viernes, 23 de diciembre de 2016

Navidad-2016


NAVIDAD - MISA DEL DÍA


LOS CONFINES DE LA TIERRA HAN CONTEMPLADO
LA VICTORIA DE NUESTRO DIOS

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.

Dios, siempre fiel a su  promesa de salvación, a través de los tiempos  ha ido desvelándola amorosamente, hasta quedar definitivamente realizada en su HIJO, CRISTO JESÚS, PALABRA ENCARNADA DEL PADRE, NACIDO DE MARÍA VIRGEN EN BELÉN, en condición pobre y humilde. Y, será Jesús, Dios y Hombre a la vez, carne de nuestra carne, quién la llevará a plenitud cuando aparezca  en su manifestación gloriosa.  Y en Él, “los  confines de la tierra han contemplado -y contemplarán- la victoria de nuestro Dios”

¡MISTERIO INMENSO DE AMOR!. Misterio, que acogemos con gozoso agradecimiento,   proclamando con júbilo  el salmo 97, uno de los himnos que cantaban los israelitas a Yahveh, Señor y Rey del Universo, reconociendo, así, sus obras salvadoras para con su pueblo. El orante lo entona con desbordante alegría, a la vez que, invita a la comunidad, reunida en asamblea litúrgica, a una alabanza festiva y profunda. Y, el gozo que les embarga, es debido, concretamente, a  la libertad que experimentan a su vuelta del exilio y por la alegría que sienten al poder restaurar la ciudad y su templo; motivos, estos, de esperanza y consolación para todos. Salvación y Victoria de Yahveh, su Dios  que, desde Israel, se extenderá a  las demás naciones, a las que, también,  revelará su justicia y misericordia,  y todos los pueblos podrán contemplar sus maravillas:
 
Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo;

el Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en  favor de la casa de Israel.

               Con sentido de universalidad y llevado de una  fe viva y profunda, el salmista orante, invita, también, a toda la tierra,  a dar una respuesta de alabanza agradecida,  con himnos y aclamaciones vibrantes, al  Rey y Señor de todo el orbe:                 
         
Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera,
gritad, vitoread, tocad.

Tocad la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas
aclamad al Rey y Señor.
                    
               Nuestro “cántico nuevo”, en los tiempos últimos y plenos que vivimos, es para  el DIOS QUE  NACE  NIÑO  Y POBRE EN UN PESEBRE, pero, que es esperado,  acogido y amado con cariño por sus padres María y José. Es alabado por los ángeles y arcángeles que, a la vez, le cantan con voz sublime y celestial: “GLORIA A DIOS EN EL CIELO Y PAZ A LOS HOMBRES QUE AMA EL SEÑOR” y,  también, es  adorado  por unos sencillos  pastores, que le ofrecen todo cuanto tienen.

¡MISTERIO INMENSO DE AMOR! El que nace hombre, el que se hace como  uno de nosotros, es EL DIOS Y EL REY DE LA VIDA, porque lo abarca todo con su sabiduría, su misericordia y su poder. Y,  su  Reinado no tendrá fin,  pues, sus características son  la paz,  la justicia y la rectitud. “Es el Sol que nace de lo alto” para  ser “Luz de las naciones”,  para hacernos “criaturas nuevas” de una humanidad nueva,  dándonos poder para ser hijos de Dios y hermanos de todos los hombres; y así, transportarnos a su luz admirable, cuando tenga lugar  la recapitulación de todo lo creado en Él, porque, aparecerá  en gloria y majestad. Y será, entonces, cuando de manera  plena y acabada,  “LOS CONFINES DE LA TIERRA CONTEMPLARÁN LA VICTORIA DE NUESTRO DIOS”.


VILLANCICO DE LAS MANOS VACIAS


Yo tenía
tanta rosa de alegría,
tanto lirio de ilusión,
que entre mano y corazón
el Niño no me cabía...
Dejé las rosas primero.
Con una mano vacía
-noche clara y alba fría-
me eché a andar por el sendero.

Dejé los lirios después.
Libre de mentiras bellas,
me eché a andar tras las estrellas
con sangre y nieve en los pies.
Y sin aquella alegría,
pero con otra ilusión,
llena la mano y vacía,
cómo Jesús me cabía
-¡y cómo me sonreía!-
entre mano y corazón.

