miércoles, 29 de junio de 2016

Solemnidad de S. Pedro y S. Pablo


SAN  PEDRO  Y  SAN  PABLO
  
EL ANGEL DEL SEÑOR
LIBRA A LOS QUE TEMEN A DIOS

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P
.

                  En la solemnidad de SAN PEDRO Y SAN PABLO, el salmo 33 recoge y expresa los sentimientos de alabanza y gratitud de los dos apóstoles.  Pablo dice: “El Señor me libró de la boca  del león”  y,  Pedro,   liberado  por el ángel del Señor mientras La Iglesia oraba por él, afirma: “El Señor ha  enviado a su ángel para librarme de las manos de Herodes y de la expectación de los judíos”

                  El salmo 33, es un  himno de alabanza y de acción de gracias, sentimientos que brotan del corazón de un orante desde su pobreza  y humildad, y que, en su sufrimiento y desamparo, pero llevado de una fe inquebrantable en la bondad de Yahveh, ha experimentado la liberación y la salvación.

Bendigo al Señor en todo momento
su  alabanza está siempre en mi boca
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren.

                 El salmista,  después de invitar a los sencillos, a los que son y piensan como él,  a escuchar y alegrarse en la alabanza al Señor, les persuade a que se unan  a esta adoración divina, ya que, Yahveh, atiende a cuantos le invocan, porque, es el Dios que siempre libera, sana y restablece.

Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor y me respondió,
me libró de todas mis ansias.
 
                  Pero,  no solo el Señor escucha y acoge al que le invoca, sino que, además,  alabarle y  contemplarle, es quedar radiantes ante él, repletos de luz y de hermosura, participar de su belleza  y de su vida, quedar divinizados:
                 
Contempladlo y quedaréis radiantes,
vuestro  rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha
y lo salva de sus angustias

                 Más, también, Yahveh,  envía a sus ángeles, mensajeros divinos, para que realicen su voluntad en favor de los hombres. Así de bueno y amable es el Señor con los que sinceramente le buscan:                       

El ángel del Señor acampa
en torno a sus fieles y los protege.
Gustad y ved que bueno es el Señor;
dichoso el que se acoge  a él.

                    Recordamos, también, en las lecturas bíblicas de esta celebración, la confesión sublime y admirable de Pedro: “TÚ ERES EL MESÏAS EL HIJO DE DIOS VIVO“, después de haber preguntado Jesús: - Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Y el testimonio valiente y sincero de Pablo confesando: “EL SEÑOR ME AYUDÓ Y ME DIO FUERZAS PARA ANUNCIAR ÍNTEGRO EL MENSAJE, DE MODO QUE LO OYERAN TODOS LOS GENTILES”.
           
                    También, Cristo Jesús, NUESTRO SEÑOR y ejemplo de vida  para todos los cristianos, en la angustia y soledad de Getsemaní, fue liberado por el PADRE, durante  una oración profunda y confiada en la que, quedó confortado con la presencia de un ángel del cielo. Así  pudo consumar su entrega hasta la muerte, fuente de salvación y de gloria para todos nosotros.


                     Y, de igual manera, todos nosotros, si de verdad sabemos acogernos al Señor, desde una fe profunda, sincera y amorosa, en las necesidades y  aprietos que siempre nos acechan,  tendremos la dicha de sabernos protegido y acogidos por Dios, nuestro Señor. Y gozaremos de la felicidad de reconocer y confesar  su bondad salvadora, que ha de movernos a una continua alabanza de contemplación y de acción de gracias en la que,  quedaremos radiantes, al participar de su misma vida y gloria.

sábado, 25 de junio de 2016

Domingo XIII- C


DOMINGO XIII DEL T. ORDINARIO - 

EL SEÑOR ES MI LOTE Y MI HEREDAD


Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Jesús inicia un camino en fidelidad y obediencia al Padre, mediante un amor entregado y servicial a los hombres, sus hermanos. Camino que le conducirá hasta su muerte y resurrección. Y, Cristo Jesús, nos invita a hacer ese mismo camino en su seguimiento, a vivir su misma vocación de generosidad y entrega a la obra salvadora de Dios, con la que se verificará la implantación de su Reinado, de justicia y de paz, para toda la humanidad.

