viernes, 31 de marzo de 2017

Domingo V de Cuaresma-A


 DOMINGO  V  DE  CUARESMA  -  A


DEL  SEÑOR  VIENE  LA  MISERICORDIA,
LA  REDENCIÓN  COPIOSA
                                 
Por M. Adelina Climent Cortés  O.P.

                   
                    Dios nos anuncia un mensaje de vida y esperanza a través de las lecturas bíblicas de La Eucaristía de este domingo V de cuaresma. En Ezequiel nos dice: “os infundiré mi espíritu y viviréis”. Y, cuando el profeta sigue anunciando al pueblo judío, que vive en el exilio de Babilonia, el retorno a su patria, que es como la vuelta a una vida feliz y deseada, está expresando lo que dice Dios: “os colocaré en vuestra tierra y así sabréis que soy el Señor”. Y, si  Dios actúa de esta manera, es porque, le encanta pactar alianza con los hombres. Y, como tiene un  espíritu  sensible y tierno, se puede compadecer de los que viven en situaciones de esclavitud, de miedo, o de pecado, y, hacer que retornen a la alegría de una vida con sentido y en búsqueda de plenitud:

                    Con el salmo 129, cantamos y nos unimos  en oración ferviente y confiada al  Dios, que, siempre y de manera gratuita, da vida y amor, salvándonos, para proclamar con gozo, que, sólo de Él, nos “viene la misericordia, la redención copiosa”

                    El salmo 129, es la oración de un israelita, que, lleno de fe y  esperanza, se dirige a su Dios, Yahveh, ante el temor que siente por la proximidad de su muerte y  por creer que, ésta, se debe a sus graves  faltas y pecados. Pero, aún así,  es mucho mayor, y de manera exagerada, la confianza que tiene puesta en su gran misericordia y perdón:

Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz:
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.

                    Sabe el salmista que, Yahveh, siempre fiel a su Alianza, conoce  la miseria y debilidad de los hombres y, también, que, lo que nunca puede hacer, es, desconfiar de los fieles que, con sencillez y humildad le invocan, ya que, a todos otorga la posibilidad de renacer a una vida mejor:

Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto.

                    Y, con la confianza puesta en Yahveh, el orante vive agradecido, esperando siempre su palabra, que considera  bendición y luz de aurora, que guía y acompaña toda su vida:

Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor
como el centinela la aurora.

                    Sabiendo que sólo de Yahveh viene la salvación plena, el israelita tiene la seguridad,  que también llegará  a todo Israel, si confía y espera en su Dios y Señor:

Porque del Señor viene la misericordia
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos.

                    Y, también nosotros, los cristianos, desde lo hondo de nuestro ser, elevamos súplicas a Dios, en Cristo Jesús,  con la confianza que nos da saber, que ha venido a salvar a su pueblo de los pecados.

                    Efectivamente, Cristo Jesús, es expresión viva de la  misericordia de Dios. Y, porque el Padre, en la cruz le ha dado la plenitud de La Vida, con su gloriosa Resurrección, pudo decirnos: “YO  SOY  LA  RESURRECCIÓN  Y  LA  VIDA: el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre”

                    Cristo Jesús es, pues, el que nos redime dándonos vida, y la vida que nos da, es la suya propia y la del Padre, al infundirnos EL  DON  DEL ESPÍRITU  QUE  UNE  A  LOS DOS. Y, esta Vida, es la que nos hace crecer y caminar hacia el Reino glorioso como hijos de Dios.


                    Así, Cristo Jesús, nos da La Vida con su palabra evangélica, con su presencia entre los hermanos, con su perdón y su mesa eucarística. Es La Vida, que hace posible nos vayamos  identificando con Él, para después gozar de su eternidad junto al Padre.

domingo, 26 de marzo de 2017

Domingo IV de Cuaresma


DOMINGO IV DE CUARESMA - A

EL SEÑOR ES MI PASTOR, NADA ME FALTA

Por M. Adelina Climent Cortés  O.P.


                     Nos envuelve el gozo y la alegría que impregna la liturgia eucarística  del IV domingo de cuaresma, en la que se vislumbra un nítido reflejo de la explosión de luz, que estallará con toda su energía y potencia en La Pascua de Jesús, en su triunfante y gloriosa Resurrección.