José María Pemán

Nochebuena-2016


NAVIDAD. MISA DE MEDIANOCHE

  
HOY NOS HA NACIDO UN SALVADOR:
 EL MESÍAS, EL SEÑOR.

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Himno jubiloso y gozoso a LA GLORIA Y REALEZA DE DIOS, es el salmo 95, de David. Pertenece a la época del posexílio y de, esta, es su teología. Se le considera, también, como un canto de entronización del Rey. Y, la buena noticia que el autor pregona y que invita a anunciar a todo el universo es: EL REINADO DEL  SEÑOR, SU SALVACIÓN.

                    Si el sentirse libre nos llena de contento y el canto nos mueve al júbilo;  y si, con la libertad se recupera el gozo de poseer otra vez lo que se tenía por valioso y estimado, (como fue para el pueblo de Israel, el regresar a su tierra y patria después del exílio), es cuando, la alegría del corazón irrumpe en un cantar nuevo; y es, también, cuando, por la fuerza del entusiasmo, se puede invitar a otros pueblos, a la naturaleza, y a toda la creación, a unirse al canto en la alabanza a Dios, para bendecir su Nombre y proclamar su Victoria, desde una fe viva y profunda y con sentimientos de agradecimiento y amor:

Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre.

Proclamad día tras día su victoria,
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones.

                    La maravilla que canta el salmista, la que hay que contar a todas las naciones, y por la que se entona “un cántico nuevo”, es, porque Dios se ha dignado acordarse otra vez de su pueblo, les acompaña en todo momento haciendo camino con ellos, y, porque, actúa siempre, con benevolencia y con la fuerza de su poder; y todo esto, equivale a empezar otra vez de nuevo, con ilusión; a comenzar una nueva creación... Por lo que, el salmista, continúa y finaliza de manera jubilosa:

Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,
aclamen los árboles del bosque.

Delante del Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra.

                    El orante salmista invita de nuevo a la creación, a regocijarse y a cantar, porque intuye que, también esta: “vive en la esperanza de ser liberada de su esclavitud” Y, así, queda Dios convertido en Señor de toda La Historia, Luz de los pueblos, Rey de toda la creación; es el que llega e inaugura el REINADO ESCATOLÓGICO, el que hace los cielos nuevos y la tierra nueva...

                    Y, en esta NOCHE BUENA, en la que una Luz nos brilla, y disipa para siempre las tinieblas del mundo, el salmo 95 nos ayuda a regocijarnos y a cantar un cántico nuevo lleno de ternura y amor, ya que, “ha aparecido la gracia de Dios que trae la salvación para todos los hombres” y, también, porque Dios realiza la maravilla más grande de todas las maravillas: el HACERSE HOMBRE SIN DEJAR DE SER DIOS.

                     Es la conmemoración del NACIMIENTO DEL VERBO ENCARNADO DE MARÍA SANTÍSIMA; el que ES NUESTRO SALVADOR, MESIA Y SEÑOR... El que llega como Príncipe de La Paz y con ella trae la justicia y el derecho; el que se hace nuestro hermano y nos hace hijos de Dios... Es la celebración del NACIMIENTO DE JESÚS, evento sublime, tan gozoso, pobre y sencillo, que fue anunciado a los pastores: “HOY EN LA CIUDAD DE DAVID, OS HA NACIDO UN SALVADOR”, y, tan excelso y glorioso, que, los Ángeles desde el cielo, entonaron el más sublime canto de alabanza:

“GLORIA A DIOS EN EL CIELO Y EN LA TIERRA PAZ
A LOS HOMBRES QUE AMA EL SEÑOR”.

                   Si Jesús ha llegado y sigue llegando en todo momento a nosotros, amémosle con cariño, acojámosle con amor, porque es carne de nuestra carne y gloria plena de Dios.




sábado, 17 de diciembre de 2016

Domingo IV de Adviento


DOMINGO IV DE ADVIENTO - A


VA A ENTRAR EL SEÑOR: ÉL ES EL REY DE LA GLORIA

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.

                    Celebramos con gozo, que LA  SALVACIÓN DE CRISTO NOS LLEGA POR MARÍA, elegida por Dios para ser LA MADRE DE SU HIJO JESÚS. Y, hoy, la recordamos, con agradecimiento, junto con su esposo José, de la estirpe de David, de la que tenía que nacer el MESÍAS SALVADOR, como estaba anunciado. Y, con María y José, preparamos y esperamos con ilusión y regocijo la fiesta de La Navidad, la entrada del Señor, del Rey de La Gloria, en nuestro mundo, cantando el salmo 23, ya que, su poder y dominio universal, es la base de su bendición salvífica.