                 Seguir a Jesús, viviendo su misma vida de amor y de donación, es tarea difícil, comprometida, y comporta valor y riesgo. Así lo fue, también, para el profeta Eliseo, cuando tuvo que dejarlo todo para seguir a Elías, el profeta. Pero, el desprendimiento, siempre es fuente de gozo y de felicidad, para el que quiere poner únicamente en Dios su mirada y todo su amor, viviendo solo para Él, hasta poseerlo como el único bien de su vida y de su alma.

                    El salmo 15, canta la vocación de quien tiene su mirada puesta únicamente en Dios, porque, en seguirle sólo a él, encuentra su plenitud y felicidad:

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti,
yo digo al Señor: “Tú eres mi bien”.
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,
mi suerte está en su mano.

                   Este poema, uno de los más preciosos del salterio, pertenece al grupo de los salmos de “confianza individual”. El salmista, encuentra en Yahveh, en su amor y cercanía, la fuerza y seguridad para afrontar todo lo demás. Así, su gozo es, sentirse llamado al fiel cumplimiento de su Alianza, y su único bien, el más preciado de todos, es, poder bendecirle, ensalzarlo y alabarlo por toda la vida:

Bendeciré al Señor que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.

                    La confianza que tiene el salmista en Yahveh, llena su propio ser de alegría y de júbilo, pues, ya nada podrá separarlo del gozo de poseerle, y de hacer de su vida, una esperanzada y gozosa entrega de oración y de alabanza:

Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
 y mi carne descansa serena:
porque no me entregarás a la muerte,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.

                    La cercanía en el seguimiento del Señor Yahveh, instruye al orante en los aconteceres de la vida. Su alegría no perecerá, sino que será eterna, como una participación gloriosa en la fiesta de la eternidad celestial.

Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.

                    Y, nada más grande y digno para un cristiano, que sentirse llamado por Cristo Jesús a participar de su misión redentora y salvadora, encomendada por el Padre, y sentirse, como el mismo Jesús, “ungido del Señor”, destinado a testimoniar, con su vida, la grandeza y magnitud de su gloria.

                    Contamos, además, con la fuerza de la comida eucarística de Jesús; con el alimento de su cuerpo y de su sangre entregados y compartidos. Manjar, que es fuerza y energía, que nos acompaña en su seguimiento y nos conduce a vivirlo con radicalidad y hasta con heroísmo, si es preciso, como nos lo indica Jesús en el evangelio:

                    -“EL QUE ECHA MANO AL ARADO Y SIGUE MIRANDO ATRÁS, NO VALE PARA EL REINO DE DIOS”

                    Es también, La Eucaristía, dulzura y consuelo que, nos anima y descansa, en las dificultades y que, nos hace ya pregustar las delicias del banquete eterno, del Reino de los cielos, que, el Padre, nos tiene preparado, para quienes, con generosidad, seguimos a Jesús con el testimonio y la entrega de nuestras vidas.

viernes, 24 de junio de 2016

Solemnidad de S. Juan Bautista


NATIVIDAD DE SAN JUAN BAUTISTA


TE DOY GRACIAS, SEÑOR,
PORQUE ME HAS ESCOGIDO PORTENTOSAMENTE

Por M. Adelina Climent Cortés  O. P

                    Dios, que en su onmisciencia lo conoce, lo abarca y lo penetra todo. El que,  con su presencia, está en todo lugar y tiempo, también da vida y sostiene a los hombres, a todos los seres humanos, a los que, nos mira,  sin cansarse, con cariño y amor, pues somos hechura suya, fruto de sus manos bondadosas y creadoras, y que, por estar inmersos en su Luz, sabe nuestro nombre y conoce todos nuestros pensamientos, palabras, deseos y acciones, de manera que, en Él “vivimos, nos movemos y somos”.

                    A este Dios, que con tanta bondad y desvelo nos ama, nos cuida y protege, le alabamos y ensalzamos cantando el salmo 138 –considerado como uno de los himnos más hermosos del Antiguo testamento- con el que, le manifestamos,  nuestra total gratitud y  pertenencia.

“Te doy gracias, Señor, porque me has escogido portentosamente”

                    Es lo mismo que confiesa el salmista, desde una fe honda y confiada en Yahveh, su Dios, al que reconoce  pertenecerle totalmente, pues, se sabe protegido por su amor desde el seno materno y amparado por su Espíritu, que le va conduciendo con paso firme y seguro, en  su vivir cotidiano: 

Señor, tú me sondeas y me conoces:
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares.

