sábado, 29 de abril de 2017

Domingo III de Pascua


DOMINGO III DE PASCUA - A

ENSÉÑANOS, SEÑOR, EL SENDERO DE LA VIDA


Por M. Adelina Climent Cortés  O.P.


                    LA PASCUA DE JESÚS, su dinamismo y presencia entre nosotros, es la realidad más grande y sublime que envuelve  lo creado y hace que tome un  nuevo aspecto vital, el propio de la vida del Reino de Dios, hacia cuya plenitud caminamos todos los humanos.

                    Este camino es, CRISTO JESÚS VIVO ENTRE NOSOTROS, conduciéndonos al Padre. Él, como hizo con los discípulos de Emaús, se transforma en amigo asiduo y fiel, que nos acompaña mientras nos va explicando su Verdad, el sentido de su Palabra, y nos da a conocer su Vida. Es decir, Jesús se nos presenta como CAMINO, VERDAD Y VIDA, como, al que hay que reconocer, seguir e imitar:

                    - “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las escrituras?”

                    Y, este caminar de Jesús con los hombres, es realidad plena, de lo que siempre ha hacho Dios con los hombres, a través de su historia de salvación, como lo atestigua Israel, de su Dios Yahveh, que siempre estaba  dispuesto a ir con su pueblo, con el fin de enseñarle a ser fiel y leal a La Alianza pactada por ambos.

                    A este Dios, que siempre está con nosotros y que, en todo momento nos protege y ama, le alabamos cantando el salmo 15, que es una oración confiada a Yahveh, en el que, el israelita, encuentra entregándose a Él, los bienes espirituales y materiales necesarios, para sentirse realizado y feliz en la vida:

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti;
yo digo al Señor: “Tú eres mi bien”.
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,
mi suerte está en tu mano.

                    Y, el salmista, después de alabar gozoso y feliz a su Dios Yahveh y darle gracias, le bendice, por sentir siempre su cercanía, y, porque, existe entre ambos, una relación  de amistosa y sincera intimidad, que afianza su espíritu y da seguridad a su vida:

Bendeciré al Señor que me aconseja;
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.

                    Las delicias con la intimidad divina, son para el salmista, como una explosión de felicidad, que va más allá de la vida presente y que, perdurará siempre, por ser fruto de un amor en plenitud:

Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena:
porque no me entregarás a la muerte
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.

                    Verdaderamente, el amor que une a Yahveh y al fiel israelita, es el amor que abre a la verdadera Vida, la que no tiene fin, porque es la misma vida de Dios, y la que conduce  a una comunión dichosa con Él y para siempre:

Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.

                    Estas aspiraciones de vida eterna y de esperanza de incorrupción, del salmista orante, que se van haciendo realidad plena en LA RESURRECCIÓN DE CRISTO JESÚS, son las propias de todos los cristianos, que, ya vivimos, en clave de inmortalidad, por el dinamismo de su Pascua, de la que es memorial la mesa eucarística, en la que, nos alimentamos del Pan de Vida Eterna, del cuerpo de Jesús.


                    Y, agradecidos por la dicha de sentirnos eternos, y, destinados con Jesús a la comunión con Dios, hemos de proclamarlo con entusiasmo y a plena voz, de manera que, todos los hombres, puedan descubrir el camino de La Vida y de La Bendición, que es el camino del Señor Jesús, que nos conduce al Padre, plenitud de La Verdad y de La Vida sin fin 

domingo, 23 de abril de 2017

Domingo II de Pascua



DOMINGO  II  DE PASCUA - A

 ES ETERNA SU MISERICORDIA

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.

                    La gran alegría Pascual, LA TRIUNFANTE Y VICTORIOSA RESURRECCIÓN DE JESS, irradia luz,  energía y señorío por doquier. Y, porque Cristo ha resucitado y está presente entre nosotros, su cercanía genera encuentros amistosos y vitales, como el que tuvo con los apóstoles reunidos en el cenáculo, transmitido por los evangelistas, y, los que vivimos y experimentamos cada uno de los cristianos, los que, por creer en su Resurrección, nos sentimos y somos hijos de Dios y, por  tanto, portadores de una vida nueva, la del espíritu de Jesús. Y, porque son tan abundantes y gozosos los bienes que nos vienen de LA GLORIOSA PASCUA DEL HIJO DE DIOS, con inmenso agradecimiento, le alabamos y bendecimos cantando el salmo 117:

Dad gracias al Señor porque es bueno,
Porque es eterna su misericordia.