                    Este salmo lo cantaba Israel, de manera festiva y jubilosa, recordando la entrada del Arca de La Alianza en el primer santuario de Sión, cuando la presencia de Yahveh, el Dios creador y Señor de los Ejércitos, invadía el templo y lo llenaba de su gloria:

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

                    Y,  porque, para celebrar litúrgicamente y desde la fe, la salvación de Jesús, el Rey de la gloria, se necesitan unas condiciones, vamos a recordar las que se exigían a los israelitas para subir al monte del Señor y entrar en su santuario, en el que residía su trono de gloria con todo su poder, esplendor  y majestad:

¿Quién subirá al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes
y puro corazón.
                                    
                     Estas condiciones son las indispensables para caminar con rectitud y sinceridad por la vida  y, también, para responder debidamente al don de Dios, estar en su presencia y recibir su gracia,  junto con todas las demás bendiciones salvadoras:

Ese recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Este es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

                    Pero,  Dios, y su Salvación, cuando llegó la plenitud de los tiempos, se nos manifestó de manera más perfecta en su Hijo Jesús, que se encarnó y se hizo hombre, con el fin  de venir a nuestro encuentro para invadir el mundo de su amor y habitar, no desde el templo, sino en cada uno de los hombre y mujeres, por lo que se le impuso el nombre de “EMMANUEL”, QUE SIGNIFICA DIOS CON NOSPTROS”

                    Y, por tanto, es en nuestro corazón donde, como María, su Madre, le recibimos y le hacemos nacer para nosotros mismos  y para los demás; pues, su Salvación, el don más sublime de Dios a la humanidad, y también, su bondad, su amor, y todas sus gracias, que,  por ser difusivas, nunca descansan, han de  tomar posesión en todas las personas y en el orbe entero.

                    Que, de verdad, este deseo de Dios de ser y estar con nosotros, nos llene de gozo en las fiestas de Navidad y que, toda nuestra vida, sea un preparar y celebrar su venida, porque ÉL VIENE SIEMPRE  y cada vez con mayor intensidad, hasta que lo haga para siempre.

                    Esperémosle, pues, con la misma ternura y disponibilidad  de María, y con la entereza y el amor bondadoso de José, para adorarle con la sencillez y la alegría de los pastores y con los cantos de bendición y alabanza de los ángeles,  porque, ciertamente, “VA A ENTRAR EL SEÑOR:


ÉL ES EL REY DE LA GLORIA”

viernes, 9 de diciembre de 2016

Domingo III de Adviento


DOMINGO III DE ADVIENTO - A



VEN, SEÑOR, A SALVARNOS

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.

                   
                    ¡VEN, SEÑOR, A SALVARNOS! Es el grito esperanzado y gozoso de las lecturas bíblicas de este domingo, tercero de adviento, con el fin de aunar, en el mismo anhelo, el deseo de todos los que esperamos, con ilusión y alegría, el nacimiento del Señor Jesús, nuestro Redentor y Salvador. Es la alegría gozosa que, poéticamente expresaba Isaías en el renacer de la naturaleza por la bondad salvadora de Dios, al pueblo Israel, cuando, al regresar de Babilonia,  atravesaba el desierto antes de llegar a Sión: “El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa, florecerá como flor de narciso” Y, también, ante el desánimo y la desolación: “Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite; viene en persona, resarcirá y os salvará.

                   Y, porque el Señor siempre es fiel en el cumplimiento de sus promesas, y en toda ocasión nos acompaña sin abandonarnos nunca, pudiendo apoyar en él nuestra fe y esperanza, le alabamos y ensalzamos cantando el salmo 143

El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente,
hace justicia a los oprimidos,
da pan a los hambrientos.
El Señor libera a los cautivos.

                    Este salmo, es un himno de alabanza  a Yahveh, creador y defensor de los oprimidos. Se canta  al Señor, que en todo momento ejerce su poder salvador a través de su bondad y misericordia. También, el salmo, aclama y ensalza a Yahveh, porque, en su reinado, los menesterosos, los pobres y los desvalidos, que son  los que de verdad se lo pasan mal, son los primeros en sus atenciones y por esto, precisamente, los más queridos de Él:

El Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos,
el Señor guarda a los peregrinos.

