viernes, 30 de octubre de 2015

Solemnidad de todos los Santos


TODOS   LOS   SANTOS

ESTOS SON LOS QUE BUSCAN AL SEÑOR


Por Mª Adelina Climent Cortés  O P.


                    Con gozo y júbilo celebramos LA FIESTA DE TODOS LOS SANTOS; de los que ya viven en Dios para siempre y en comunión con nosotros, los que  peregrinamos hacia la patria definitiva. Estos bienaventurados supieron, desde la fe y el amor a nuestro Dios y Padre y a todos los hermanos, hacer de sus vidas, un camino de seguimiento y de búsqueda de La Verdad y el Bien, por lo que, ahora,  ya gozan  de La Vida plena  junto a Cristo Jesús, el que, con su Resurrección, nos abrió las puertas del paraíso, después de habernos justificado con su entrega y amor. También, LOS SANTOS, son NUESTROS INTERCESORES, los que, con MARÍA  y los ÁNGELES, nos ayudan a avanzar por el  camino de la vida que conduce al cielo.

                    Y, al  contemplar, en el Apocalipsis, la felicidad eterna de los justos, y el gozo de la muchedumbre de fieles “DE TODA NACIÓN, RAZA; PUEBLOS Y LENGUAS DE PIE DELANTE DEL TRONO Y DEL CORDERO”, nos unimos a esta liturgia de alabanza y bendición de LOS SANTOS, con el salmo 23, dando gracias a Dios, por habernos destinado a su glorioso y excelso Reino.

                    Este salmo, es un himno alegre y gozoso, que se cantaba en las subidas en procesión al Templo, donde residía la gloria de Dios en toda su majestad y esplendor; y que, revive, la entrada del Arca en el primer santuario de Sión. En este canto, el orante invita a toda la tierra a alabar con alegría y acción de gracias a Yahveh, como Rey y Señor de todo lo creado:

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

                    El salmista,  pregunta, quién podrá subir al monte del Señor, es decir, hasta Dios, dando él mismo la respuesta. Sabe que la condición indispensable para entrar en el santuario donde se encuentra el trono de Yahveh, es, la pureza de corazón, que es un aspecto básico de la santidad, ya que, todo el que es limpio de corazón está ya viendo a Dios, pues, en su inocencia y rectitud, se mira, y resplandece la misma grandeza y santidad del Señor. También lo dijo Jesús: “DICHOSOS LOS LIMPIOS DE CORAZÓN PORQUE ELLOS VERÁN A DIOS”:  

¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes
y puro corazón.

                    El que tiene un espíritu íntegro, confía siempre en la bondad de Dios y en su infinita misericordia y, camina hacia Él, con sinceridad, en el cumplimiento de la ley; y, el mismo  Dios lo acepta, complacido, saliendo con amor a su encuentro. También  está capacitado para recibir la bendición del Señor y todos sus dones de bondad y de salvación:

Ese recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de Salvación.

                    Y, en Jesús de Nazaret, vemos los creyentes, al hombre inocente y limpio por excelencia; el que siempre vivió su fe según la ley del amor, hasta defenderla con la entrega de su propia vida, pero, con la esperanza de que, Dios, nunca lo abandonaría, como así fue, ya que, LA RESURRECCIÓN de CRISTO JESÚS, se ha convertido en VIDA ETERNA para todos los redimidos.

                    Agradecidos, hoy, cantamos su victoria y la nuestra. CRISTO JESÚS, ES VIDA Y SALVACIÓN, para todos los hombres, llamados a ser SANTOS, hijos de Dios y herederos de su Reino. Y, es el mismo Jesús, el que nos introduce en La Vida Eterna, en la que, Dios Padre, se nos manifestará y “SEREMOS SEMEJANTES A ÉL, PORQUE LE VEREMOS TAL CUAL ES”.

