viernes, 25 de septiembre de 2015

Domingo XXVI del Tiempo Ordinario


DOMINGO XXVI DEL T. ORDINARIO - B

LOS MANDATOS DEL SEÑOR ALEGRAN EL CORAZÓN

Por Mª Adelina Climent Cortés  O. P.


                      Rezamos y contemplamos al Señor, FUENTE DE LA SABIDURÍA, con el salmo l8, canto de alabanza a Dios por su obra creadora y salvadora,  que realiza con el poder y la eficacia de su PALABRA.      

                      Este salmo consta de dos partes que se complementan. La primera, de origen muy antiguo, es un himno a Dios creador y  canta la belleza y el orden de la naturaleza, REFLEJO DE SU SABIDURÍA.  La segunda parte, es de origen más tardío, del tiempo posterior al exilio, y, es, un “poema didáctico” que canta y enaltece las excelencias de La Ley, como manifestación de la  voluntad de Dios, como algo que se desprende de su misma naturaleza divina. ES SU MISMA SABIDURÍA ENCARNADA EN LA LEY, EN SU PALABRA:
                 
                      La Ley, para los israelitas, era como el  reclamo de Yahveh al pacto establecido, en fidelidad y lealtad, con  su pueblo elegido. Su cumplimiento era  la mejor respuesta a La Alianza, y, por  tanto, gran motivo de gozo y felicidad.

                      “Los mandatos del Señor alegran el corazón y dan luz a los ojos” porque son consuelo, descanso y  felicidad para el hombre. Y, como, “la palabra del Señor es viva y eficaz”, si se acepta con gozo,  hace participar de su firmeza, y, si se  canta,  compromete a vivir según su voluntad. Así, su fiel cumplimiento, refleja La Sabiduría de Dios, que actúa desde el interior del hombre hasta lograr su transformación:

La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante.

La voluntad del Señor es pura
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos.
                 
                  Israel, al sentirse destinatario de La Ley y de las promesas del Señor, desea  observarla, para corresponder, de este modo, a tan sublime privilegio; pero sabe por experiencia, que no es cosa fácil, que siempre hay fallos y retrocesos en el arduo y costoso camino de fidelidad a La Alianza; por lo que,  el orante del salmo, pide a Yahveh perdón con sincero espíritu de conversión, por todo aquello, que, por no haber sido capaz de percibir,  le pueda a él desagradar.

Aunque tu siervo vigila para guardarlos con cuidado
¿quién conoce sus faltas?
absuélveme de lo que se me oculta.

Preserva a tu siervo de la arrogancia,
para que no me domine:
así quedaré libre e inocente
del gran pecado.
                                        
                                        
                      
                    También Jesús, SABIDURÍA DE DIOS, Y SU PALABRA ENCARNADA Y SALVADORA, en el que tenemos la seguridad del acceso al Padre; durante su vida, fue un fiel cumplidor de La Ley, la que llevó a plenitud sintetizándola en el amor a Dios y a los hermanos, los hombres. Precepto, que él cumplió con suma perfección, entregando su vida por amor a Dios y para nuestra salvación, constituyéndose así en autor de La Nueva y Eterna Alianza.

                    A sus discípulos, en el Evangelio, les habla, también, de LA SABIDURÍA DEL REINO: -“El que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa”

                   Y, antes de despedirse de los discípulos para subir al Padre nos dijo: “un mandamiento nuevo os doy, que os améis mutuamente como yo os he amado” es decir, hasta entregar la propia vida. Advirtiéndonos, además, que el amor de Dios se cumple cuando se guardan sus mandamientos. Y, porque es tarea difícil, vino en nuestra ayuda su ESPÍRITU, que nos anima, desde nuestro interior, a conseguir lo que nos propuso Jesús: “sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” que es vivir en la misma SABIDURÍA DE DIOS, fuente perenne de felicidad, y, después, de gloria y de eternidad.

sábado, 19 de septiembre de 2015

Domingo XXV del Tiempo Ordinario -B


DOMINGO XXV DEL T. ORDINARIO - B

EL SEÑOR SOSTIENE MI VIDA

Por Mª Adelina Climent Cortés  O. P.