                    Y, porque, Yahveh, es un Rey que gobierna y reina de manera diferente a como lo hacen los príncipes de esta tierra, que no satisfacen porque no pueden salvar, ejerce rectamente su poder y justicia, ayudando al pobre y al que sufre y estorbando los planes del que le oprime y se aprovecha de él. Y, porque puede obrar de esta manera, es digno de reinar eternamente y de ser aclamado por sus fieles en todos los lugares del orbe:

Sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión de edad en edad.

                    Este reinado ideal anunciado por Isaías y deseado por Israel, el pueblo que Dios se escogió como heredad, inició su cumplimiento en la encarnación de Jesús, el Hijo de Dios, el enviado del Padre, EL MESÍAS ESPERADO: “¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro? A lo que responde Jesús: “Id y anunciad a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia”.

                    Es lo que estos días preparamos celebrar con alegría y gozo desbordante, el nacimiento de Jesús, nuestro salvador. Y con esta espera, también seguimos esperando, con paciencia y constancia, AL MISMO JESÚS, EL MESÍAS SALVADOR, que llegará al final de los tiempos con su justicia y verdad, y que, aún sigue siendo  el “desconocido” para mucha gente, que, incapaces de descubrir  sus signos de bondad, no pueden beneficiarse  de su luz regeneradora, ni tampoco gozar del amor, de la paz y de los demás dones que nos trae La Navidad.


                    Pero, los creyentes, los que ya pregustamos su Salvación y poseemos la gozosa esperanza de poseerla en plenitud, hemos de ser capaces de dar testimonio de nuestra fe, haciendo lo que Jesús hizo; es decir, consolando y ejerciendo la misericordia con los más pobres y desvalidos, con los más necesitados, de manera que, vayamos construyendo su Reino, en el que todos, incluso los más alejados del Sumo Bien, puedan recibir de Cristo Jesús, la salvación plena de la vida eterna, donde habrá justicia y abundancia de pan para todos.

miércoles, 7 de diciembre de 2016

Solemnidad de la Inmaculada Concepción

LA INMACULADA CONCEPCIÓN

DIOS, EN MARIA, HA HECHO MARAVILLAS

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.

                                   
                   Es la fiesta entrañable de MARÍA en su INMACULADA CONCEPCIÓN, predestinada por Dios desde la eternidad a ser MADRE DEL REDENTOR, logrando dejar abierto, de este modo, un camino de esperanza y optimismo  a la creación entera, que vive, deseosa y anhelante, la venida gloriosa del Salvador.
.
                   Verdaderamente, DIOS SE HA COMPLACIDO EN MARÍA obrando en ella maravillas, y llenándola de su Gracia, es decir, enriqueciéndola de sí mismo y embelleciéndola con  virtudes y prerrogativas,  para hacerla digna  Madre de su Hijo Jesús, dando comienzo así,  la salvación prometida a toda la humanidad. Y, por esta tan grandiosa generosidad de Dios, que se ha complacido en “elegir” y exaltar de este modo a María, una criatura de nuestra raza y condición, y, porque, también lo hará con cada uno de nosotros, hijos suyos por su propia iniciativa, le damos gracias y alabamos  su nombre, cantando el salmo 97:

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
          
                    En María, el poder y la victoria de Dios alcanzan su culmen y esplendor. La fiesta de LA INMACULADA CONCEPCIÓN, desborda en todos los mortales júbilo, alegría y gozo, y es, fuente de fuerza y esperanza en la lucha contra el pecado y el mal. En María, el sol de justicia que nos trae la salvación, Jesucristo nuestro Señor, irrumpe, como un glorioso amanecer e ilumina una creación nueva, la del Reino de Dios:
           
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo.

                    Gracias a le generosidad de Dios con María y con toda la humanidad, y al  deseo del  pueblo ferviente, el ocho de Diciembre de 1854, pudo ser declarado dogma de fe, que, María, La Madre de Jesús, fue llena de gracia ya desde el primer momento de su existencia y concebida sin pecado, en vista a los méritos de su hijo Jesús, el Salvador.

El Señor da a conocer su victoria;
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel.