                    Importante, para nosotros, ha de ser el experimentar, cada día, la alegría de ser hijos de Dios y hermanos de Jesús, por haber creído en Él; y, de esta manera, los que están alejados de esta felicidad, podrán descubrir en nuestro amor y en nuestro actuar, la gran fuerza salvadora de Dios, la que nos santifica y nos va conduciendo hasta la plena felicidad, de la que gozan ya TODOS LOS SANTOS en el CIELO.

viernes, 23 de octubre de 2015

domingo XXX- tiempo ordinario- B


DOMINGO XXX DEL T. ORDINARIO - B


EL SEÑOR HA ESTADO GRANDE CON NOSOTROS
Y ESTAMOS ALEGRES

Por Mª Adelina Climent Cortés O.P.


                      Estamos contentos y  alegres por  haber descubierto los caminos de Dios, que son luz y felicidad -y también purificación-  para los que transitan por ellos. Son los caminos  en los que Dios nos conduce y acompaña, COMO UN PADRE LO HACE CON SU HIJO, a la dicha de La Salvación plena. Experiencia, esta, sublime y salvadora, que nos lleva a ser  agradecidos y a vivir confiados.

                      Con el salmo 125 queremos dar gracias a Dios por su salvación y por el gozo que ella nos proporciona. Está considerado como “un salmo de peregrinación”; como un “canto de las Subidas” y, también, como un “salmo de acción de gracias y de confianza”. Es de la época del posexílio y tiene en cuenta las enseñanzas de los profetas de este tiempo: “LOS GUIARÉ ENTRE CONSUELOS A TORRENTES DE AGUA, POR CAMINO LLANO”.

                      En la primera parte del poema, el salmista recuerda y hace recordar la aflicción vivida en el destierro, a la vez que, exhorta a la alegría y al regocijo por la liberación salvadora de Yahveh, que fue gozo y plenitud de vida.

                    Alegría, que ha de ayudarles, desde una fe  sincera y profunda, a superar las dificultades que se les van  presentando y que siempre surgirán, hasta que sea realidad acabada la  restauración de Jerusalén y de su Templo: Alegría grande y gozosas, de la que también participaron los pueblos vecinos y que, a Israel, le llevó a reconocer de nuevo la grandeza del Señor, y, a devolverle  el honor, que había perdido ante ellos, cuando aconteció el castigo:

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
La boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.

Hasta los gentiles decían:
“El Señor ha estado grande con ellos”.
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.
         
                       De esta experiencia religiosa y consoladora, que ha vivido Israel,  brota en el  salmista una súplica a Yahveh, para el presente, en la que pide cambie de manera estable y segura la suerte de su pueblo, convirtiendo su debilidad y pecado en fidelidad y lealtad a su Alianza; y les otorgue, además, vivir en  la  espera  confiada de que, todo esfuerzo realizado, ahora, será alegría y salvación para el futuro, cuando, con gozo y cantando, podrán recoger los frutos sabrosos de vida y gloria conseguidos:         

Que el Señor cambie nuestra suerte,
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas,
cosechan entre cantares

Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelven cantando,
trayendo sus gavillas.

                       También nosotros, todos los cristianos, con este salmo, damos gracias a Dios por la alegría y confianza que nos ha dado en su Hijo Jesucristo, el que ha cambiado, definitivamente, nuestra condición de pecado,  la de todos los hombres,  en gracia y vida de salvación. Y, porque, con su entrega y  amor, nos ha abierto un camino por el que, nos conduce y acompaña hasta la gloria del Padre.

