viernes, 18 de agosto de 2017

Domingo XX del T. O.- A


DOMINGO  XX  DEL T. ORDINARIO - A

 OH DIOS, QUE  TE  ALABEN  LOS  PUEBLOS,

QUE  TODOS  LOS  PUEBLOS  TE  ALABEN

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Al Dios inmenso, que supera fronteras y espacios llenando el universo de su gloria y majestad; al Dios, que siempre nos quiere dar su salvación, sólo se puede llegar por la fe; una fe honda y confiada; la fe auténtica que conduce a la oración y que, con su fuerza y poder, lo transforma todo  haciéndolo nuevo.

                    Y, porque Dios, llevado de su poder y bondad,  ha creado el universo por la verdad de su  palabra y el espíritu de su amor, le alabamos gozosos cantando el salmo 66, que, recoge jubilosamente, la aclamación y el agradecido reconocimiento de todos los pueblos, a los que, Dios,  hará llegar su justicia y salvación.
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                    Este salmo, es un Himno de acción de gracias y de petición de bendiciones. El salmista pide a su Dios, Yahveh, que todos los pueblos puedan conocer sus caminos, su justicia y santidad, para que, también ellos, puedan alabarle y darle gracias junto con Israel, su pueblo elegido:

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros:
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

                    Más, la alegría y el júbilo por conocer y amar a Yahveh, brotará, no solo en los pueblos vecinos, sino en todas las naciones, cuando, por la fe y el amor, acepten ser  gobernadas por la justicia y rectitud del Señor; de esta manera, será todo el universo el que, con cantos y aclamaciones, quede incorporado a su gozosa alabanza:  

Que canten de alegría las naciones,
porque riges la tierra con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

                    Y, junto con la alabanza de todos los pueblo y naciones, fruto de la fe y del amoroso conocimiento del Señor; fe y amor que engendran seguridad y confianza en sus designios salvadores; el salmista pide, para todo el orbe, su bendición, porque, solo con ella, con la fuerza de su bondad y poder, podrán amarle debidamente, con temor y respeto:

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

                    Y, porque, en Cristo Jesús, nos ha bendecido Dios Padre plenamente, es decir, con toda clase de bendiciones, seguimos cantando:

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
Que todos los pueblos te alaben.

                    Pues, en Cristo Jesús, se ha hecho realidad la profecía de Isaías: “A LOS EXTRANJEROS LOS TRAERÉ A MI MONTE SANTO, LOS ALEGRARÉ EN MI CASA DE ORACIÓN”, al poner la salvación de Dios al alcance de todo ser humano, y el templo, su morada, La Iglesia, abierta a todos los pueblos que quieran ir a su  encuentro; quedando claro, de esta manera, que la fe, don de Dios, su misma vida entregada, es para todo el que quiera acogerla con amor y hacerla suya.

                    Jesús mismo, proclamando el evangelio del reino, sanando las dolencias del pueblo, revela el nuevo camino de acceso a los bienes mesiánicos. Y el signo, que anticipa y  muestra la salvación gratuita de Dios para todos por la fe, en la curación de la hija de la cananea, obtenida por la fe humilde y perseverante de esta mujer pagana, pero, que posee un corazón confiado y repleto de amor. Por eso pudo escuchar, agradecida, por boca de Cristo Jesús, Salvador de todos los hombres: “Mujer, QUÉ GRANDE ES TU FE: QUE SE CUMPLA LO QUE DESEAS”, quedando convertida, de esta manera, en ejemplo sublime de oración  

                    Y, estar incorporados todos los pueblos a la salvación de Dios, es aceptar que estamos llamados  a ser hijos suyos y  hermanos unos de otros en Cristo Jesús, luz y guía de la humanidad salvada, que avanza segura hacia su plenitud y eternidad.

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