                    Y, del gozo de haber sido salvados por Dios, participa, también, toda la creación  que, gozosa, contempla y aclama a su creador en alabanza de su gloria; por lo que, también, hace fiesta a MARÍA INMACULADA, LA MADRE DEL REDENTOR, y la primera redimida de la humanidad, la que, con humildad, proclama agradecida la grandeza del Señor, en el Magníficat, y lo ensalza porque “su misericordia  llega a todos sus fieles de generación en generación”:

Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
 Aclamad al Señor tierra entera,
gritad, vitoread, tocad.

                    Pero, la festividad de LA INMACULADA CONCEPCIÓN, además de darnos alegría, paz. y optimismo, ha de despertar en todos nosotros, en todos los cristianos, un gran amor filial hacia ella, LA  SEÑORA, y deseos de imitar sus virtudes; sobre todo, su humildad, al sentirse “ESCLAVA DEL SEÑOR”, su agradecimiento, que le hizo decir: “SE ALEGRA MI ESPÍRITU EN DIOS MI SALVADOR” y más aun, su firme disponibilidad a los planes salvadores del Señor: “HÁGASE EN MÍ SEGÚN TU PALABRA” y, su honda fe receptiva, al acoger LA PALABRA en sus entrañas, para ofrecerla al mundo.


                    Y, porque, también nosotros hemos sido “elegidos” desde la eternidad, para ser hijos de Dios, tenemos que responder, generosamente, a las llamadas que el Señor nos hace constantemente, con el fin, de ir venciendo el pecado y el mal de nuestro mundo, de manera que pueda surgir la verdadera fraternidad entre los hombres de todos los pueblos, lo que, sólo conseguiremos si, COMO MARÍA, SABEMOS HACER NACER A JESÚS, EN NOSOTROS, PARA OFRECERLO A LOS DEMÁS.

sábado, 3 de diciembre de 2016

Domingo II de Adviento-A


DOMINGO II DE ADVIENTO - A

 QUE EN SUS DIAS FLOREZCA LA JUSTICIA
Y LA PAZ ABUNDE ETERNAMENTE

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.

                    Que florezca la justicia y que abunde la paz en nuestros días y siempre, es un deseo vibrante en el corazón de todo hombre de buena voluntad y un anhelo que sólo se verá cumplido en el gozo de la plenitud de los tiempos, los que con esperanza esperamos, más allá de la celebración de la Navidad, cuando tendrá lugar LA SEGUNDA VENIDA DEL SEÑOR, CON TODO SU ESPLENDOR Y MAJESTAD.

                    Este Reino definitivo lo pedimos a Dios con el salmo 71, uno de los  “salmos reales”, considerado como un cántico al “ungido” del Señor, el único Rey que puede hacer justicia y conseguir la paz, porque actúa según el querer de Dios. Es el salmo que cantaba el pueblo de Israel en momentos de crisis y dificultad, después del destierro de Babilonia, recordando la fiesta de la entronización del Rey, o en el aniversario de esta fecha. El salmo canta las cualidades que el pueblo desea que tenga su rey, al que considera como el representante de su Dios, Yahveh”:                                        

Para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud.

                    Tiene Israel tan identificado al Rey con su Dios Yahveh, que quiere, que su poder y gobierno sea universal, en todo el mundo hasta entonces conocido, donde habrá justicia y paz duradera:

Que en sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
que domine de mar a mar,
del Gran Río al confín de la tierra.

                    Además, SU REINADO, será para todos grande y sublime, porque, con su misericordia y compasión librará y protegerá, sobre todo, al indigente y al pobre, a los más desvalidos y desposeídos, lo que no han hecho, ni pueden hacer, los otros reyes:  

Porque él librará al pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres.

                    Igualmente se desea, que su nombre y su fama duren siempre, para que pueda ser reconocido y admirado por todos los pueblos y culturas a los que, con su bondad ha de bendecir y por los que será proclamado y ensalzado:

Que su nombre sea eterno
y su fama dure como el sol;
que él sea la bendición de todos los pueblos
y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra.

                    Pero el salmo, con toda seguridad, está hablando del MESÍAS ESPERADO, DE CRISTO JESÚS, el enviado del Padre, el que pasaría la vida haciendo el bien a todos y preocupándose con preferencia de los más pobres y desamparados, de los más menesterosos, de los enfermos y desheredados, de los pecadores y de todos los atribulados, a los que defendió haciendo justicia con rectitud y a los que amó con predilección, hasta entregar la vida por esta causa y por la salvación de todos.