                    Pero, el salmista, no se cansa de dar gracias a Yahveh, su Dios, que, en su sabiduría, ha creado  todas sus obras y, de manera más sublime aún, a todas sus criaturas:

Tú has creado mis entrañas,
me has tejido en el seno materno,
porque son admirables tus obras.

                    Y, puesto que Yahveh, escoge y crea de manera tan admirable  y sobrecogedora a cada uno de los humanos, deduce el salmista, que, la protección de sus manos salvadoras no ha de faltarle nunca y que,  por su parte,   ha de corresponderle debidamente, es decir, viviendo sólo para Él, reconociendo que en todo momento le pertenece, y, trabajando para que, su causa, sea reconocida y estimada por los demás. 

Conocías hasta el fondo de mi alma,
no desconocías mis huesos.
Cuando, en lo oculto, me iba formando
y entretejiendo en lo profundo de la tierra.

                    Y, de manera parecida al salmista, cuenta, el profeta Isaías, su elección por parte de Dios: “Estaba yo en el vientre y el Señor me llamó en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre” Para, después, añadir la llamada que le hizo: “Es poco que seas mi siervo: “Te hago luz de las naciones, para que, mi salvación, alcance hasta el confín de la tierra”.

                    También, por idénticos motivos, celebramos hoy, al más grande de los nacidos de mujer y, al mayor de los profetas, JUAN EL BAUTISTA, el que, fue elegido por Dios portentosamente, de manera que, su nacimiento, fue motivo de gozo y alegría, no solo para sus padres, sino también  para muchos,  puesto que, su misión, sería mostrar al CORDERO QUE QUITA EL PECADO DEL MUNDO.

                    Pero, no solo JUAN EL BAUTISTA y los profetas importantes dentro de la historia de la salvación, sino que, también, todo hombre: varón o hembra, hemos sido elegidos y formados por Dios, desde el seno materno, para ser hijos suyos y  vivir como tales. Y, por nuestra parte, de igual modo, hemos de corresponder a esta elección y llamada, con nuestro testimonio de vida, anunciando la luz de la salvación que ha despuntado en su Hijo Jesucristo, el Señor, con nuestra entrega y en su total seguimiento, de manera que, también, podamos cantar con gozoso entusiasmo y junto  con el salmista:


“TE DOY GRACIAS, SEÑOR, PORQUE ME HAS ESCOGIDO
PORTENTOSAMENTE Y PORQUE SON ADMIRABLES TUS OBRAS”.

sábado, 18 de junio de 2016

dom. XII del T. O.- C


DOMINGO XII DEL T. ORDINARIO – C



MI ALMA ESTÁ SEDIENTA DE TI, SEÑOR, DIOS MÍO

Por Mª Adelina Climent Cortés O.P.

                   
                    El Dios que mora en nosotros y que nos ama y sustenta, es el Dios, al que hay que buscar en todo momento, pues, en nuestro corazón late el anhelo insaciable de poseerle en plenitud; deseo,  que solo se puede calmar gustando  su dulce y amoroso encuentro. A este Dios tan deseado y buscado, cantamos hoy, en la liturgia dominical, el salmo 62.

                    Es un precioso salmo que describe hermosamente la aspiración mística de todo corazón que se sabe de Dios y tiende a Él. De la época de la monarquía, pertenece al subgrupo de los salmos llamados de “huésped de Dios”. Y, esto es precisamente, lo que quiere ser el orante rey, que, con fervor, lo reza y medita.

                    El salmista, fiel a La Alianza, y desterrado por sus enemigos, comienza haciendo una bonita confesión de fe suspirando contemplar a su Dios YAHVEH.  Anhela su cercanía, madruga y desea agradarle con sus obras y aspiraciones. Y, es tanto, el  anhelo de su alma,  que languidece de sed en su búsqueda, y, en el ardiente deseo de poseerle:

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.

                    Recuerda, el salmista, .el deleite que sentía y  llenaba su corazón, cuando, en el santuario, gozaba de su ternura y cercanía, contemplando su grandeza y majestad. Dicha inmensa esta, que llenaba su vida, pues nada era comparable a este vivir solo para agradarle y contemplarle:

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.

                    De nuevo, el salmista, promete seguir alabando y bendiciendo a su Dios Yahveh. Quiere ser fiel a su Alianza e invocarle en sus necesidades, pues sabe, por experiencia, que, solo en esto radica la felicidad de su vida y la de todo fiel israelita. También  está seguro que, porque Dios siempre es fiel al que le suplica, volverá a gozar de su paz y dulzura  en el templo, participando de los banquetes que siguen a los sacrificios de comunión:

Toda mi vida te bendeciré,
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos.