                    Y, con acción de gracias, cantamos al Señor el salmo 22, en el que, el mismo Dios, se nos manifiesta  como EL BUEN PASTOR,  que, con cuidado y amor,  va guiando a su pueblo por el  camino áspero y dificultoso, que conduce a LA LUZ SALVADORA, a la verdadera vida.

                    El poema nos recuerda la salida de Israel de Egipto, cuando  fue liberado, por Yahveh, de la esclavitud del Faraón y le acompañó por el desierto, hasta la tierra prometida, con el fin de protegerle en todo momento y dificultad, como un Pastor fiel, que cuida con amor y desvelo de sus ovejas, y las conduce a hermosos y frescos páramos, donde las fuentes cristalinas  invitan al descanso, reparan las fuerzas y revitalizan el corazón:

El Señor es mi pastor,
nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.

                    El Buen Pastor, siempre solícito y fiel, también conduce a sus ovejas por caminos rectos y escogidos; y, éstas, no temen ni desconfían, cuando en la oscuridad se deslizan por vericuetos peligrosos, porque, en todo momento, sienten la presencia y protección del Pastor, que las ama y les infunde seguridad:

Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre,
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu callado me sosiegan.

                    Pero, Yahveh, no solo conduce,  protege, y proporciona descanso a sus fieles, como  Buen Pastor, también,  como hace el dueño y señor de su casa, prepara una mesa en la que puedan alimentarse, y recibir  las atenciones y honores de los invitados, de manera que, viéndolo, los enemigos queden confusos:
                                     
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.

                    Mas, llega a tanto la bondad y la ternura del Dios, Yahveh, que no dejará de acompañarnos hasta conducirnos al Banquete escatológico de las bodas eternas de  su Hijo, Cristo Jesús con la humanidad, incitando, así, nuestros deseos de felicidad eterna en la gloria del cielo:   

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término

                    Y, así como Yahvéh hizo de David, joven pastor, el rey y guía de Israel, después de haber sido ungido en medio de sus hermanos, para reunir lo disperso, consolidar fronteras, y hacer del pueblo una nación compacta y fuerte, con la capital en Jerusalén. De igual modo, en el camino nuevo que el Padre ha abierto  entre los hombres, ha escogido a su Hijo Jesucristo, como Pastor y guía nuestro y como LUZ DEL MUNDO:

                    El Evangelio narra que Jesús: “… escupió en la tierra, hizo barro con la tierra, se lo untó en los ojos al ciego, y le dijo: -“ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa enviado). EL FUE, SE LAVÓ, Y VOLVIÓ CON VISTA”.

                    Siendo, además, Jesucristo, el Cordero de Dios que ha quitado el pecado del mundo; al que, el Padre, ha constituido como autor de La Nueva y Eterna Alianza, por la que ha hecho realidad la promesa de Salvación, que había asegurado a su siervo David.   


                    Jesucristo, sigue siendo nuestra Luz y nuestro Buen Pastor, el que, siempre, nos guía con amor, fuerza, y valentía, el que nos conforta con la dulzura de su palabra, el que nos restaura con el brillo de su rostro, el que nos alimenta con su mismo cuerpo y nos hace vivir en comunión con Él, el que nos ilumina con su luz y, con Él,  nos hace ser luz y salvación para los demás, y, el que nos conduce a la felicidad, a la fiesta eterna del cielo.

jueves, 23 de marzo de 2017

Solemnidad de la Anunciación del Señor


LA  ANUNCIACIÓN  DEL  SEÑOR

AQUÍ ESTOY, SEÑOR, PARA HACER TU VOLUNTAD

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    LA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR es una fiesta entrañablemente hermosa, repleta de alegría y optimismo, en la que celebramos LA ENCARNACIÓN DEL VERBO, EL HIJO UNIGÉNITO DE DIOS, EN EL SENO DE LA VIRGEN MARÍA; lo que nos mueve a cantar y meditar  el salmo 39, para alabar, bendecir  y estar agradecidos a nuestro Padre Dios, por su gran don y regalo, por su “Sí” gratuito dado a María y, con Ella, a todos nosotros; y por el “Si” consentido y fecundo de María a su voluntad, que hace posible se nos abran las puertas de La Salvación.