                    Por lo que, Dios Padre, recompensó su gran generosidad y entrega resucitándole y dándole  gloria y dignidad al sentarlo a su derecha como Rey y Señor de todo lo creado; al que  ha confiado su juicio de salvación al final de La Historia, hacia la que, con esperanza, ha de caminar  la humanidad entera.


                    Y,  este caminar no ha de estar turbado por el miedo, sino que ha de ir acompañado de  gozo y de una firme confianza  en las promesas del Señor; pero eso sí, se nos exige estar atentos deseando su venida y DANDO FRUTOS DE VERDADERA CONVERSIÓN, practicando la justicia y el derecho con todos, trabajando por la paz y por los demás valores del Reino, hasta que lleguemos con alegría a su presencia y seamos acogidos, para siempre, en su gloria y felicidad.

sábado, 26 de noviembre de 2016

Domingo I de Adviento- A


DOMINGO I DE ADVIENTO - A
  
QUE ALEGRÍA CUANDO ME DIJERON:
VAMOS A LA CASA DEL SEÑOR

Por Mª Adelina Climent Cortés O.P.


                    Vivimos en tiempo de espera y de esperanza, que nos empuja a la plenitud de las promesas de Dios, que ya empezaron a cumplirse en el momento de la encarnación de su Hijo Jesús en las entrañas de María Virgen, inaugurando los nuevos tiempos de La Salvación. La conmemoración del nacimiento de Jesús, LA NAVIDAD QUE ESPERAMOS, es una ocasión relevante y propicia, para hacer crecer el anhelo de esta esperanza como un don gratuito de Dios, al que tiene que acompañar, de nuestra parte, una firme actitud de espera,  con la seguridad de que la fidelidad del Señor nunca falla.

                    Y, porque es tiempo de esperanza en un futuro pacífico y glorioso y, por lo tanto, de gozo, lo celebramos cantando al Señor, nuestro Dios, el salmo 121; el que cantaban los israelitas peregrinando hacia el templo de Jerusalén rebosando de dicha y felicidad,  alegría que aumentaba notablemente cuando se llegaba a la meta: 

Qué alegría  cuando me dijeron:
“Vamos a la casa del Señor”.

                    La alegría del salmista y de todo israelita, era por ir a Jerusalén, la ciudad amada de todos, La Ciudad Santa, porque en ella está el templo del Señor, donde mora Yahveh con todo su esplendor y majestad y, por lo tanto es, en este lugar, donde todos los fieles pueden encontrarse con su Dios, sentirse fortalecidos en su presencia y celebrar con gozo la fe. También, Jerusalén,  era visitada con alegría, porque era el lugar donde se administraba la justicia, fuente de seguridad y de equilibrio para todo el pueblo.

Según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor.
En ella están los tribunales de justicia
en el palacio de David.

                    Y, Jerusalén, como su nombre indica, era para todos los israelitas ciudad de paz, pero de una paz que, además de basarse en la justicia y proporcionar seguridad, es portadora de todos los bienes estimados y deseados, porque es la paz de la presencia del Dios, Yahveh, que llena toda la ciudad y que bendice a los que la visitan:

Desead la paz a Jerusalén:
“Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios”.

                    Pero, esta bendición de paz, FRUTO DE LA LEY Y DE LA PALABRA DE DIOS, no era solo para gozarla uno mismo, sino para desearla y transmitirla a los demás, como el bien más preciado y deseado, porque es la paz que, según Isaías, hará posible que todos “CAMINEMOS A LA LUZ DEL SEÑOR”

Por mis hermanos y compañeros
voy a decir: “La paz contigo”.
Por la casa del Señor nuestro Dios,
te deseo todo bien.

                    Isaías, inspirado quizá en este salmo, y en todas las peregrinaciones de Israel al templo de Jerusalén, ve, como una muchedumbre de pueblos numerosos, subiendo al monte del  Señor, encumbrado sobre las montañas; es decir, hacia el mismo Dios. Imagen y signo de lo que hace la humanidad que, camina afanosa, buscando la plenitud a la que Dios la tiene destinada.