                    Con esta alabanza a Dios, por el ensalzamiento y señorío de Cristo Jesús, y haciendo nuestra la de todos los seres humanos redimidos y salvados, junto con la que el pueblo Israel daba a Yahveh, el Dios que se les manifestaba con misericordia,  seguimos diciendo con el salmista:
                                           
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia.

                    LA VICTORIA DE CRISTO JESÚS sobre las fuerzas negativas del mundo, el mal y la muerte, ha logrado regenerar y revitalizar, por su mismo Espíritu, la creación entera. Y, es la energía vital de La Pascua la que irradia sin cesar la paz, la verdad y el amor del Resucitado, junto con todos los  valores propios del Reino de Dios, del que La Iglesia, Esposa de Cristo y Madre de todos los vivientes, es signo visible, y, también, morada de los fieles, que, sintiéndose salvados, alaban, bendicen y  ensalzan sin cesar, a Cristo Jesús, con cantos y aclamaciones:

Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
Él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos.
      
                    Y, si fue el pueblo de Israel, por su historia y pequeñez, la piedra que desecharon los arquitectos y que, por su misión universalista pasó a ser piedra angular; en los nuevos tiempos, es, Cristo Jesús Resucitado, La Piedra angular por excelencia, que, habiendo sido  despreciada por los gentiles, es ahora, fundamento y centro de todo lo que existe y, sobre la que se está construyendo el Reinado de Dios.

                    También, Jesús Resucitado, es considerado como el verdadero milagro patente, pues, ha hecho posible, con su paz: “PAZ A VOSOTROS” y su espíritu. “RECIBID EL ESPÍRITU SANTO; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”, la obra salvadora de Dios en el universo y en cada uno de los seres humanos:

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Este es el día en que actuó el Señor;
sea nuestra alegría y nuestro gozo
     
                    Efectivamente, La Pascua de Jesús -hoy celebramos su octava- ES EL DÍA EN QUE ACTUÓ EL SEÑOR”,  el acontecimiento más  relevante y gozoso de toda nuestra Historia.

                    Y, porque ha resucitado Jesús, se puede hacer y se hace, el encontradizo con todos y cada uno de los que, con amor le seguimos, para hacer nuestra su propia vida.

                     Y, si con amor, se nos manifiesta en las diversas situaciones de la vida, le tenemos y encontramos de manera más total y plena, en su palabra evangélica, verdad y vida para los que la escuchan y la hacen suya; también está y le percibimos, en la comunidad de los creyentes reunidos en su nombre y para su alabanza; y le comemos y abrazamos en la mesa eucarística, donde recibimos su paz y su perdón y donde nos dejamos transformar hasta quedar identificados con Él, por su Espíritu.

                    Igualmente, LA PASCUA DE JESÚS es día de gozo y alegría, porque estamos salvados y destinados a testimoniar, con nuestras vidas, la fe en su GLORIOSA RESURRECCIÓN, de manera que, los hombres de todos los pueblos le puedan conocer y amar, hasta vivir en Él la misma comunión de amor que tiene con el Padre en esta vida y durante toda la eternidad.


lunes, 17 de abril de 2017

Domingo de Resurrección


DOMINGO DE RESURRECCIÓN
(Misa del día)

ESTE ES EL DÍA EN QUE ACTUÓ EL SEÑOR

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.
 

                    “Sea nuestra alegría y nuestro gozo” ¡HA RESUCITADO EL SEÑOR! ¡Aleluya!, ¡Aleluya!, ¡Aleluya!

       ¡ES LA PASCUA DEL SEÑOR!. Día de júbilo y regocijo; FIESTA, LA MÁS GRANDE Y HERMOSA, que ha de ser anunciada a toda la humanidad. Celebramos la gran victoria, el triunfo de Cristo Jesús, que abre, para todos, las puertas del cielo, ya que, LA VIDA HA VENCIDO A LA MUERTE, la gracia al pecado, la luz a las tinieblas, lo nuevo a lo viejo, el amor al odio, la paz a la guerra, la libertad a la esclavitud...

                    “Este es el día en que actuó el Señor”, mensaje que  proclamó Israel después de una difícil victoria y que, ahora, ha de ser pregonado por los cristianos a todo el mundo, con jubilosos cantos y vítores, pues “HA RESUCITADO EL SEÑOR” y toda la humanidad, que ya es una creación nueva, está invitada, a una gozosa alabanza de amor y gratitud:
                  
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.