               “El Señor sostiene mi vida”  Grito de afirmación, de confianza y de fe profunda  en el Dios de La Vida, que siempre salva  cuando  se le invoca, como lo confirma el  salmista  orante desde su misma experiencia.

                Estamos ante el salmo 53, considerado como una oración de “lamentación individual” aunque posteriormente, en el culto litúrgico, se le dio  sentido comunitario. La manera de expresar el orante sus deseos ante Dios,  hace, del salmo, una plegaria sentída.y viva. Y, aunque evoca situaciones de los tiempos de la monarquía, cuando  David fue perseguido por Saúl, pertenece a la época del exílio. Comienza con una invocación a Yahveh en forma de “oráculo” dirigido a su nombre y a su poder:

Oh Dios, sálvame por tu nombre,
sal por mí con tu poder.
Oh Dios, escucha mi súplica,
atiende a mis palabras.
                 
                  Los hombres que viven alejados de Dios, sin considerar  su bondad y  su amor porque no creen en él,  no pueden actuar correctamente, por lo que,  pronto, se convierten en enemigos de aquellos que tienen por justos, ya que  solo  la presencia de éstos, les resulta molesta e incómoda, pues son una denuncia constante a su mal comportamiento; y tanto es así, que, hasta desean aniquilarlos: “lo someteremos a la prueba de la afrenta y la tortura, para comprobar su moderación y apreciar su paciencia” (Sabiduría 2, 17-20)  Y esto mismo es,  lo que le pudo ocurrir al israelita orante:

Porque unos insolentes se alzan contra mí,
y hombres violentos me persiguen a muerte
sin tener presente a Dios.

                 Pero, el amor de Dios, supera siempre  todo mal y vence todo odio; es salvación,  liberación y vida para el humilde y oprimido que le invoca:

Pero Dios es mi auxilio,
el Señor sostiene mi vida.

                 Y, esta seguridad que experimenta el salmista orante, fruto de su profunda fe   en Yahveh, le mueve a  desear vivir siempre para alabarle y bendecirle:
                  
Te ofreceré un sacrificio voluntario
dando gracias a tu nombre que es bueno.


                  Este salmo se aplica a Cristo Jesús, el justo por excelencia; el que siempre tuvo un comportamiento digno y ejemplar para todos; el que, con su modo de actuar, defendía la justicia y el derecho de los pobres y afligidos,  hasta conseguir la liberación de todos los oprimidos. Y, esta manera de ser, no gustaba a los responsables del orden público y del bien de todos los ciudadanos, por lo que,  lo persiguieron hasta condenarlo a muerte de cruz. Pero Dios lo resucitó y lo glorificó a su derecha, desde donde sigue viviendo con nosotros, infundiéndonos  valor y vida. Así lo comunicó Jesús a sus discípulos:

                    -“EL HIJO DEL HOMBRE va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará
               
                     Y, así como fue perseguido el salmista y sobre todo Cristo Jesús, también lo seremos nosotros, los que nos consideramos cristiano y queremos vivir como vivió Jesucristo, nuestro maestro, haciendo el bien a los demás. Ya que, ser profetas de la evangelización, trabajar para el Reino de Dios, siempre resulta molesto a los intereses egoístas de algunos, y, en ocasiones, puede originar persecución y hasta muerte.