                    El salmista no cesa de poner su confianza en Dios, pues si  siempre le ha auxiliado, ¿como no lo va hacer ahora? y se promete seguir alabándole con júbilo, pues estando unido a Él  nada más puede desear:

Porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti
y tu diestra me sostiene.

                    Y, si lo importante para el salmista fue experimentar el gozo y el deleite de vivir su vida en Dios, en el gozo de su Señor. Para nosotros, también ha de ser, suspirar por conocer el DON de Dios en su plenitud, que es Cristo Jesús: “SI CONOCIERAS EL DON DE DIOS…YO TE DARÍA AGUA VIVA  (Jn 4,10).

                   Es, CRISTO JESÚS, el agua que colma toda sed y sacia toda necesidad, la  que tiene nuestro espíritu de encontrar la felicidad en Dios.

                    Pero, el Evangelio de hoy,  nos recuerda que, seguir a Jesús no es fácil y sí muy costoso. A la confesión triunfalista de Pedro: TU ERES EL MESÍAS DE DIOS, prohíbe, a los discípulos, decírselo a nadie y añadió:

                    -“El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar al tercer día”.

                    Así, pues, conocer el don de Dios es saber y experimentar que, solo desde la cruz,  puede brotar el agua que sacia la sed de Dios:

                   “El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda  por mi la encontrará”

                   Y, solo en este seguimiento de Jesús y amándole, el DON de Dios SE NOS CONVERTIRÁ DENTRO EN UN MANANTIAL QUE SALTARÁ HASTA LA VIDA ETERNA


viernes, 10 de junio de 2016

Domingo XI del T. Ordinario

DOMINGO XI DEL T. ORDINARIO - C



PERDONA, SEÑOR, MI CULPA Y MI PECADO

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    La fe sincera en la bondad salvadora de Dios, lo hace presente en nuestras vidas y muy cercano a todo lo que hacemos y somos. Y, su amor misericordioso, que sabe tener en cuenta nuestra pobreza y vulnerabilidad, nos acoge en todo momento, incluso cuando le ofendemos con nuestra indiferencia y  pecado, para darnos su gracia y  perdón.

                    La dicha y la felicidad que encuentra el pecador en la acogida amorosa del Dios, que nunca quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva, la expresa y canta, muy hermosamente, el salmo 31.

                    Pertenece este salmo, a la época del exílio y es, un canto de “acción de gracias” individual. También, litúrgicamente, es el segundo de los llamados “salmos penitenciales”. En este poema, el orante, que se reconoce pecador, relata, con sinceridad y agradecimiento, la intervención salvífica y sanadora del Dios Yahveh, en su persona y  vida, después que hubo reconocido, con humildad, su pecado, y de  haber implorado confiadamente su misericordia.
 
                     Comienza el poema, con una invitación a la alabanza en forma de bienaventuranza. El Señor, Yahveh, tiene que ser alabado, porque es el Dios, que siempre perdona y ama y porque, además, colma de felicidad al hombre, que, se sabe perdonado y acogido:

                                      Dichoso el que está absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
dichoso el hombre a quien el Señor
no le apunta el delito.
   
                    Con profunda emoción y, lleno de agradecimiento, el salmista, cuenta su experiencia vivida, no exenta de dolor, y, cómo, movido por la gracia de Dios, pudo reconocer su culpa y confesar su pecado:

Había pecado, lo reconocí,
no te encubrí mi delito;
propuse: “Confesaré al Señor mi culpa”,
y tu perdonaste mi culpa y mi pecado.

                    Y, mas alabanzas a Yahveh, brotan del corazón agradecido del salmista, que, se siente liberado y desbordante de alegría: gozo, que desea comunicar a los demás, uniéndolos a su alabanza y acción de gracias:                   

Tú eres mi refugio: me libras del peligro,
me rodeas de cantos de liberación.
Alegraos, justos, y gozad con el Señor,
aclamadlo, los de corazón sincero.

                    Alegría y gozo, porque, reconciliados con Dios, nuestro corazón rezuma  felicidad y  confianza, ya que, nadie, nunca jamás, podrá apartarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, que murió por nosotros en La Cruz, para reconciliarnos con el Padre y vivir, también, reconciliados unos con otros y con todos los hombres, nuestros hermanos.