                    “Sea nuestra alegría y nuestro gozo”, porque  nuestro Padre Dios, con su fuerza y poder, ha resucitado a su Hijo Cristo Jesús, y, con Él, hemos resucitado  todos nosotros a una vida nueva. Ha quedado la tumba  abierta y  vacía, y La Vida ha llenado el mundo de energía, de amor, de esperanza y de felicidad:

La  diestra del Señor  es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa.
No he de morir, viviré,
para contar las hazañas del Señor.
                  
                    “Este es el día en que actuó el Señor”. Así  lo proclama nuestra fe en Jesucristo, el Señor del Universo, ya que, su RESURRECCIÓN GLORIOSA, es la mejor noticia para todos.  Una Buena Noticia para el mundo entero, que, desde ahora, ha de sentirse salvado, llamado a buscar las cosas de arriba, que son las que agradan a Dios. Salvación, que se va verificando de manera cada vez más plena en el Reino que, con su RESURRECCIÓN, ha iniciado CRISTO JESÚS, siendo, a la vez,  su fundamento, sobre el que se irá construyendo hasta su plenitud, porque, todo quedará instaurado en Él, y, su gloria, será la nuestra, la de toda la humanidad:

La piedra que desecharon los arquitectos,
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.

                    “Sea nuestra alegría y nuestro gozo”,  que hemos de hacer creíble a nosotros mismos y a los demás, hasta que sea vida y experiencia de todos; y que, nos llevará a vivir unidos a Cristo Jesús, en pascua permanente, en cruz y resurrección; es decir, haciendo de la vida una donación generosa de amor y de servicio, en solidaridad con las víctimas y los más sufrientes de la humanidad, pero, desde la seguridad de sabernos resucitados y salvados, y, por lo tanto, vencedores de todo lo malo que abruma a nuestro mundo, que, quedará extinguido por LA LUZ RESUCITADORA DE CRISTO, haciendo  posible que la gloria de Dios lo llene todo de novedad y plenitud.  


                    ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!  ESTE ES EL DÍA EN QUE ACTUÓ EL SEÑOR SEA NUESTRA ALEGRÍA Y NUESTRO GOZO. ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!

jueves, 13 de abril de 2017

Viernes Santo


VIERNES SANTO

PADRE, A TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPÍRITU


Por M. Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Nos conmueve hondamente escuchar y meditar las palabras de Lucas, el evangelista,   puestas en labios de Jesús, en el momento cumbre de expiar en La Cruz: PADRE, A TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPÍRITU. La vida de Jesús, su verdad, su amor entregado, ha llegado a su plenitud. Vida, que Dios Padre, recibe, abraza y transforma en salvación para la humanidad y todo lo creado.

                    Y, este Misterio de donación y dolor, se celebra solemnemente hoy, VIERNES SANTO, en el que adoramos  LA CRUZ REDENTORA DEL MESÍAS JESÚS. Es, también, Día de Gracia y de agradecimiento: nuestro REDENTOR Y SALVADOR, ha vencido,  ha transformado el pecado, junto con el  mal y la iniquidad del mundo, y, también, el miedo que se tenía a la muerte.

                    Por lo que, llenos  de amor y gratitud a nuestro MESÍAS Y SALVADOR, meditamos y oramos el salmo 30, del que están tomadas las palabras que pronuncia  Jesús, en el momento cumbre de su abandono en los brazos amorosos del Padre.

                    Este salmo, narra la experiencia de fe de un inocente, que, se ve, muy calumniado y perseguido por sus enemigos, pero que, en su gran dolor y humillación, sabe suplicar a su Dios, Yahveh, del que está seguro conoce su inocencia, y, también, porque es el único Dios que, siempre  y en toda ocasión, atiende, protege, y salva a cuantos le invocan:
      
A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme salvo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
Tú, el Dios leal, me librarás.

                    El salmista, que ha  confiado plenamente en la salvación de Yahveh, pasa a describir el sufrimiento que le ahoga, con expresiones propias del género literario de “lamentación individual”, y sirviéndose de  imágenes del vivir sencillo y cotidiano:

Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos;
me ven por la calle y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cacharro inútil.

                    Desde una fe profunda, el salmista sabe que, su Dios, Yahveh, por su misma bondad y lealtad para con sus fieles, ha de protegerle, ya que, siempre y únicamente en Él, ha puesto su confianza:

Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: “Tú eres mi Dios”.
En tus manos están mis azares;
líbrame de los enemigos que me persiguen.

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.

                    Ya liberado de su angustia, el orante prorrumpe en alabanzas a su Dios, Yahveh, e invita a la asamblea a que se unan a su acción de gracias y pongan, siempre, su confianza en  Él.

Sed fuertes y valientes de corazón,
los que esperáis en el Señor.
                                   