                      Y Jesús, caminando con los hombres, se nos manifiesta como luz, paz, alegría, amor; es el que cura en todo momento nuestra vulnerabilidad y ceguera y nos abre a la luz de la fe, para que, caminemos con alegría en su seguimiento, con el fin de que vivamos su misma entrega de bondad y generosidad:

                     Por eso curó al ciego que estaba al borde del camino. Éste “al oír que era Jesús Nazareno empezó a gritar: - HIJO DE DAVID, TEN PIEDAD DE MÍ. Jesús, acercándose le dijo. –Que quieres que haga por ti. El ciego le contestó: –MAESTRO QUE PUEDA VER. Y Jesús le dijo: – ANDA TU FE TE HA SALVADO. Y RECOBRÓ LA VISTA

                      Pero, no solo nos lleva a la luz de la salvación, sino que, también quiere, que todos los cristianos seamos LUZ SALVADORA para la humanidad que camina en sombras de muerte, por el egoísmo, las guerras, y todas las injusticias que padece, y así,  podamos convertir nuestro mundo en caminos de gozo y alegría, de resurrección y gloria.

                      Pero, no solo nos lleva a la luz de la salvación, sino que, también quiere, que todos los cristianos seamos LUZ SALVADORA para la humanidad que camina en sombras de muerte, por el egoísmo, las guerras, y todas las injusticias que padece, y así,  podamos convertir nuestro mundo en caminos de gozo y alegría, de resurrección y gloria.


viernes, 16 de octubre de 2015

Domingo XXIX del T. O. -B


DOMINGO XXIX DEL T. ORDINARIO - B

QUE TU MISERICORDIA, SEÑOR, VENGA SOBRE NOSOTROS


                                          Por Mª Adelina Climent Cortés O.P.
                                                                                                     

                         Con gozoso júbilo, alabamos y bendecimos a Dios con el salmo 32, al que cantamos, agradecidos, para ensalzar su Palabra creadora y  su actuar, siempre  justo y leal,  fruto, todo, de su gran misericordia, que llena la tierra y toda la historia, de su presencia omnipotente.

                        Con este poema, repleto de belleza y de contenido sapienzal, con   características hímnicas, se invita a todos los fieles a aclamar con júbilo al Señor, Yahveh, por lo que es, por lo que nos ama y, también,  porque es fuente de dicha saberle tan cercano y bondadoso, dispuesto siempre a salvarnos:

Aclamad, justos, al Señor,
que la palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra.

                   Es el Dios que nos mira atento, porque es siempre bueno y leal. En todo momento nos espera, porque desea, también, que le busquemos implorando, confiadamente, su amor misericordioso y su gran ternura, con el fin de podernos salvar de nuestras limitaciones  y llenarnos de gozo:

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre.

                 Esta experiencia tan grata que tiene el salmista de Yahveh, por su fidelidad y lealtad con los que sinceramente le buscan, la canta en la asamblea de la comunidad creyente, desde una fe gozosa, segura y confiada, ya que  nada, ni nadie, podrá apartarles de la dicha de saberse salvados por él:

Nosotros aguardamos al Señor:
Él es nuestro auxilio y nuestro escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de tí.


                   Y, esta salvación, se nos ha manifestado más plenamente en Cristo Jesús, Palabra encarnada del Padre, el que transformará con su amor generoso y entregado,  la muerte y el pecado del mundo, en vida y eternidad gozosa,  convirtiéndose, de esta manera, en el sacramento de la misericordia salvadora del Padre, de su bondad y de su perdón para con los hombres.

                   Con su cercanía, Cristo Jesús, abre ante nosotros un camino de seguridad y confianza, y  en su fiel seguimiento nos va conduciendo hasta la total realización del plan salvador de Dios Padre, fruto de su justicia y misericordia para con nosotros los hombres, convirtiéndonos,  a todos, en alabanza  de su eterna gloria.