                    En el Evangelio consta lo que Jesús dijo a Simón el fariseo, de  la mujer pecadora:”sus muchos pecados le están perdonados, PORQUE TIENE MUCHO AMOR”  y después, dijo a la mujer: -“TU FE TE HA SALVADO, VETE EN PAZ”. 

                   Esta entrega de Cristo Jesús y la salvación universal que obtenemos, sin  mérito de nuestra parte, ha de movernos a vivir en espíritu de conversión y de sincero agradecimiento.


                   Y, en La Eucaristía, sacramento de amor y reconciliación, es donde, comulgando el cuerpo y la sangre de Cristo Jesús, nuestro Salvador, lograremos hacer crecer nuestra fe y adhesión a El, hasta el punto de poder  decir con Pablo: “Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí”.  Y vivir en Cristo, supone, vivir amando hasta el extremo, como Él vivió y amó, ya que, solo el amor, puede perdonar la multitud de nuestros pecados y otorgarnos la salvación plena y total, La Vida Eterna. 

sábado, 4 de junio de 2016

Domingo X del t. Ordinario- C


DOMINGO X DEL T. ORDINARIO - C
  
TE  ENSALZARÉ,  SEÑOR, PORQUE  ME  HAS  LIBRADO

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Nuestra alabanza es, también, aclamación y gratitud al Dios de La Vida, al Dios que, por ser principio y Vida sin fin, se goza en darla y, en crear cuanto existe. Es el Dios que nos ha hecho a su imagen y semejanza por amor,  el que nos llama a vivir en su justicia, en su santidad, haciéndonos pasar, por su gracia y perdón, de la muerte a la vida;  de toda situación de injusticia y de  pecado, propia de la naturaleza humana, a una existencia luminosa y feliz, donde se podrá gozar en plenitud sin límites,  celebrando  la gran fiesta de La Vida Eterna en la comunión de amor con Dios.

                    Es, por lo que cantamos con gozo a nuestro Dios el salmo 29, pues,   justificándonos, nos hace inmortales. El salmo, es un canto de alabanza y de acción de gracias de los tiempos del preexílico, que se empleaba en algunas fiestas litúrgicas y concretamente en La Dedicación del Templo. Narra la historia de un yahvista que, acogiéndose   confiadamente a su Dios Yahveh,  éste, ha perdonado  su pecado y le ha curado de la terrible enfermedad que padecía, liberándole, asimismo, de la muerte, y por tanto, de la burla de sus enemigos:

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.

                    Y, por lo que más quiere el salmista, que se cante y alabe a su Dios, Yahveh, es, porque, le ha cautivado su gran bondad, su  manera de ser y de actuar tan excelsa y admirable, fruto de su gran misericordia y compasión, que le hace ser  lento a la ira y rico en clemencia, hasta no poder estar airado con su fiel criatura más que unos instantes, los necesarios para provocar su sincero arrepentimiento, ya que, olvidando pronto  el pecado del hombre, le colma de gracia y ternura por toda una eternidad, pues,  su justicia pasa de hijos a nietos, por ser inmortal:

Tañed para el Señor, fieles suyos,
dad  gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante,
su bondad de por vida;
al atardecer nos visita el llanto,
por la mañana, el júbilo.

                    De nuevo, bendición y más agradecimiento, del salmista a Yahveh, porque, en su fidelidad, no guarda rencor perpetuo, ni está siempre acusando, sino que, perdona y cura en toda ocasión, al comportarse como un padre que siente ternura por sus hijos,  los que ha hecho imágenes de su misma naturaleza sobrenatural, llamados a vivir su misma vida y relación de amor.

Escucha, Señor, y ten piedad de mí
Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.

                    El torrente abrumador de Vida, que es Dios, nos llega a nosotros por medio de su Hijo, Cristo Jesús: pues “Dios, rico en misericordia, por el gran amor que nos tuvo, nos dio vida por Cristo Jesús: estáis salvados por pura generosidad” (Ef 2,4s)  

                    Cristo Jesús, “el viviente”, es el que da vida: “-¡MUCHACHO, A  TI TE DIGO: LEVÁNTATE!  El muerto se incorporó y empezó a hablar y Jesús se lo entregó a su madre”

                    Jesús, es, el que nos ha levantado de nuestra postración y debilidad de pecado, haciéndonos pasar del llanto al júbilo. Y,  también, es el que nos ha liberado de la muerte corporal, por su entrega de amor hasta su muerte de Cruz y con su triunfante Resurrección. Así, pues, con La Victoria y Resurrección de Cristo Jesús, queda sublimada, de manera más radical y excelsa, nuestra inmortalidad, por la fuerza del Espíritu que se nos ha dado.


