DOMINGO V DE CUARESMA - A
DEL SEÑOR VIENE LA MISERICORDIA,
LA REDENCIÓN COPIOSA
Por M. Adelina Climent
Cortés O.P.
Dios nos anuncia un mensaje de vida y
esperanza a través de las lecturas bíblicas de La Eucaristía de este domingo V
de cuaresma. En Ezequiel nos dice: “os infundiré mi espíritu y viviréis”. Y,
cuando el profeta sigue anunciando al pueblo judío, que vive en el exilio de
Babilonia, el retorno a su patria, que es como la vuelta a una vida feliz y
deseada, está expresando lo que dice Dios: “os colocaré en vuestra tierra y así
sabréis que soy el Señor”. Y, si Dios
actúa de esta manera, es porque, le encanta pactar alianza con los hombres. Y,
como tiene un espíritu sensible y tierno, se puede compadecer de
los que viven en situaciones de esclavitud, de miedo, o de pecado, y, hacer que
retornen a la alegría de una vida con sentido y en búsqueda de plenitud:
Con el salmo 129, cantamos y nos unimos
en oración ferviente y confiada al
Dios, que, siempre y de manera gratuita, da vida y amor, salvándonos,
para proclamar con gozo, que, sólo de Él, nos “viene la misericordia, la
redención copiosa”
El salmo 129, es la oración de un israelita, que, lleno de fe y esperanza, se dirige a su Dios, Yahveh, ante
el temor que siente por la proximidad de su muerte y por creer que, ésta, se debe a sus graves faltas y pecados. Pero, aún así, es mucho mayor, y de manera exagerada, la
confianza que tiene puesta en su gran misericordia y perdón:
Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz:
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.
Sabe el salmista que, Yahveh, siempre fiel a su Alianza, conoce la miseria y debilidad de los hombres y,
también, que, lo que nunca puede hacer, es, desconfiar de los fieles que, con
sencillez y humildad le invocan, ya que, a todos otorga la posibilidad de
renacer a una vida mejor:
Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto.
Y, con la confianza puesta en Yahveh, el orante vive agradecido,
esperando siempre su palabra, que considera
bendición y luz de aurora, que guía y acompaña toda su vida:
Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor
como el centinela la aurora.
Sabiendo que sólo de Yahveh
viene la salvación plena, el israelita tiene la seguridad, que también llegará a todo Israel, si confía y espera en su Dios
y Señor:
Porque del Señor viene la misericordia
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos.
Y, también nosotros, los cristianos, desde lo hondo de nuestro ser,
elevamos súplicas a Dios, en Cristo Jesús,
con la confianza que nos da saber, que ha venido a salvar a su pueblo de
los pecados.
Efectivamente, Cristo Jesús, es expresión viva de la misericordia de Dios. Y, porque el Padre, en
la cruz le ha dado la plenitud de La Vida, con su gloriosa Resurrección, pudo
decirnos: “YO SOY LA RESURRECCIÓN
Y LA VIDA: el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá; y el que está
vivo y cree en mí, no morirá para siempre”
Cristo Jesús es, pues, el que nos redime dándonos vida, y la vida que
nos da, es la suya propia y la del Padre, al infundirnos EL DON DEL ESPÍRITU QUE UNE A
LOS DOS. Y, esta Vida, es la que nos
hace crecer y caminar hacia el Reino glorioso como hijos de Dios.
Así, Cristo Jesús, nos da La
Vida con su palabra evangélica, con su presencia entre los hermanos, con su perdón
y su mesa eucarística. Es La Vida, que hace posible nos vayamos identificando con Él, para después gozar de
su eternidad junto al Padre.