                    El salmo 39, cuyo origen es de los tiempos del exílio, en su primera parte, es un himno de acción de gracias, y, expone, que el mejor sacrificio de alabanza que se puede ofrecer a Yahveh, el Dios de Israel y de La Alianza, por ser el que más le agrada, acepta y  satisface, es la entrega personal y total de la propia voluntad del orante, desde la fe, el amor y la confianza, a su proyecto de amor y salvación; ya que, esto, es lo único que le puede santificar y no el ofrecimiento de los bienes materiales, ni  los sacrificios de culto. Y, esta ofrenda auténtica del salmista  a su Dios y Señor, es, lo que ha hecho posible su total liberación y salvación: 

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio.
Entonces yo digo: “Aquí estoy”.
             
                    El salmista expresa agradecido que, si Yahveh, su Dios, ha actuado con tanta generosidad a su favor, él,  por su parte, también  ha de corresponderle con el mejor de los sacrificios; es decir, con el fiel cumplimiento de La Ley, la que consta en su libro y  lleva guardada en el interior del corazón: 

Como está escrito en mi libro:
“Para hacer tu voluntad”.
Dios mío, lo quiero
y llevo tu ley en las entrañas.

                    El salmista, además, quiere expresar públicamente su gratitud a Yahveh, por manifestarse siempre fiel a su Alianza, con su salvación, su misericordia y su lealtad. Y, lo hace con el testimonio de su propia vida, obrando justa y honradamente y, también, con el de su alabanza, para que, de esta manera, su nombre pueda ser reconocido y proclamado por toda la asamblea:

He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes.

No he guardado en el pecho tu defensa,
he contado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia y tu lealtad,
ante la gran asamblea.

                    Y, la carta a los Hebreos, toma de este salmo las palabras que pone en boca de Jesús al nacer: “Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, entonces yo dije: Aquí estoy para hacer tu voluntad” Palabras que comienzan a hacerse realidad en el mismo momento de la anunciación de su encarnación a María Santísima y que, guardan armonía, con las que pronuncia La Virgen cuando, después de  recibir el mensaje del ángel Gabriel: “CONCEBIRÁS EN TU VIENTRE Y DARÁS A LUZ UN HIJO,  Y LE
PONDRÁS POR NOMBRE JESÚS”,  contesta: “AQUÍ ESTÁ LA ESCLAVA DEL SEÑOR, HÁGASE EN MÍ SEGÚN  TU PALABRA”.

 Palabras que, Cristo Jesús cumple plenamente, en el momento culmen de su entrega total y definitiva en el sacrificio de la Cruz: “Todo está cumplido” y, seguidamente,  muriendo y resucitando en obediencia amorosa al Padre, con el fin de realizar  la salvación del  género humano.


                    Que, como La Virgen María y Cristo Jesús, su hijo y nuestro hermano mayor, sepamos  nosotros, recibir y acoger el “Sí” salvador de Dios, respondiendo también, con nuestro “sí” total, a lo largo de nuestra vida.

domingo, 19 de marzo de 2017

Solemnidad de San José


SAN JOSÉ, ESPOSO DE LA VIRGEN MARÍA

TE FUNDARÉ UN LINAJE PERPETUO

Por  Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Siempre, la misericordia de Dios y su fidelidad se derraman en promesas, que abren esperanzas de salvación a la humanidad. Realidad cantada y orada en el salmo 88:

Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dije: “Tu misericordia es un edificio eterno,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad”.
                    En esta fidelidad constante de Dios, fruto de su alianza con Israel, siempre  renovada, se irá cumpliendo su promesa salvadora, hasta que alcance total plenitud en su Hijo, Cristo Jesús, por  su entrega y amor al Padre y a los hombres.

                    Y, la alianza sellada con David, es una Alianza Eterna a favor de todos los hombres, y, va dirigida a JOSÉ, su descendiente, que la hará realidad y vida, desposándose con LA VIRGEN MARÍA:

Sellé una alianza con mi ungido,
jurando a David mi siervo:
“Te fundaré un linaje perpetuo
edificaré tu trono para todas las edades”

                    Así, el hijo anunciado, el descendiente de David, cuyo trono durará siempre, es la personificación del futuro Mesías, el Hijo de Dios, el Salvador, promesa acabada del Padre, don de su infinito amor, que será conocido, como hijo de María y de José, con el nombre: Jesús de Nazaret, y que, al mismo tiempo, es fruto del Espíritu Santo.

