, los hombres, hijos suyos, tan entrañablemente amados... Y, porque su manera de ser y de actuar es tan paternal, generosa, gratuita, que llega a  superarnos  en todo, no ha de extrañarnos que, también, nos sorprenda en extremo. Es lo que nos  recuerda  el mismo Señor, por el  profeta Isaías: “Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes, que vuestros planes”.

                     A este Dios tan excepcional, que nos sobrepasa en bondad, justicia y generosidad; con admiración y agradecimiento le alabamos cantando el salmo l44, un poema hermoso, que ensalza a Yahveh en su  realeza universal y perpetua, y que, de modo tan  admirable, ejerce desde su poder y su amor. Valores, en los que, asienta precisamente, su grandeza y excelsitud,  la que el salmista admira, alaba y bendice en todo momento:
 
Día tras día te bendeciré, Dios mío,
y alabaré tu nombre por siempre jamás.
Grande es el Señor y merece toda alabanza,
es incalculable su grandeza.

                    Desde una fe sincera y profunda, el salmista, pasa a describir con gozo y entusiasmo, las cualidades propias  que ha de tener todo rey, que se precie de ser justo y bueno; por lo que, Yahveh, ha de poseerlas en grado excepcional, pues, ejerce su gobierno, no solo sobre Israel, su pueblo, sino que, su reinado, glorioso, universal y perpetuo, abarca a todos las naciones; que, también,  habrán de alabarle y ensalzarle:
 
El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas.

                    El comportamiento bondadoso y cariñoso de Yahveh, se manifiesta al salmista, y, a todo Israel, en su justicia salvadora, en la fidelidad a sus promesas y en su misericordia con todos, pero de manera especial con los que humildemente le invocan y acuden a Él en sus dudas y necesidades:

El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que le invocan sinceramente.

                    Y, puesto que el Señor nos sigue bendiciendo y lo hará siempre, desde la trascendencia de su poder y con la cercanía de su amor; su manera de actuar, ha de ser, para nosotros, una invitación constante a proclamar la gloria y majestad de su Reinado, con nuestra alabanza de bendición y de acción de gracias.

                    Más, como  el Señor sigue siendo  justo en todos sus caminos y bondadoso en todas sus acciones, su justicia ha de revelársenos en el modo misericordioso, gratuito y bondadoso de su obrar, siendo para los que le invocamos y servimos un derroche de gozo y felicidad

                    Este obrar, justo y misericordioso, propio de Dios,  lo hace suyo Cristo Jesús, que se hizo hombre para hacer la voluntad del Padre y salvar a los hombres. Y, si es verdad, que Cristo Jesús, nos admira por ser bondadoso  y misericordioso con todos sus seguidores, no ha de extrañarnos que su amor gratuito y su salvación, también sea para todos los hombres, incluyendo a los pecadores y a los más pobres y alejados, pues ellos son, precisamente por esto, sus predilectos, los más necesitados de su ternura y de la ayuda solidaria de los más favorecidos:

                   Y, vemos a Jesús, en la parábola evangélica de hoy, actuando, con libertad, en bien de ellos: “ASÍ, LOS ÚLTIMOS SERÁN LOS PRIMEROS Y LOS PRIMEROS LOS ÚLTIMOS”

                    Y, de esta manera de actuar, tan gratuidad, justa y generosa, que caracteriza a Dios y a su Hijo, Cristo Jesús, hemos de aprender todos los que somos y nos consideramos cristianos, para que, también, nuestro corazón, pueda ser  un derroche de amor y generosidad para con los demás y, sobre todo, para con los más pobres y  menos creyentes de nuestro entorno; de este modo, conseguiremos fomentar, también, el espíritu de concordia, de paz y de  fraternidad que tanto necesita nuestra sociedad.

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