                   Son ejemplo de ello, los muchos misioneros y personas comprometidas, que, generosamente, entregan su vida por la causa del Reino. Pero, en ésta entrega al bien de los demás, aportando redención y salvación a nuestro mundo, siempre tendremos  la seguridad de que, Dios, salva nuestra vida con su Amor, porque  es superior a todo sufrimiento y muerte y hará que, esta, nuestra vida, sea plena y gozosa, junto con la suya, en la gloria eterna del cielo.

lunes, 14 de septiembre de 2015

Exaltación de la Santa Cruz


EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ

NO OLVIDÉIS LAS ACCIONES DEL SEÑOR


Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                  Todas las acciones de Dios hay que recordarlas siempre, porque son salvadoras, prolongaciones de su bondad y de su amor misericordioso, dispuesto, en todo momento, a comprender  y  perdonar. Nos lo recuerda el salmo 77, considerado como “salmo histórico”  ya que,  en el período posexílico, narra las hazañas vividas  en el desierto, después de haber sido liberado  Israel de la esclavitud de Egipto por Yahveh, y del pacto de La Alianza del Sinaí.

Escucha, pueblo mío, mi enseñanza;
inclinad el oído a las palabras de mi boca:
que voy a abrir mi boca a las sentencias,
para que broten los enigmas del pasado.

                   Pero, Israel, no fue siempre fiel a Yahveh y se rebelaba contra Él. Añoraba lo que había dejado atrás, ante el miedo a la libertad y a  todo lo desconocido que se le ofrecía. El  Señor con amor, y pacientemente, trataba de educarlo en todo momento:

Y cuando los hacía morir, lo buscaban,
y madrugaban para volverse hacia Dios;
se acordaban de que Dios era su roca,
el Dios Altísimo, su redentor.

Lo adulaban con sus bocas,
pero sus lenguas mentían:
su corazón no era sincero con él
ni eran fieles a su alianza.

                    En un episodio ocurrido en el desierto, Yahveh, les ordenó colocar una serpiente de bronce, sobre un palo en forma de estandarte, ya que, para castigar  los pecados que cometían, les envió serpientes que les mordían, por lo que, doloridos, se aclamaban  a Él, quedando curados cuando  miraban la serpiente elevada, puesto que, Dios, con su amor y compasión, les movía al arrepentimiento y les concedía el perdón salvador:

Él, en cambio, sentía lástima,
perdonaba la culpa y no los destruía:
una y otra vez reprimió su cólera,
y no despertaba todo su furor.

                     Este episodio de la serpiente levantada en el desierto, es figura anticipada de CRISTO ELEVADO EN LA CRUZ, en la que, el REDENTOR, en su abajamiento hasta la muerte por su entrega de amor, ha  resucitado para ser glorificado por Dios Padre. De esta manera, LA CRUZ, de instrumento de tortura y de muerte  pasa a ser motivo de resurrección gloriosa, de triunfo y de salvación universal: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna”  Y, ÉSTA EXALTACIÓN DE LA CRUZ ES LO QUE HOY CELEBRAMOS Y ADORAMOS.
 

                    La fiesta de LA EXALTACIÓN DE LA CRUZ,  LA VICTORIA DE CRISTO JESÚS, es, para todos los cristianos, motivo de exultación y de gozo. La cruz es nuestra señal, como cristianos y seguidores del  Mesias, Salvador de toda la humanidad, Señor de la historia y de todo lo creado, Juez de vivos y muertos, porque, “DIOS LO LEVANTÓ SOBRE TODO”


                    Y, si, Cristo Jesús, está resucitado, “LEVANTADO SOBRE TODO” es para que, acudamos a ÉL, con el fin de mirarle con amor y hacerle conocer  todas nuestras ansias, inquietudes y temores, con la seguridad de que las acoja y salve. Acudamos también a Él, para interceder por todos los hombres y pedir por nuestro mundo, con el fin de que,  sea mejor y más habitable para todos. Y, Cristo Jesús, que es Resurrección y Vida, sanará nuestra sociedad de la cultura de pecado y muerte en que vive, y nos concederá la justicia y la paz que tanto deseamos. También, nos ha llenado de una gozosa esperanza en la vida futura, donde participaremos de su Victoria y de su Gloria para siempre.

domingo, 13 de septiembre de 2015

Domingo XXIV del Tiempo ordinario- B


DOMINGO  XXIV  DEL  T.  ORDINARIO

EN CAMINARÉ EN PRESENCIA DEL SEÑOR
EN EL PAÍS DE LA VIDA


Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                  Se camina “en presencia del Señor” cuando se ha llegado al convencimiento, desde una fe sincera y confiada, que solo, para Dios, vale la pena vivir y jugárselo todo, pues, es el único que nos salva siempre de todo apuro y necesidad, el que nunca falla y el que nos da siempre vida y felicidad.