Él me invocará: “Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora”.

Le mantendré eternamente mi favor
y mi alianza con él será estable.

                    Sólo, Cristo Jesús, es perpetuo y hace que todo lo demás sea duradero y eterno. Su reino será el del cielo, el de la eternidad. El reino, también, de todos sus seguidores y, el reino que ha de ser por todos conocido, porque es el Reino de nuestro Padre Dios.

                    Este misterio de amor y comunión con Dios, ha sido posible, además, por la respuesta de fe y de humilde obediencia, de JOSÉ, a los designios salvadores de Dios, vividos con responsabilidad y entereza de ánimo, desde su silenció y el sufrimiento, que siempre acompaña a las obras grandes, y, también, desde una confianza plena en las bondades de Dios:

                    -“JOSÉ HIJO DE DAVID, no tengas reparo en llevarte a MARÍA, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del ESPÍRITU SANTO. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de los pecados”

                Y José, por ser hombre justo, acogió a María, su esposa, y cumplió la función paterna de dar al Niño el Nombre de Jesús, y en Él actuará Dios nuestra SALVACIÓN.

                     Por eso, nosotros, con toda la humanidad, acompañando a JOSÉ, EL ESPOSO DE MARÍA, al que agradecemos su ejemplaridad, demos alabanza al Padre, cantando los mismos versos del salmista:

Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
Anunciaré tu fidelidad por todas las edades.


viernes, 17 de marzo de 2017

Domingo III de Cuaresma- A


                    DOMINGO  III  DE  CUARESMA - A

ESCUCHAREMOS TU VOZ, SEÑOR

Por M. Adelina Climent Cortés O.P.


                    Dios, siempre está con los hombres y en todo lo creado, nunca descansa, pues, lo propio suyo es amarnos; querernos es su mejor ocupación. Y, aunque parece que se oculta en las dificultades y pruebas de la vida, Él siempre está firme a nuestro lado, ofreciéndonos ayuda y comunión, exigiéndonos confianza y amistad, ya que, lo único que pretende es salvarnos, que busquemos su cercanía, y saciar nuestra sed de infinitud.

                    Y, porque, a pesar de conocer su comportamiento, algunas veces desconfiamos de su poder y de su bondad, como ya lo hizo  el pueblo de Israel, que pecó y  se  desesperó en el desierto contra Yahveh, cuando con mano fuerte los sacó de la esclavitud de Egipto para conducirlos a la tierra prometida, imploramos su gran misericordia cantando el salmo 94, orando y meditando su contenido:

                    El salmo, que reproduce una liturgia profética, en su primera parte es un himno procesional, que los israelitas cantaban acompañado de vítores y músicas, mientras subían al Templo con actitud ferviente de adoración, propia de los que han puesto  su confianza, en Yahveh, y tienen la seguridad de que su fuerza y poder  les acompañará en todo momento:

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a La Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
vitoreándolo al son de instrumentos.

                    El celebrante, con voz vibrante y entusiasmada, invita a los fieles a entrar en el templo para alabar,  bendecir y proclamar con gozo a Yahveh; para escuchar su voz y para contemplar la gloria del que  siempre les protege, como pastor y guía del pueblo:

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

                    Los versos de la segunda parte del salmo son un oráculo divino, en el que, Yahveh, recuerda a los israelitas los episodios que vivieron sus antepasados en el desierto, cuando fueron probados porque les faltó el agua y pensaban que iban a morir de sed, diciéndose: ¿Está o no está el Señor en medio de nosotros? Pero, Dios, siempre fiel a sus promesas, calmó el ardor de sus bocas.

                    También el oráculo divino es una invitación a escuchar su voz, y a ser fieles a La Alianza que pactó con ellos, cuando los eligió pueblo suyo, entre todos los demás:

Ojalá escuchéis hoy su voz:
“No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Massá en el desierto,
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras”.

