DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE
LETRÁN
VAMOS
A LA CASA DEL SEÑOR.
Por
Mª Adelina Climent Cortés O.P.
Que
alegría cuando me dijeron:
“Vamos a
la casa del Señor”
Así comienza el salmo 121; un canto muy
conocido y que, ha de llevarnos al
regocijo espiritual y al agradecimiento. También, es un salmo de
“peregrinación”, o de las “subidas”, de la época del posexílio. Lo cantaban los
israelitas, una vez al año, cuando subían al TEMPLO, MORADA DE YAHVEH Y
TABERNÁCULO DE SU GLORIA. Muy bonita manera de expresar, el pueblo, su profunda
fe en el Dios, que siempre salva y se compadece, y de manifestar su amor
entrañable a Jerusalén, la ciudad amada de todos. Aunque el camino era largo y
dificultoso, el salmista expresa la alegría del comienzo y el gozo inmenso de
la llegada:
Ya
están pisando nuestros pies
Tus
umbrales, Jerusalén.
El Salmo, conocido también como “Cántico de
Sión”, sigue diciendo que, los israelitas, además de ir a Jerusalén, para
alabar y bendecir a Yahveh en su templo y llenarse de gozo espiritual; suben,
también, porque, es en la ciudad santa, donde se administra la justicia, que
sólo es de Dios, pero, que hace participar de ella al pueblo, en la persona del
Rey, ya que, todo fiel sabe, que, el que busca con sinceridad a Dios, ha de
practicar la justicia y el derecho con el hermano y con todos los demás:
Jerusalén
está fundada
como
ciudad bien compacta.
Allá
suben las tribus,
las
tribus del Señor,
según la
costumbre de Israel,
a
celebrar el nombre del Señor;
en ella
están los tribunales de justicia
en el
palacio de David.
La búsqueda de Dios y la justicia entre los hermanos trae la paz y las
promesas de Yahveh con su salvación. Y, esto, es lo que encuentra todo
israelita en Jerusalén, ciudad de paz: la paz y seguridad que Dios da; y esto,
es lo que proclama el salmista con entusiasmo a los más próximos y a todo
Israel:
Desead la paz a Jerusalén:
“Vivan
seguros los que te aman,
haya paz
dentro de los muros,
seguridad
en sus palacios”.
Por
mis hermanos y compañeros
voy a
decir: “La paz contigo”.
Por la
casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo
todo bien.
Recemos el salmo, nosotros y todos los cristianos, con la alegría y el
entusiasmo que manifestaban los peregrinos; sabiendo que, con Cristo Jesús, paz
y justicia de todos los redimidos, formamos LA NUEVA IGLESIA, de la que Él es La
Cabeza y nosotros sus miembros; PIEDRAS VIVAS DEL EDIFICIO ESPIRITUAL, desde
donde mana LA SALVACIÓN para todos los que deseen aceptarla. IGLASIA UNIVERSAL,
que, a su vez, es imagen de LA JERUSALÉN CELESTE, morada eterna del DIOS VIVO y
del esplendor de su gloria, y, hacia donde todos caminamos guiados por el
Espíritu de Jesús, y donde Dios nos espera para compartir su gloria, que será
gozo jubiloso, y constante alabanza y
bendición.
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