                    Pero, el sentido escatológico del salmo nos mueve a contemplar, de nuevo,  a JESÚS EN LA CRUZ. Desde ella, enseña la verdad a quienes le miramos; y su verdad salvadora está hecha de donación y de entrega absoluta a Dios Padre y a los hombres, de manera que, todos los cristianos, todos sus seguidores, estamos invitados a vivir como Él vivió.

                    Más,  contemplar a Cristo Jesús, mirar al que ha sido atravesado, es llenar nuestro corazón de deseos de amor y de libertad, para hacer transparente su salvación, desde nuestro testimonio de sencillez y pobreza; para gloriarnos sólo de su Cruz, para acoger la misericordia y el perdón que irradia su rostro misericordioso y, para besar la llaga de su costado, manantial de gracia divina, siempre abierto al  perdón, a la ternura y a la compasión.

                    Y, mirar de nuevo a Jesús, es sentirse atraído por Él, hasta hacer nuestros sus mismos sentimientos y la verdad de su Vida, amando como Él amó, hasta el extremo, viviendo su justicia y su paz, su predilección por los más pobres y sencillos, su aliento y consuelo a los enfermos, y su misma comunión de amor con el Padre.
 
                     Adoremos, pues, en profundo silencio “AL QUE EN LA CRUZ DEVUELVE LA ESPERANZA DE TODA SALVACIÓN”. A Él honor y gloria por siempre. Amén.

   

miércoles, 12 de abril de 2017

Jueves Santo


JUEVES SANTO

EL CÁLIZ QUE BENDECIMOS
ES LA COMUNIÓN DE LA SANGRE DE CRISTO

Por M. Adelina Climent Cortés  O.P.


                    EL JUEVES SANTO, es un día  de acción de gracias, por habérsenos  manifestado, más que nunca, el  Amor de nuestro Dios. Amor, que ha sido  derramado en beneficio de todos. Amor, que salva y vivifica, Amor sublime, que enseña a amar y a vivir en el amor. Este Amor, es el de Cristo Jesús: “LOS AMÓ HASTA EL EXTREMO”. Amor, también, entregado, y que se hace presencia y compañía en LA EUCARISTÍA, instituida y celebrada por Jesús, como sacrificio de expiación y comunión, en el PAN PARTIDO Y VINO OFRECIDO, y que, es, anuncio de su pasión, muerte, y resurrección.

                    Por eso, hoy, en La Celebración Eucarística, MEMORIAL y SACRAMENTO SALVADOR, banquete pascual, fusión de los fieles en el Señor y entre sí, anticipo del banquete escatológico, alabamos a Dios Padre con el salmo 115; oración de acción de gracias con sentido sacrificial, que hace más sublime y perfecta la  alabanza  que se ofrece, por ser fruto, no solo de un rito externo, sino, de un espíritu sincero y agradecido a Dios:

¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre.

                    Haciendo propios los sentimientos del salmista, que desea ofrecer la acción de gracias en una libación litúrgica: alzando la copa de la salvación   e invocando el nombre del Señor –símbolo del cáliz que bendecirá  Jesús-, nuestro deseo ha de ser, agradecer a Dios habernos dado a su propio Hijo Cristo Jesús, nuestro salvador, y  haber querido, éste, antes de morir, sentarse a la mesa con los hombres y  permanecer siempre con nosotros en La Eucaristía. MISTERIO GRANDE Y EXCELSO DE AMOR Y DE COMUNIÓN.      

                    Pero, el salmista, aporta más razones:

Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
hijo de tu esclava;
rompiste mis cadenas.

                    También, nosotros, todos los cristianos, hemos de ver con humildad, que el Señor, aunque algunas veces nos prueba para nuestro bien, nunca quiere la muerte de sus hijos, nuestro mal definitivo,  y, que, para librarnos de ella, aceptó la muerte de su propio Hijo, Cristo Jesús, con la que  rompió, de una vez para siempre, todas nuestras ataduras.

                    Agradecido, el orante, dice a Yahveh:  

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos,
en presencia de todo el pueblo.

                    Nosotros, todos los cristianos, también  hemos de cumplir nuestros votos de acción de gracias y de alabanza,  ante el altar eucarístico, uniendo nuestro sacrificio espiritual al de Cristo Jesús, en oblación y glorificación al Padre y en amor  y entrega a  los hermanos.


