DOMINGO XXVI DEL T.
ORDINARIO - A
RECUERDA, SEÑOR, QUE TU MISERICORDIA ES ETERNA
Por Mª Adelina Climent
Cortés O.P.
La bondad y la condescendencia de Dios nos invitan a buscar, con
fidelidad y lealtad, sus caminos, las sendas de su amorosa providencia, que han
de llevarnos a una sincera y profunda conversión, y a planear nuestra vida
según la ley y los mandatos que nos enseñó, acogiendo con gozo y alegría su
salvación.
A este Dios, tan rico en misericordia y compasión; al que acudimos en
nuestras angustias y necesidades, porque es amor, bondad y paz para nuestro
corazón, con alegría y esperanza, le cantamos
el salmo 24, buscando su auxilio y perdón y la gracia de hacer nuestra
su justicia y su salvación.
El salmo 24, de súplica
confiada y esperanzada, relata la situación de un israelita, que es presa de su desgracia, pues ha cometido un
delito contra su Señor Yahveh; motivo por el que se ve tremendamente despreciado y perseguido por sus enemigos.
No obstante, de esta situación difícil
y angustiosa, espera liberarse el orante, con el auxilio y la misericordia del
mismo Dios y Señor, siempre fiel a
cuantos le invocan.
Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas,
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi
Dios y Salvador,
y todo el día te estoy
esperando.
El salmista quiere, que Yahveh, su Dios, recuerde sus atributos y las
bondades de su corazón, con las que asiste y auxilia a los fieles que, humildemente
le invocan y esperan su misericordia,
con el fin de obligarle a que, de igual modo, atienda su súplica, perdonando sus faltas y pecados, pues, de lo
contrario, dejaría de comportarse como lo que es, el Dios leal y fiel a la alianza con su pueblo, que acoge y salva
siempre:
Recuerda, Señor, que tu
ternura
y tu misericordia, son
eternas;
no te acuerdes de los
pecados
ni de las maldades de mi
juventud;
acuérdate de mí con
misericordia,
por tu bondad, Señor.
Pero la misericordia de Yahveh, que, es también, su justicia y lealtad,
sólo se fija en los humildes y en los que le honran, por ser los que le son
fieles y cumplen sus mandatos. Es por lo que, el salmista, quiere conocer en
plenitud, los caminos de Yahvé su Dios, y ser de los que le agradan y confían
en su salvación:
El Señor es bueno y es recto
y enseña el camino a los
pecadores;
hace caminar a los humildes
con rectitud,
enseña su camino a los
humildes.
Verdaderamente, son admirables los deseos de conversión que tiene el
salmista y que expresa a su Dios,
Yahveh, con tanta confianza y vehemencia,
desde una fe, humilde y sincera. Y, porque, su ejemplo nos cautiva y
arrastra de manera considerable, también, de nuestro interior, ha de
brotar esta sencilla oración:
“Muéstranos, Señor, tus caminos y danos tu salvación”.
Y los caminos del Señor, para nosotros, son el mismo CRISTO JESÚS, el
que, CON EL EJEMPLO DE SU OBEDIENCIA y su donación amorosa, HA REALIZADO LA
VOLUNTAD DEL PADRE Y LA SALVACIÓN PLENA DE TODOS LOS HOMBRES.
Y, es el mismo Jesús el que nos enseña, en el evangelio, que la fe es
una obediencia a los designios amorosos de Dios: …”Vino Juan a vosotros
enseñándoos el camino de la justicia y no lo creísteis; en cambio, los
publicanos y las prostitutas lo creyeron. Y aún después de ver esto vosotros no
os arrepentisteis ni lo creísteis”
Vivamos, pues, atentos a las enseñanzas de Jesús, CAMINO DE JUSTICIA Y
MISERICORDIA para todos nosotros, los hombres. Camino, que implica la continua
aceptación amorosa de los designios del Padre hasta morir en La Cruz Redentora.
De manera tal, que, nuestra salvación, ha de ser fruto, también, de una sincera
conversión a su palabra evangélica, que, sin duda, ha de dar paso a una
vida ejemplar y responsable de amor y
de servicio a Dios y a nuestros hermanos los hombres.