viernes, 25 de agosto de 2017

Domingo XXI


DOMINGO XXI DEL  T.  ORDINARIO
  
SEÑOR, TU MISERICORDIA ES ETERNA,
NO ABANDONES LA OBRA DE TUS MANOS

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    AGRADEZCAMOS A DIOS EL DON DE LA FE, su misma vida en nosotros; la salvación que nos abre al gozo de su amor, que nos descubre la verdad de su ser y nos introduce en su misma relación de vida y comunión.

                    Y, porque, con la salvación de Dios, fruto de su inmensa bondad para con los hombres, recibimos más de lo que podemos imaginar y desear, agradecidos, le alabamos cantando el salmo 137, con la certeza de que, siempre y en todo momento, nos seguirá ayudando y favoreciendo.

                    Estamos ante un salmo de acción de gracias colectivo, de los tiempos postexílicos, que reconoce y canta las bondades de Yahveh para con Israel, su pueblo elegido. También celebra y proclama su excelsitud y encumbramiento sobre los dioses de los pueblos vecinos, víctimas de sus victorias, pero, que, llegan a reconocerlo como   único Señor, al que hay que postrarse y darle gracias en su santuario:

Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
delante de los ángeles tañeré para ti.
Me postraré hacia tu santuario,
daré gracias a su santo nombre.

                    También, Yahveh, el Dios de Israel, es el único Dios que escucha siempre con interés y atención; y el que, atiende en todo momento cuando se le invoca, lo que, los otros dioses no pueden hacer. Pero, Yahveh, actúa de  manera tan atenta y servicial, porque es fiel a La Alianza, a sus promesas, y por lo tanto, misericordioso y leal con sus fieles, a los que se complace en cuidar y amar. Y, es tanta su generosidad,  tan grandes sus promesas, que superan su fama, logrando así, que la fe, del que ora como el salmista, crezca en intensidad, y pueda amar más y mejor:

Por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera a tu fama.
Cuando te invoqué me escuchaste,
acreciste el valor de mi alma.

                    Yahveh, por ser un Dios tan selecto y genial, se complace de manera especial, con los humildes y sencillos; lo que no hace con los soberbios, que no son de su agrado; pero, en su misericordia y lealtad, a todos ama y de todos se compadece, de manera que, su vida en nosotros, es gracia y salvación, fruto de la gran obra de sus manos que desea  llevar a plenitud:

El Señor es sublime, se fija en el humilde
y de lejos conoce al soberbio.
Señor, tu misericordia es eterna
no olvides la obra de tus manos.
                                   
                    Y, esta hondura de fe, la vida de Dios en nosotros, que crece con las obras de amor y que ensancha el alma del orante dándole fuerza y valor, es la que, pudo arrancar de Pedro, la más bonita y sublime confesión de fe sobre la divinidad de  Cristo Jesús: “TÚ ERES EL MESÍAS, EL HIJO DE DIOS VIVO” Reconociendo, de este modo, la grandeza, el poderío, la gloria y excelsitud de Dios Padre en su Hijo Jesucristo, Señor de todo lo creado; origen, guía, y meta del universo.

                    Poseer esta fe, es pertenecer al pueblo convocado por Cristo Jesús, a su Iglesia, que, Él mismo, como Roca firme, sostiene y fortalece, y que, es vida y comunión de todos los creyentes. La Iglesia, que nos congrega como Madre y que, no cesa de confesar la divinidad de su fundador con su fiel testimonio: viviendo, colaborando y haciendo posible los planes de Dios con respecto a los hombres; su reinado  entre nosotros.


                    Y, deber de todos los hijos de La Iglesia, de todos los cristianos, es celebrar y confesar LA SALVACIÓN GRATUITA DE DIOS EN SU HIJO JESUCRISTO, SEÑOR NUESTRO, para testimoniarla con gozo y entusiasmo, de manera que, otros puedan aceptarla y hacerla suya, hasta poder vivir en la misma comunión de amor a la que estamos llamados, con el Padre, en su Hijo Cristo Jesús, por el Espíritu.

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