                    En los tiempos plenos que vivimos, mas que nunca, Dios está en medio de nosotros en la persona de Jesucristo, su Hijo querido, trasmitiéndonos su amor y salvación. Y el gran empeño de Cristo Jesús para todos sus seguidores, para los que intentamos vivir de la misma manera que Él vivió, es que, nunca nos sintamos sedientos, ya que Él es la fuente de agua viva, capaz  de saciar la sed y todos los deseos de felicidad y eternidad de los hombres; por eso  pudo decirnos: “... EL QUE BEBA DEL AGUA QUE YO LE DARÉ, NUNCA MÁS TENDRÁ SED: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna”.

                    Y, Jesús, el que puede saciarnos en todo momento, humildemente se acerca a nosotros para pedirnos: “DAME DE BEBER”, es decir, calma mi sed con tú sed, y para ello dame tú sed de vida, de frescura, de salvación... y, solo así, quedará saciada tú sed y la mía; sólo así descansarás en mí y yo en ti, siempre, y para toda una eternidad.


                     Pero, también quiere Jesús, que mostremos a los demás nuestra sed y la de Él, sed de justicia, de liberación, de paz, de fraternidad; sed que va convirtiendo nuestro mundo en un vergel de flores frescas, regadas con las fuentes de agua viva que manan de su bondad, como será el bendito Reino de Dios, acogido por todos y para todos.

sábado, 11 de marzo de 2017

Domingo II de Cuaresma- A


DOMINGO II DE CUARESMA - A
  
 QUE TU MISERICORDIA, SEÑOR, VENGA SOBRE NOSOTROS,  COMO LO ESPERAMOS DE TI

Por M. Adelina Climent Cortés  O.P.


                    La realización del plan salvador de Dios llevaba consigo la elección de un pueblo depositario de las promesas, cuya historia comienza con la vocación de Abraham, sujeto de la revelación amorosa de Dios para toda la humanidad: “Haré de ti un gran pueblo... Con tu nombre se bendecirán todas las familias del mundo”.

                    Y, porque el plan de salvación, que Dios tiene para cada uno de los seres humanos, es fruto de su gran misericordia, como lo expresa el salmo 32; agradecidos,  cantamos este bello poema al Señor, con  sincero deseo  de alabarle  y bendecirle por la perfecta armonía de toda la creación.

                    En este salmo hímnico, con matices sapienciales, el orante ensalza con alegría exultante la sabiduría de Yahveh, el Dios trascendente, creador y providente, que gobierna con inteligencia, amor y coherencia, toda la creación, cantando su palabra y su acción salvadora, junto con su justicia y su misericordia:

La palabra del Señor es sincera
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra

                    El salmista, como todo el pueblo de Israel, se siente feliz de tener un Dios, que siempre salva, que está pendiente de los que le aman y le invocan sinceramente y de todos los que, perteneciendo a su heredad, se saben elegidos con predilección y misericordia:

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre.

                    Del plan salvador de Yahveh, de su constante auxilio y protección, y de su misericordia que llena la tierra, brota la confianza del orante y del fervoroso israelita, que todo lo espera de su Dios;  por lo que, entusiasmado,  prorrumpe en cánticos y aclamaciones  de alabanza a su gloria:

Nosotros aguardamos al Señor:
Él  es nuestro auxilio y escudo;
que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

                    La realización del plan salvador de Dios; el comienzo de su caminar con los hombres en un diálogo de vida y de amor, culmina con la encarnación de su  Hijo Jesucristo, Palabra salvadora del Padre, por la que se hizo todo lo que existe. Y, Jesús,  nuestro Salvador, siempre fiel a las promesas de Dios para con los hombres, se hace presente entre ellos como Luz, transfigurándose en el Monte Tabor: “UNA NUBE LUMINOSA LOS CUBRIÓ CON SU SOMBRA”. Luz, que, con su resplandor ilumina las tinieblas del mundo, llenándolo de vida y bondad. También se manifiesta, como Revelación de su Verdad Evangélica, para todo ser humano, siendo guía y camino que conduce al Padre.

                    Y, la grandeza del cristiano,  su gran dignidad, le viene, lo mismo que al pueblo de Israel, de nuestra elección en Cristo Jesús; de haber sido destinados por la gracia de Dios a ser hijos y herederos de su amor; de manera que, todos los que creemos en Cristo Jesús, somos el nuevo pueblo de Dios, el pueblo de La Nueva y Eterna Alianza, llamado a dar testimonio de su salvación y, a ser, alabanza de su gloria.