                   Hablar de Cristo Jesús y de su misericordia, a nuestro mundo, que la desconoce por completo, ha de ser la tarea de todo cristiano si es coherente con su fe. Tarea que solo conseguiremos realizar si tenemos los mismos sentimientos y actitudes de Cristo Jesús:

                    “El que quiera ser grande, sea vuestro servidor;  y el que quiera ser primero,  sea esclavo de todos. Porque, EL HIJO EL HIJO DEL HOMBRE NO HA VENIDO PARA QUE LE SIRVAN, SINO PARA SERVIR Y DAR SU VIDA EN RESCATE POR TODOS”

                    Tarea que realizan admirablemente todos los misioneros, a los que hoy recordamos con agradecimiento. Su entrega y generosidad les lleva a dejarlo todo por amor a los más pobres y a toda la humanidad, y a entregar su vida al servicio de la justicia y la paz,  del Reino eterno, propagando la fe en Cristo Jesús y dando a conocer su verdad evangélica.  

lunes, 12 de octubre de 2015

Santa María del Pilar



SANTA MARÍA DEL PILAR - FIESTA


EL SEÑOR ME HA CORONADO,
SOBRE LA COLUMNA ME HA EXALTADO

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                     Ensalzamos y festejamos, con alegría y gratitud, a nuestra Reina y Soberana, SANTA MARÍA DEL PILAR, de Zaragoza, en la entrañable, patriótica y   popular fiesta de LA HISPANIDAD. Y, la luminosidad de su radiante y pequeña figura hace vibrar nuestro corazón de amor filial y agradecido, pues, a Ella acudimos, con fervor y devoción, para recibir su bendición y la de su Hijo Cristo Jesús,  que tanto fortalecen nuestra fe, esperanza, y amor.

                   A esta querida tierra nuestra, de España y Aragón, de  ritmo, baile y canción, lugar escogido junto al río Ebro, y consagrado, según la hermosa tradición, por SANTA MARÍA DEL PILAR, para estar siempre con nosotros; llegan, sin cesar, fieles de Latinoamérica y de todo el mundo, con el fin de venerar su Imagen querida, orar agradecidos, y depositar hermosas rosas y  flores de color ante su columna bendita,   que besan con fervor... Y, puesto, que todos los fieles la proclamamos MUJER DICHOSA entre todas, por ser LA MADRE DE DIOS, en su celebración litúrgica la ensalzamos con júbilo y amor, cantando el salmo 26.        

                    Estamos, ante un hermoso salmo, de súplica confiada, que el orante canta  al Señor Yahveh, que, en su gran bondad, siempre acoge y salva con misericordia, Y, porque también nosotros, sentimos la ayuda y protección de nuestro DIOS en todo momento, con la de su MADRE, SANTA MARÍA DEL PILAR, decimos:

El Señor es mi luz y mi salvación;
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida;
¿quién me hará temblar?

                   Más, como  lo que  canta el orante de su Dios Yahveh, es signo de lo que, Santa María Virgen y Madre, nos defiende y protege en cada momento de la vida, proseguimos con el salmista:

Si un ejército acampa contra mí,
Mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo.

                    Y, si, el Dios Yahveh, en su santuario, daba confianza y seguridad a Israel, con su presencia y cercanía; también, LA VIRGEN MARÍA, nos llena de felicidad y contento, por ser el ARCA DE LA NUEVA ALIANZA, que nos trae al SEÑOR entre nosotros: 

Una cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor
contemplando su templo.

                    También, por ser  tanta la ternura y misericordia de Dios y la de su Santísima Madre, para con nosotros, con el salmista, cantamos, manifestando nuestro gozo y agradecimiento:
 
Él me protegerá en su tienda
el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca.

                    Más, siendo, que nunca desconfiamos de DIOS, ni de su DIGNA MADRE Y EDUCADORA DE LA PALABRA, podemos acudir, con plena seguridad, a SANTA MARÍA DEL PILAR, para que, nos conceda, saber  acoger y transmitir La Palabra Evangelizadora de Jesús, dando frutos de sincera conversión.

                    Y, puesto que, MARÍA, con los apóstoles reunidos, esperó al ESPÍRITU SANTO, y estuvo presente en el nacimiento de La Iglesia, como lo está ahora con nosotros, le pedimos, de todo corazón, la ansiada unidad de los cristianos, y el poder buscar siempre, y por encima de todo, el Reinado de Dios y su justicia.