                  “Caminaré en  presencia del Señor” A eso nos comprometemos  cuando rezamos el salmo 114. Es un salmo de “acción de gracias individual” porque, más que lamentos, las expresiones del salmista son de alabanza y de suma gratitud, desde una fe confiada y segura en Yahveh, el que ayuda y consuela en  todo sufrimiento:

Amo al Señor porque escucha
mi voz suplicante;
porque inclina su oído hacia mí,
el día que lo invoco.

                  Desde una situación de angustia, desespero y muerte, el salmista recuerda, que gritó e invocó confiadamente a Yahveh, el Dios que permanece siempre atento a los más menesterosos y sencillos, cuando le buscan con sinceridad:

Me envolvían redes de muerte,
me alcanzaron los lazos del abismo,
caí en tristeza y angustia.
Invoque el nombre del Señor:
“Señor, salva mi vida”.

                Y esta bondad del Señor, que le mueve a estar  siempre atento y a la escucha, deslumbra tanto al orante que, agradecido, la quiere proclamar públicamente, con el fin de poder despertar en otros la fe y el amor a Yahveh, y puedan unírsele en himnos de alabanza y de acción de gracias a su Santo Nombre:

El Señor es benigno y justo,
nuestro Dios es compasivo;
el Señor guarda a los sencillos:
estando yo sin fuerzas me salvó

                 Continúa  diciéndose  el salmista que, si Dios le ha favorecido siempre que ha confiado en Él y, si su misericordia y lealtad llegan a tanto hasta librarle de la angustia de la muerte, lo menos que puede hacer de su parte es corresponderle debidamente,  viviendo solo para Él, cumpliendo sus leyes, tratando de agradarle en todo momento y siéndole fiel; es decir: caminando en su presencia y participando ya de su Vida, como un anticipo gozoso de lo que será realidad, feliz plena y acabada, en la  eternidad:                 

Arrancó mi alma de la muerte,
mis ojos de las lágrimas,
mis pies de la caída.
Caminaré en presencia del Señor,
en el país de la vida.


                   Nuestro Dios, siempre quiere la vida de todos sus fieles. Es un Dios de vivos y no de muertos. Y, Jesucristo, muere para darnos VIDA EN ABUNDANCIA   con su resurrección gloriosa. 
  
                   Nosotros, los cristianos, que sabemos que Cristo Jesús es el Mesías, el que aporta liberación y salvación definitiva, celebramos esta VIDA en La Eucaristía, comunión que nos compromete a vivir en su  seguimiento, y,  a  entregar  todo lo que somos por el Evangelio, sabiendo que, “hay que padecer mucho para entrar en el Reino de Dios”.

                    -“EL HIJO DEL HOMBRE TIENE QUE PADECER MUCHO, TIENE QUE SER CONDENADO POR LOS SENADORES, SUMOS SACERDOTES Y LETRADOS, SER EJECUTADO Y RESUCITAR A LOS TRES DÍAS”.


                    Y, también, porque, solo así, desde una generosa donación personal, en unión con Cristo Jesús, podremos llenar  de esperanza el mundo entero, de manera que, todos los vivientes puedan experimentar la bondad de Dios y, agradecidos, decirse como el israelita del salmo: “Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida”.