                    Y, nuestro testimonio, en una sociedad tan obsesionada por la apariencia, por la adquisición de poder o por el deseo de poseer, pero hambrienta de verdad, de justicia y de amor, ha de consistir en  hacer creíble la luminosidad de JESUCRISTO, EL HIJO AMADO DEL PADRE, viviendo su misma vida de cruz y resurrección, y escuchando atentamente su palabra que lo irá transformando todo en la misma gloria que el Hijo tiene, junto al Padre, en  la eternidad del cielo.

viernes, 3 de marzo de 2017

Domingo I de Cuaresma-A


DOMINGO  I  DE CUARESMA - A

MISERICORDIA, SEÑOR, HEMOS PECADO

Por M.  Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Yahveh, el Dios de La Alianza, el Dios que es compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad,  también es, el Dios que nos ama con locura y que, solo quiere para nosotros la vida, la paz, la gloria y la verdadera felicidad. Y con todo, es el Dios que, al mismo tiempo, exige de todos sus fieles lealtad y fidelidad a sus promesas de salvación, cosa difícil de conseguir si no es, con la ayuda de su Espíritu, que irá obrando en nosotros la verdadera conversión, la que nos purifica de nuestros pecados e infidelidades, hasta  renacer a una vida nueva de amistad y cercanía con Dios. Y, porque necesitamos su gracia para convertirnos de corazón, la imploramos cantando con sincero arrepentimiento el salmo 50.
                                                                                                 
                    Este salmo, que el autor  pone en boca de David, describe el desahogo individual de un pecador angustiado por los delitos cometidos. Al mismo tiempo, quiere ser expresión colectiva del pecado de todo un pueblo, que, en el exilio de Babilonia, reconoce haber sido infiel a La Alianza prometida con su Dios, Yahveh: 

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa.
Lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.

                    Yahveh, el Dios generoso y leal de La Alianza, solo espera del pecador, que, con actitud humilde y sincero arrepentimiento reconozca su culpa; pues “un corazón quebrantado y humillado nunca lo desprecia el Señor” y, también, porque su misericordia es grande y eterna, solo  quiere que el pecador se convierta y viva gozando de la alegría de su salvación:

Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado.
Contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.

                    En el interior del orante, resuena la promesa firme del Señor Yahveh, de hacer, con su pueblo, una Alianza Nueva, cambiando el corazón de piedra de cada uno de sus fieles por uno de carne, capaz de  amar con lealtad y de ser fiel al cumplimiento y observancia de la ley, como lo desea el Señor:

Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme,
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.

                    Perdonado y acogido por la bondad y la misericordia de Yahveh, el pecador arrepentido, sintiéndose salvado, puede gozar de nuevo de la alegría y la amistad con su Dios, al que quiere dedicar toda  su vida para alabar y bendecir su santo nombre:

                  Devuélveme la alegría de tu salvación,
           afiánzame con espíritu generoso.
             Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.

                    Dios, ha hecho a su Hijo, Cristo Jesús, solidario con la humanidad pecadora, para que, por medio de Él, alcancemos la justificación. Pues, habiendo  sido en su vida tentado como lo somos nosotros, es modelo y ejemplo de  penitencia, y de amor y fidelidad al Padre del cielo:

                    ”Vete, Satanás, porque está escrito: AL SEÑOR, TU DIOS, ADORARÁS Y A ÉL SOLO DARÁS CULTO. Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y lo servían “

                    También es Jesús, el que nos mueve y empuja a vivir en constante espíritu de conversión, con el fin de que, practicando en esta vida la “justicia” estemos abiertos a su salvación, “PORQUE, DONDE CRECIÓ EL PECADO, MÁS ABUNDANTE FUE LA GRACIA”.


                    Y, para nosotros, los cristianos, la cuaresma ha de ser un camino de conversión y de sincera súplica por nuestros pecados y por los de la humanidad entera. Porque,  siguiendo a Cristo Jesús por el camino de la cruz, camino de entrega y de amor hasta su muerte y gloriosa Resurrección y  por la que es constituido por Dios autor de La Nueva y Eterna Alianza, llegaremos a la alegría gozosa de la pascua, y más definitivamente, a la resurrección  eterna, en la vida nueva y plena de la gloria del Padre.