                    Ahora, nuestra humanidad ganada por Jesucristo, espera con fe viva, alcanzar su misma eternidad, mediante la comunión eucarística y existencial con Él, pan de Vida eterna, manjar de Resurrección; pues, comulgar el cuerpo y la sangre de Cristo Jesús, es, estar ya celebrando litúrgicamente la fiesta de La Vida, hasta que la gocemos mas plenamente, en la eternidad del Cielo.                                              

viernes, 3 de junio de 2016

Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús


EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS –  

EL SEÑOR ES MI PASTOR, NADA ME FALTA


Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Con alegría, fiesta y gozo, celebramos la solemnidad del SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. Y. lo hacemos,  porque este Corazón, el de Jesús, supera en bondad y en amor, a todos los corazones de los hombres... Es un corazón grande, inmenso, sin fondo. Todo un gran misterio, que contiene  el  amor tierno y sin medida,  entregado y fecundo de Dios. Es  el mismo CORAZÓN DE DIOS viviendo en su muy querido y amando HIJO, CRISTO JESÚS; el único corazón con capacidad  de acoger  a toda la humanidad y envolverla  en su entrañable misericordia.

                    Un corazón tan dilatado y tan repleto de amor, como el de Dios y el de su hijo Jesucristo, nadie lo puede tener; es único: “Cristo murió por nosotros cuando éramos aún pecadores: así demuestra Dios el amor que nos tiene” (Rm 5,8)  y nadie “podrá separarnos de ese amor de Dios manifestado por Cristo Jesús Señor nuestro” (Rm 8,39)

                    La liturgia de hoy, canta la grandeza inmensa del CORAZÓN DE JESÚS, con la imagen del BUEN PASTOR; que, solo vive para sus ovejas  y  desea el bien  y la  felicidad de cada una de ellas. Que busca a la que se halla perdida y, al encontrarla,  la carga dulcemente sobre sus hombros hasta dejarla cuidadosamente  en el redil. Y,  nosotros, cantamos la bondad de  este   tierno y amoroso corazón, contemplando el poema 22: el Salmo del Buen Pastor,  aplicado a Jesucristo nuestro guía y Señor.

El Señor es mi pastor,
nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.

                    Con Jesús, todo lo tenemos y nada nos puede faltar. El que se recuesta y descansa en su corazón,  se siente tan recuperado, tan nuevo, tan feliz, que vive saciándose de sus delicias, refrescándose de la hondura de su amor, y bebiendo del agua fresca que brota de su corazón, por lo  que ya  refrigerado, puede  pregustar la plenitud  de  la vida eterna.

                    Su pastoreo, el de Señor,  es delicioso, amable y gozoso, como suave y dulce es su nombre: JESÚS.  Su cercanía siempre recupera, allana lo escabroso, llena de luz la  oscuridad; su mirada y su voz sosiegan, hablan de paz; su diestra acoge y deleita como un abrazo de amor: 

Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara cayado me sosiegan
         
                    Jesús, prepara para nosotros, y a la vista de nuestros enemigos, una mesa suculenta, adornada y cubierta  con  mantel blanco  almidonado,  sobre el que está  el manjar eucarístico, SU CUERPO Y SU SANGRE, en el pan entregado y compartido y en el vino sobre la copa que rebosa vida y salvación; signo y precio de su NUEVA Y ETERNA ALIANZA. Alimento de vida eterna, que nos recupera, fortalece y diviniza. Es la misma  Vida Nueva  que crea unidad y  comunión en el cielo, entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo:

Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.

                    Caminar con Jesús, nuestro guía y BUEN PASTOR, es tan sublime y consuela tanto, que ya no puede haber otro bien,  superior a éste, en la vida.  Su misericordia nos acompaña y protege,  su bondad nos va transformando, hasta hacernos semejante a Él; nos va divinizando... Es vivir ya la dicha del cielo en  plenitud, porque allí nada tendrá fin; porque Dios solo es principio generador de vida nueva y de felicidad, en alabanza interminable, en bendición perenne, en fusión de amor inacabable:

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor

por años sin término. Amén.