DOMINGO XXVI DEL T. ORDINARIO - B
LOS MANDATOS DEL SEÑOR ALEGRAN EL
CORAZÓN
Por Mª Adelina
Climent Cortés O. P.
Rezamos y contemplamos al Señor, FUENTE DE LA
SABIDURÍA, con el salmo l8, canto de alabanza a Dios por su obra creadora y
salvadora, que realiza con el poder y
la eficacia de su PALABRA.
Este salmo consta de dos partes que se
complementan. La primera, de origen muy antiguo, es un himno a Dios creador
y canta la belleza y el orden de la naturaleza,
REFLEJO DE SU SABIDURÍA. La segunda
parte, es de origen más tardío, del tiempo posterior al exilio, y, es, un
“poema didáctico” que canta y enaltece las excelencias de La Ley, como
manifestación de la voluntad de Dios,
como algo que se desprende de su misma naturaleza divina. ES SU MISMA SABIDURÍA
ENCARNADA EN LA LEY, EN SU PALABRA:
La Ley, para los israelitas, era como el reclamo de Yahveh al pacto establecido, en
fidelidad y lealtad, con su pueblo elegido.
Su cumplimiento era la mejor respuesta
a La Alianza, y, por tanto, gran motivo
de gozo y felicidad.
“Los mandatos del Señor alegran el corazón y
dan luz a los ojos” porque son consuelo, descanso y felicidad para el hombre. Y, como, “la palabra del Señor es viva
y eficaz”, si se acepta con gozo, hace
participar de su firmeza, y, si se
canta, compromete a vivir según
su voluntad. Así, su fiel cumplimiento, refleja La Sabiduría de Dios, que actúa
desde el interior del hombre hasta lograr su transformación:
La ley del Señor
es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante.
La voluntad del
Señor es pura
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son
verdaderos
y enteramente justos.
Israel, al sentirse destinatario de La Ley y de
las promesas del Señor, desea
observarla, para corresponder, de este modo, a tan sublime privilegio;
pero sabe por experiencia, que no es cosa fácil, que siempre hay fallos y
retrocesos en el arduo y costoso camino de fidelidad a La Alianza; por lo
que, el orante del salmo, pide a Yahveh
perdón con sincero espíritu de conversión, por todo aquello, que, por no haber
sido capaz de percibir, le pueda a él
desagradar.
Aunque tu siervo
vigila para guardarlos con cuidado
¿quién conoce sus faltas?
absuélveme de lo que se me
oculta.
Preserva a tu siervo de la
arrogancia,
para que no me domine:
así quedaré libre e inocente
del gran pecado.
También Jesús, SABIDURÍA DE DIOS, Y SU PALABRA ENCARNADA Y SALVADORA, en
el que tenemos la seguridad del acceso al Padre; durante su vida, fue un fiel
cumplidor de La Ley, la que llevó a plenitud sintetizándola en el amor a Dios y
a los hermanos, los hombres. Precepto, que él cumplió con suma perfección,
entregando su vida por amor a Dios y para nuestra salvación, constituyéndose
así en autor de La Nueva y Eterna Alianza.
A sus discípulos, en el Evangelio, les habla, también, de LA SABIDURÍA
DEL REINO: -“El que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os
aseguro que no se quedará sin recompensa”
Y, antes de despedirse de los discípulos para subir al Padre nos dijo:
“un mandamiento nuevo os doy, que os améis mutuamente como yo os he amado” es
decir, hasta entregar la propia vida. Advirtiéndonos, además, que el amor de
Dios se cumple cuando se guardan sus mandamientos. Y, porque es tarea difícil,
vino en nuestra ayuda su ESPÍRITU, que nos anima, desde nuestro interior, a
conseguir lo que nos propuso Jesús: “sed perfectos como vuestro Padre celestial
es perfecto” que es vivir en la misma SABIDURÍA DE DIOS, fuente perenne de
felicidad, y, después, de gloria y de eternidad.