                    Y, SANTA MARÍA DEL PILAR, que, como luz hermosa y claro día, es guía para cuantos la amamos, y la alegría de todo el universo, como también la del Cielo donde está sentada, como REINA, a la derecha de DIOS PADRE, nos conceda, a cuantos la amamos, el gozo inefable de tener parte en su misma gloria y, en  la de su HIJO CRISTO JESÚS, nuestro SALVADOR y SEÑOR.



sábado, 10 de octubre de 2015

Domingo XXVIII- B del T. Ordinario


DOMINGO XXVIII DEL T. ORDINARIO - B

  
                                      SÁCIANOS DE TU MISERICORDIA

                                       Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.

                    “Sácianos de tu misericordia y toda nuestra vida será alegría y júbilo”. Súplica  confiada a la bondad y sabiduría de Dios, llena de esperanza y de gozo, porque tiene presente la promesa de su salvación

                    Con esta súplica  comienza el salmo 89, poema de sabor sapienzal, y que sintoniza con la lectura de La Sabiduría, con la que,  nos enseña, a poner los sentimientos del corazón en Dios. Su datación, por tanto, es de la época del posexílio y está considerado como un “salmo de lamentación y súplica”

                    El poema describe, después de una introducción hímnica, una meditación de matiz antropológico, sobre la eternidad de Dios y la vida vulnerable y caduca del hombre. Y, en  los versos escogidos para la celebración de hoy, EL SALMISTA PIDE A YAHVEH SABIDURIA Y COHERENCIA para discernir y aceptar con realidad lo precario de la vida, la limitación del hombre, y, hasta el mal moral, y del  mismo pecado, desde una fe sincera  y confiada en Yahveh, el que siempre se compadece, protege,  perdona, y salva:
   
Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos.
         
                    Así, el salmista, en su experiencia de debilidad y pecado,  confía y espera en la fidelidad y misericordia de su Dios, Yahveh, que, será capaz de salvar y de transformar, en su interior, el juicio duro que tiene de sí mismo, en un aceptarse sincera y amorosamente; a la vez que, conseguirá dar  sentido a su vida  y  plenitud a todas sus obras:

Por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo;
danos alegría por los días en que nos afligiste,
por los años en que sufrimos desdichas.
                     
                    Reconociendo este obrar tan generoso  de su Dios, Yahveh, el salmista, más optimista y con una fe ya  purificada, desea,  que esta acción  salvadora de Dios sea valorada y apreciada por la comunidad de fieles y que, su gloria, sea admirada por otras generaciones, con el fin de que todos puedan  bendecirle y alabarle:

Que tus siervos vean tu acción
y sus hijos tu gloria.
Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos.
                  

                    El rezo de este salmo nos ha de ayudar a reconocer la gratuidad de Dios, que, en su SABIDURÍA, nos enseña a relativizar lo que carece de importancia, para aceptar y vivir según sus justos juicios, que siempre son de salvación.


                    Más, el gran regalo de Dios a la humanidad es Jesucristo, el que, con su amor, llevó a cabo de manera plena y total, la salvación y la reconciliación del género humano; y el que, con su ejemplo de vida, nos propone un camino de gratuidad,  de libertad y de perfección:

                    “Os aseguro, que quien deje casa, o hermanos, o hermanas, o madre, o padre, o hijos, o tierra, por mí y por el Evangelio, RECIBIRÁ AHORA EN ESTE TIEMPO CIEN VECES MÁS  y en la EDAD FUTURA VIDA ETERNA 

                    Y, es Jesucristo, el que nos enseña a poner nuestro corazón y nuestra confianza, no en las obras que realizamos que, por supuesto, han de ser buenas, sino en la misericordia fiel y entrañable de Dios, que  nos ama como Padre bondadoso.