viernes, 11 de septiembre de 2015

Virgen de Consolación


MARÍA, MADRE DE CONSOLACIÓN



MARÍA, TU DULCE NOMBRE CONSOLACIÓN

EL SEÑOR HA GLORIFICADO TU NOMBRE

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    “CONSOLAD, CONSOLAD a mi pueblo, dice vuestro Dios... Gritadle que se ha cumplido su condena y que está perdonada su culpa”. Así anuncia Isaías a Israel, el mensaje de SALVACIÓN de parte de DIOS. Liberación de las manos del opresor,  haciendo posible el  retorno glorioso de Babilonia a Palestina y la reconstrucción de su Templo; pues, sigue diciendo Yahveh, el Señor: “COMO A UN NIÑO A QUIÉN SU MADRE CONSUELA, ASÍ OS CONSOLARÉ YO; Y EN JERUSALÉN SERÉIS CONSOLADOS”. Tan inmensa  es la misericordia de Dios para con sus fieles, y tan grande su fidelidad, que se manifiestan en toda ocasión y duran por siempre.

                    Mas, el amor gratuito y misericordioso de Dios para con los hombres, se nos ha manifestado, de manera plena y desbordante, en su Hijo, Cristo Jesús  (su rostro salvador y su bondad personificada), por su muerte y gloriosa Resurrección; convirtiéndose, de esta manera,  en  REDENTOR y CONSOLADOR de todos los hombres, y, en fuente de paz y de bendición, para la humanidad entera, siempre hambrienta de perdón y de Salvación.
      
                    Y, porque, María Virgen, mujer humilde y sencilla, Hija de Sión, que vivía esperando la consolación de Israel, acogió en su seno al Verbo Eterno, Salvador del género humano, le acompañó en su vida mortal y, permaneció sufriendo junto a su Cruz salvadora, es, por lo que, mereció ser proclamada por Dios Padre, MADRE Y CONSUELO de todos los hombres, sus hijos, necesitados siempre de cariño y protección. 

                    De esta manera, Ella, María, Madre de todos los hombres, es CONSUELO Y ESPERANZA para el nuevo pueblo de Dios, para La Iglesia Santa, que sigue  peregrinando en la tierra, hacia la meta gloriosa prometida, en la eternidad Dios.

                    A María, pues, ensalzamos hoy, EN LA FIESTA DE SU SANTÍSIMO NOMBRE como  MADRE Y CONSUELO de todos los que nos sentimos hijos suyos, y, muy especialmente, de los más pobres y afligidos; y, con gozo, le alabamos y bendecimos, cantando los versos bíblicos, dedicados a Judit, y, que, en Ella, adquieren hondura de significado y plenitud:

El Señor te ha bendecido, hija nuestra,
más que a todas las mujeres de la tierra.
Bendito el Señor, creador de cielo y tierra.

                                       El Señor ha glorificado hoy tu nombre:
por eso, los que en adelante guarden memoria
de esta obra poderosa de Dios,
conservarán tu esperanza en el corazón.

                     Y, ante la inmensa bondad y ternura que hay en  los ojos de María, pues no caben en su maternal corazón, le pedimos,  que, en su oficio de amar siempre y consolar, no cese de mostrarnos a su Hijo Jesús, CAMINO, VERDAD, Y VIDA, para que, así, podamos conocerle más y mejor, e  imitar su vida y virtudes. También, para que, Jesús, llene  a su Iglesia de optimismo y esperanza, por la fe en su presencia y en su fiel seguimiento

                    Y, porque, María, Virgen y MADRE DE CONSOLACIÓN, hace dulce nuestro padecer, le rezamos, para que, cuantos sufren cualquier tipo de opresión e injusticia,  encuentren en Ella, y en su Hijo Jesús, el apoyo y la ayuda que necesitan.

                    También, pedimos a NUESTRA SEÑORA DE LA CONSOLACIÓN, que mire con bondad, a estas hijas suyas, que la veneramos, en Xátiva, como MADRE Y PATRONA, para que,  desde el retiro de nuestra oración y silencio, gritemos a todos los hombres que, JESÚS es LA PAZ y LA CONSOLACIÓN que ellos tan afanosamente buscan y no encuentran.