                    Más, la promesa de plenitud para todos los hombres, por parte de Dios, en su REINO GLORIOSO, es un futuro de paz y de bienestar, en vida de comunión con el mismo Dios  y con los hermanos, en Cristo Jesús Resucitado. Paz y bienestar, que hemos de ir construyendo ya desde ahora, viviéndola primero en nosotros mismos con espíritu de conversión y deseándola a los demás como ya lo hacía el salmista: “La paz contigo”. Pues La Vida Nueva, el Reino de Dios, ya está entre nosotros como un anticipo de las realidades últimas, mientras esperamos la segunda venida de Jesucristo: “…A LA HORA QUE MENOS PENSÉIS VIENE EL HIJO DEL HOMBRE”. Esperanza, en la que, SU SALVACIÓN, se nos manifestará plena y deslumbrante. 

viernes, 18 de noviembre de 2016

Solemnidad de Cristo Rey


DOMINGO XXXIV. DEL T. ORDINARIO
CRISTO REY - C



¡VAMOS A LA CASA DEL SEÑOR¡

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    JESUCRISTO NUESTRO SEÑOR, ES EL REY DEL UNIVERSO. Es el Rey de los reyes, al que hoy, de manera solemne y jubilosa, festejamos y rendimos honor y pleitesía. Es el REY QUE VENDRÁ, con poder y majestad, desde su gloria eterna, para ejercer sabiamente su justicia, y PARA IMAUGURAR SU REINADO EN PLENITUD.

                    Si se cumplió el anhelo de Israel en el poco tiempo que duró la monarquía en el país, de tener un rey que condujera al pueblo y le diera alegría, paz y seguridad, con cuanta más razón nuestra alegría ha de ser inmensa sabiendo que, NUESTRO REY, el de los cristianos, y el de todos los hombres y pueblos, ES JESUCRISTO, acreditado como tal con su Muerte y Resurrección; el que nos conduce al  Reino Glorioso y Eterno del Padre.

                   Pero Jesucristo es un Rey que no ha venido a ser servido sino a servir, y, que ejerce su poder desde La Cruz. Es, por lo tanto, un REY CRUCIFICADO QUE MUERE EN LA CRUZ, y un Rey que tiene como única arma y escudo la entrega y el amor; de tal manera que, muere de amor y por amor y para nuestra salvación; con palabras de perdón y bondad para sus verdugos, con afecto y misericordia para el compañero desgraciado que, en otra cruz, le acompaña en el suplicio y que, desde su sufrimiento y humillación, sabe reconocer la grandeza y Señorío de Jesús: “ACUÉRDATE DE MÍ CUANDO LLEGUES A TU REINO”, a lo que Jesús responde: “HOY ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO”.

                    Y, mientras contemplamos y adoramos a Cristo Rey en La Cruz, y, al mismo tiempo, glorioso y rigiéndonos desde La Jerusalén del cielo, le cantamos, agradecidos, el salmo 121, conocido como uno de los “cantares de Sión” y como el principal de los “salmos de las subidas”. En este poema, los peregrinos expresaban toda su alegría mientras caminaban hacia el templo, gozo que aumentaba cuando llegaban a la meta:

Que alegría cuando me dijeron:
“Vamos a la casa del Señor”.
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales Jerusalén.

                    Jerusalén, es la ciudad amada y deseada por todo el pueblo de Israel; la ciudad santa que desborda alegría y júbilo en todos los que la visitaban y visitan, porque allí se encuentran con su Dios, pues, en su Templo, es donde, para el israelita, mora y reside la gloria de Yahveh, con toda su majestad y esplendor:

Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus
las tribus del Señor.

                    Ciudad estimada, también, porque en ella quedó asentada la residencia de la monarquía, que, aunque fue corta en su duración, pasó a ser como el  símbolo de la unidad y esplendor del pueblo de Israel y de su pertenencia al Señor, Yahveh. Lugar, también, donde se impartía justicia para todos:

Según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor.
En ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David.

                    La Nueva Jerusalén es La Iglesia Santa, la madre de todos los creyentes, en la que, caminamos hacia La Jerusalén Celeste, donde Jesucristo tiene su trono y donde está coronado como el REY DEL CIELO Y DE LA TIERRA. Y, la gozosa alegría que sentían los peregrinos de Israel al comenzar su peregrinación y, al llegar a la meta, ha de ser la nuestra, y, muchísimo más sin comparación.