                    También, en nuestra sociedad, en la que solo se valora el tener cada vez más, sea como sea, los que seguimos a Cristo Jesús, imitando su desprendimiento y confianza en el Padre, hemos de enseñar, a los demás, a  buscar con afán y sabiduría lo esencial, como son las virtudes y todos los valores humanos: la justicia, la paz, la fraternidad, el perdón, etc. Es decir,  todo lo que nos diviniza y hace de nosotros auténticos hijos de Dios y herederos de su gloria.

viernes, 2 de octubre de 2015

Domingo XXVII del Tiempo Ordinario


DOMINGO XXVII DEL T. ORDINARIO - B

QUE EL SEÑOR NOS BENDIGA TODOS LOS DIAS


                                         Por Mª Adelina Climent Cortés O.P.


                     Pedimos al Señor que nos bendiga, pues  creemos, que siempre estaremos  gozosos  y muy felices si, sinceramente, le buscamos con amor y hacemos lo que le agrada. Y,  con el salmo 127 insistimos y recordamos a Dios que, “nos bendiga todos los días de nuestra vida” convencidos de que ya lo hace así, pues lo propio de Dios es acoger, darnos su amor y todos sus bienes, también bendecirnos con su paz. Y esta seguridad es lo que nos llena de júbilo.

                     El salmo 127, pertenece al grupo de los “salmos de las subidas” De origen antiguo, se configuró definitivamente después del exílio, y tiene estilo sapienzal. Lo rezaban los israelitas en peregrinación a Sión, morada de la gloria de Yahveh, buscando su bendición.

                     Su primera parte está formada por una “bienaventuranza” en la que se canta a Yahvé su benevolencia con los buenos, con los que le son fieles y le temen,  como podían ser los que peregrinaban a Sión. Queda bellamente expresada esta bienaventuranza en el amor y en la dulzura y felicidad de una vida familiar, rica en fecundidad, en la que hay honradez y prosperidad, porque no falta el trabajo:
                                
¡Dichoso el que teme al Señor,
y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo,            
Serás dichoso, te irá todo bien

Tu mujer, como parra fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa.

                    La segunda parte, describe la bendición que recibían los peregrinos, del sacerdote del templo, antes de regresar a sus casas. Bendición que no iba dirigida solo a ellos y a sus familiares, sino a todas las generaciones de Israel, pues contiene un sentido  mesiánico, escatológico y también universal, ya que en Sión serán bendecidos todos los pueblos:                      

Esta es la bendición del hombre
que teme al Señor:
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida.

Que el Señor te bendiga desde Sión
que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!
    
      
                  Pero la mejor bendición de Dios a la humanidad es  Cristo Jesús, su Hijo encarnado, el que con su amor salvador se hace hermano de todos los hombres, para hacernos  hijos de Dios. Toda su vida fue una constante bendición para todos, y más, si cabe, para los niños y los más sencillos y humildes:

                    “-“Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el Reino de Dios”

                    “Y LOS ABRAZABA  Y BENDECÍA IMPONIÉNDOLES LAS MANOS”

                   En  todo momento  transmitía la dicha que poseía y reflejaba  su ser, y que dejó explicitada  en  las Bienaventuranzas que proclamó al comienzo del sermón de la montaña, a la vez que invitaba  a sus oyentes, y también a todos, a vivirlas y practicarlas, por ser el camino que ha escogido el Padre para  sus hijos; camino  que nos conducirá a obtener, en recompensa, el gozo del cielo: “Venid benditos de mi Padre...”

                 Dicha que experimentamos, también, todos los cristianos cuando asistimos a La Iglesia, La Nueva Sión, y participamos de La Eucaristía de Jesús, banquete celestial bendecido y ofrecido por Cristo Jesús, y signo escatológico de las bodas que celebraremos en el cielo, en la vida familiar y fecunda del mismo Dios, donde participaremos eternamente de su bondad y de su amor.