                    Y, con el cariño y afecto que nos une, tenemos un recuerdo de gratitud, para con las hermanas que nos han precedido en el amor filial a nuestra MADRE DE CONSOLACIÓN, pidiéndoles que, desde el seno de Dios, no cesen de presentarle nuestra gozosa y sencilla alabanza:

TU DULCE NOMBRE CONSOLACIÓN,
sea, OH MARÍA, mi salvación.

sea, OH MARÍA, mi salvación.

a

sábado, 5 de septiembre de 2015

Domingo XXIII- B


DOMINGO XXIII DEL T. ORDINARIO - B



                                        ALABA, ALMA MÍA, AL SEÑOR

                                        Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P


                    La Bondad de Dios y su Salvación,  se manifiestan y celebran en las obras de misericordia que realiza en  favor de sus criaturas, los hombres, y de manera  especial en la atención y predilección  que tiene con  los más débiles y pobres.

                    El salmo 145 describe y reconoce a este Dios, y lo alaba y ensalza  con sentimientos de gratitud y de confianza.  Es un “himno de alabanza al Señor, Yahveh, creador del universo y defensor de los oprimidos” Pertenece al grupo de los “salmos aleluyáticos” y contiene enseñanzas sapienzales. Tiene en cuenta, además, la situación de dificultad y olvido  que vive Israel en el posexílio,  en la que se dejaba oír la voz del profeta Isaías: “NO TEMÁIS. MIRAD A VUESTRO DIOS QUE VIENE EN PERSONA Y OS SALVARÁ”.                              

Alaba, alma mía, al Señor:
Que mantiene su fidelidad perpetuamente,
que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos.

                    Estos sentimientos del Dios, Yahveh, nos muestran su cercanía y su compasión, y  nos aseguran, que tiene entrañas maternas y un corazón lleno de ternura y amor, capaz de conmoverse ante toda necesidad, desgracia y sufrimiento:

El Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos,
el Señor guarda a los peregrinos.

                    También nos recuerda el salmo, que el amor compasivo y misericordioso de Dios, no solo libera a sus fieles de toda penuria, injusticia y dificultad, sino que, al mismo tiempo, revitaliza a la persona, la sana, la trasforma, y le hace sentir su amor y protección:

El Señor sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad.

                   Y tiene muy en cuenta, el israelita, de señalar  que, obrando Yahveh de esta manera, su reinado está establecido eternamente en la justicia y en la prosperidad para todos los pueblos,  por lo que no puede menos que alabarle y bendecirle desde Sión, su monte santo, donde tiene su tono y desde donde gobierna el universo.

                    Y, esta salvación de Dios, se hace realidad más definitiva y plena en Cristo Jesús; que en su vida se manifestó siempre de parte de los más pobres y débiles, a los que amaba con predilección. Su salvación se hacía visible sanando a los enfermos, devolviendo la vista a los ciegos y el oído a los sordos:

                    “…apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y mirando al cielo, suspiró y le dijo: -EFFETÁ (esto es ÁBRETE). Y al momento SE LE ABRIERON LOS OÍDOS, SE LE SOLTÓ LA TRABA DE LA LENGUA Y HABLABA SIN DIFICULTAD”

                    También, su salvación se hacía visible, liberando de la esclavitud a los oprimidos;  y perdonando y amando a todos, hasta entregar su vida en la muerte de Cruz. Por eso, la gente que le seguía pudo exclamar: “Todo lo ha hacho bien”.

                    Teniendo a Cristo Jesús, como guía y maestro,  atraídos por su ejemplo, y viviendo en su seguimiento,  todos nosotros, los cristiano, hemos de hacer nuestros sus mismos sentimientos de ternura y compasión, para con todos los demás, unidos a  su obra salvadora; es decir, construyendo el Reino de Dios, que es lo mismo que hacer un mundo mejor y más habitable para todos.

                    Y esto, solo lo conseguiremos,  viviendo y practicando las obras de misericordia, las que el mismo Dios practicó; las que proclamó Jesús en el sermón del monte, y por las que un día nos premiará el Padre celestial, haciéndonos participar para siempre de su misma gloria.