                    Y, este deseo de  vivir en comunión de vida con Cristo Jesús, y con  nuestros hermanos,  debemos acrecentarlo con el alimento nutritivo de La Eucaristía; porque, de esta manera,  el CUERPO DEL SEÑOR, CON SU SANGRE, nos ayudará a vivir su misma vida de amor  y entrega, desde el servicio, la reconciliación mutua, y en renovación de vida interior: todo, fruto de una pascua nueva y eterna, como es  LA PASCUA DE CRISTO JESÚS.

sábado, 8 de abril de 2017

Domingo de Ramos


DOMINGO DE RAMOS -
Entrada del Señor en Jerusalén.



                                   
DIOS REINA SOBRE LAS NACIONES

                                        Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Fiesta entrañable y hermosa la del DOMINGO DE RAMOS en la que recordamos a Jesús y celebramos su entrada triunfal en Jerusalén, rodeado de una muchedumbre de gente que le  aclama con ramos de olivo y palmas, con vítores y gritos de júbilo: “HOSANA AL HIJO DE DAVID, BENDITO EL QUE VIENE EN NOMBRE DEL SEÑOR, EL REY DE ISRAEL, ¡HOSANA EN EL CIELO!”

                    Unidos al grupo que le sigue, también nosotros festejamos a Jesús, que, victorioso y triunfante, se dirige  hacia la meta de su misión redentora donde nos dará  su  misma Vida; a la vez que, le contemplamos, cabalgando  humildemente sobre una borrica, como, queriendo indicar, que la salvación del mundo será consecuencia de su entrega de amor hasta la muerte en cruz, y  de su triunfante resurrección.

                    Y, unimos nuestra alegría y gozo en torno a Jesús, cantando con alegría y entusiasmo el salmo 46, un hermoso himno que aclama a Yahveh como Rey y Señor de todo el universo:

Pueblos todos batid palmas
aclamad a Dios con gritos de júbilo:
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra.

                    La realeza de Yahveh se ha manifestado de manera visible y maravillosa, en la conquista de la tierra, prometida a Israel, el  pueblo que se había escogido como heredad,  y en el sometimiento de los reyes y pueblos vecinos, sobre los cuales, Israel, ha quedado encumbrado. Victorias, logradas por Yahveh, en la persona del propio Rey, su representante en la tierra; lo que deja entrever la universalidad de su reinado:

Él nos somete los pueblos
y nos sojuzga las naciones;
Él nos escogió por heredad suya:
gloria de Jacob, su amado.

                    El salmista, pasa a cantar de manera vibrante, solemne y estrepitosa, la entronización  de Yahveh como Rey y Señor de todas las naciones, y,  anima más y más  al grupo de cantores, a que sigan esmerándose en el arte de tocar, para que, la celebración litúrgica, conserve  todo su esplendor. El episodio, recuerda la subida y entronización del arca de La Alianza,  en el santuario, después de una procesión; también sugiere las subidas de Israel a su propia  tierra, en los diferentes éxodos de su historia, en los que, siempre cabalgaba Yahveh delante del pueblo, infundiendo esperanza y animando la expedición:

Dios asciende entre aclamaciones,
el Señor a son de trompeta:
tocad para Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey,  tocad;
porque Dios es el Rey del mundo:
tocad con maestría.

                                   
                    Ya en su trono, Yahveh, rodeado de gloria y esplendor, recibe el vasallaje de los pueblos y los reyes vecinos, que unidos a Israel, pregonan solemnemente la grandeza, soberanía y universalidad de su reinado:

Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado:
los príncipes de los gentiles se reúnen
con el pueblo de Dios de Abrahán,
porque de Dios son los grandes de la tierra,
y Él es excelso.

                    Más, después de haber aclamado a nuestro Rey y Señor, seguimos acompañando a Jesús, nuestro Mesías Salvador, a través de la escucha y contemplación de su pasión y muerte, como una anticipación de la celebración del Viernes Santo.

                    Jesús, con el derramamiento de su sangre inocente expía el mal del mundo y los estragos de la muerte. Misterio profundo y sorprendente el de Cristo Jesús, que debemos adorar en profundo silencio, y, a la vez, cargando con la parte de su cruz, que nos ha tocado a cada uno, pedir por aquellos que aún no le reconocen, como Hijo de Dios  y Salvador del género humano.

                    También, con alegría y amor, celebramos a Jesús en su triunfante Resurrección, ya que, en la eucaristía se nos da como Pan de Vida Eterna y prenda de Salvación, reviviendo, de esta manera, su Pascua gloriosa y salvadora.


                    Y, como también lo anticipa el salmo, Cristo Jesús, asciende entre vítores y aclamaciones a la derecha del Padre, al santuario del Cielo, donde tiene preparado su trono  y donde, nos espera a todos con los brazos abiertos, para que participemos de su misma gloria.