                    Porque nuestra meta final es LA JERUSALÉN DEL CIELO, la ciudad del Dios viviente, la ciudad de la paz, ya que, los que la habitan gozan de todos los bienes deseados y en abundancia. Y, es también, la ciudad morada y palacio del Rey eternal, JESUCRISTO NUESTRO SEÑOR Y SALVADOR, al que hoy aclamamos con respeto y amor cantando con júbilo:

Anunciaremos tu reino, Señor, tu reino...
Reino de paz y justicia, reino de vida y verdad.
Reino de amor y de gracia, reino que habita en nosotros.
Reino que sufre violencia, reino que no es de este mundo.

Reino que ya ha comenzado, reino que no tendrá fin.

sábado, 12 de noviembre de 2016

domingo XXXIII del comen


DOMINGO XXXIII DEL T. ORDINARIO - C

EL SEÑOR LLEGA PARA REGIR LA TIERRA CON JUSTICIA


Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Al Señor, que llegará con majestad al final de la historia, para descubrir lo bueno y lo malo de nuestro mundo, y que, a los que han querido seguir su camino de amor y generosidad honrando su nombre “LOS ILUMINARÁ UN SOL DE JUSTICIA, QUE LLEVA LA SALUD EN LAS ALAS” como nos  recuerda Malaquías… A este Dios, que se manifestará, sobre todo, con su misericordia infinita y que, ahora, es para todos una fuente de esperanza y consuelo, le  aclamamos y exaltamos con el salmo 97.

                    Este salmo en forma de himno, y cuyo origen es de los tiempos del posexílio, es uno de los “cantos del Reino” que entonaba Israel, con sentido litúrgico y profético, en la época de la restauración del país, después de habar sido liberado de la esclavitud, para exaltar el poder y la victoria de Yahveh sobre Babilonia. Poder y victoria que, desde Israel, el pueblo “elegido”, se extendería a todas las naciones del universo, por lo que, de esta manera, adquiere el salmo un sentido REAL Y ESCATOLÓGICO.

                    Todos los instrumentos musicales, que se empleaban en las celebraciones más festivas son poco para alabar y acompañar,  con un cantar nuevo, a Yahveh, Rey y Señor del Universo; el que, con su amor y poder lo ha creado todo, llenando el orbe de sus maravillas; y, que llega con su poder y amor, a revelarnos su victoria y su salvación.

Tocad la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor.

                    Y,  ante la llegada de Dios, toda  la creación en movimiento y con gozosa alegría, ha de alabar y bendecir, a su manera, al Creador de todo; al que llega con  gran poder y majestad para regir la tierra con su justicia y rectitud, que son los valores que le caracterizan y  los propios de su Reinado, aunque, en plenitud, se darán en el más allá. Y, así, de esta manera,  todas las naciones podrán reconocer SU VICTORIA:

Retumbe el mar y cuanto contiene,
la tierra y cuantos la habitan,
aplaudan los ríos, aclamen los montes,
al Señor que llega para regir la tierra.
Regirá el orbe con justicia,
y los pueblos con rectitud.

                    En los tiempos actuales, reconocemos la victoria y el señorío de Yahveh en Jesucristo Resucitado y Glorificado. Victoria incomparablemente mayor que la que se logró cuando la repatriación de Israel, y victoria  que será contemplada, también,  desde todos los confines de la tierra.

                    Más, la gran Victoria de Jesucristo Resucitado, es haber conseguido nuestra Salvación y la del todo el universo. Salvación que, ahora, hay que  vivirla en gozosa esperanza, mientras aguardamos su manifestación gloriosa al final de La Historia de La Humanidad.

                    Ante este evento, Jesús, con su palabra evangélica nos advierte: “os echaran mano, os perseguirán…, os harán comparecer ante reyes y gobernantes por causa de mi nombre: ASÍ TENDRÉIS OCASIÓN DE DAR TESTIMONIO”.

                    “Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá: CON VUESTRA PERSEVERANCIA  SALVARÉIS VUESTRAS ALMAS”.


                    Así, esta espera en esperanza, ha de hacernos crecer en la fe, viviendo en comunión con Dios, y con la confianza de que ya estamos salvados por el amor entregado y misericordioso de Jesucristo. Pero, eso sí, hemos de ser perseverantes en su seguimiento, intentando vivir como Él vivió, sembrando paz y concordia por doquier, ayudando a los más desvalidos y trabajando para que, vayan surgiendo en este mundo  los valores de Reino; y, solo de esta manera daremos razón de nuestra esperanza y estaremos unidos, con gozo, a toda la creación, que, expectante, aguarda y desea la venida del  Señor, que llegará para regir la tierra con su Salvación.