viernes, 28 de agosto de 2015

Domingo XXII del tiempo ordinario -B

"Lo que sale de dentro es lo que hace  impuro al hombre: malos propósitos, robos, homicidios, fornicaciones..."

DOMINGO XXII DEL T. ORDINARIO - B



SEÑOR, ¿QUIÉN PUEDE HOSPEDARSE EN TU TIENDA?

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                Admirados y conmovidos por la bondad y el amor de Dios para con nosotros, sus criaturas, es normal y hasta justo, que deseemos agradarle y nos preguntemos qué deberíamos hacer para conseguirlo.

                Es lo que hizo el israelita del salmo 14 y lo que hacemos nosotros, los cristianos, cuando, con los mismos sentimientos del orante, rezamos y cantamos este precioso poema, que es uno de los “salmos litúrgicos” de composición sapienzal.
         
               El poema, en todo momento, tiene presente a Yahveh, el Dios de la Alianza, siempre fiel, leal y paciente con su pueblo y sin tener en cuenta los olvidos y las infidelidades de éste. Se rezaba en peregrinación al santuario de Yahveh en forma dialogal. Los peregrinos preguntaban al sacerdote, cuando salía a la entrada  del santuario a recibirlos en procesión, ¿quién puede entrar en la tienda del Señor y habitar en su monte santo? Pregunta, que era respondida en nombre del sacerdote, por un grupo de cantores:

El que procede honradamente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
y no calumnia con su lengua.

El que no hace mal a su prójimo
ni difama al vecino,
el que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor.

El que no retracta lo que juró
aún en daño propio,
el que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
El que así obra nunca fallará.

                Para ver a Yahveh, para estar y rezar en su presencia, para tener amistad con Él, hasta poder intimar, es necesario actuar según los criterios de Dios, que son siempre, los que favorecen el amor a los hermanos y, por extensión, la estima, el respeto y la atención cordial a todos los hombres, ya que, no hay otra cosa que le pueda hacer más feliz. Por eso, el poema describe diez mandamientos o exigencias indispensables para tener una buena relación con nuestros semejantes y agradar a Dios. Intentando vivir de esta manera, se nos pueden abrir las puertas de la mansión de Yahveh, ser recibidos por Él y gozarnos de su gloria.

                También nos está indicando el poema que, aunque Yahveh estima los actos cúlticos y la alabanza de sus fieles, esto nunca puede complacerle del todo, si no va acompañado de un cumplimiento sincero y responsable de los deberes sociales, que son los fundamentales de la justicia y el derecho. Es decir, se trata de cumplir las virtudes humanas que, en definitiva, tienen su origen y se confunden con el verdadero amor a Dios y al prójimo, y las que nos hacen caminar hacia la “religión pura e intachable”, la única verdadera y, por lo tanto, la que puede complacer a Dios.

                Esta manera tan sabia de enfocar la vida, que tiene el salmo, la corrobora Cristo Jesús, con su manera de ser y de vivir. Un ejemplo lo tenemos, cuando reprende a los fariseos y maestros de la ley, que no actúan según los criterios de Dios, los que se basan en el amor y los que producen frutos de paz y fraternidad en este mundo, y de felicidad gozosa en la vida eterna.

                A estos fariseos y maestros de la ley, tan amantes de lo tradicional y lo ritual, Jesús les advierte que las obras buenas, las que liberan a la persona, son las que proceden del corazón, de la recta conciencia y que, en cambio, el rito externo, el culto sin vida interior, esclaviza y carece de sentido y validez. Mucho más, si se hace con el pretexto de acallar los sentimientos y las exigencias del corazón, que son las que nos santifican, porque son las del Espíritu de Dios: “Yo, el Señor, penetro el corazón, sondeo las entrañas, para dar al hombre según su conducta” 

viernes, 21 de agosto de 2015

Domingo XXI del Tiempo Ordinario- B

"Señor, ¿A quién vamos a acudir? 
¡Sólo tu tienes palabras de vida eterna!"


DOMINGO XXI DEL T. ORDINARIO - B

GUSTAD Y VED QUE BUENO ES EL SEÑOR


Por Mª Adelina Climent Cortés  O P.


                  Se nos  invita, con gozo, a saborear y ver lo bueno que es el Señor y a expresarle nuestro amor y agradecimiento en todo momento:

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi  alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren.

                 Con este fin,  cantamos y bendecimos sus bondades, con los versos finales del salmo 33, alabando y admirando  su grandeza desde la sencillez y la humildad, actitudes que  le agradan y son de su gusto, sabiendo, además, que no admite a los que no obran con sinceridad, desde una conducta correcta y religiosa:

Los ojos del Señor miran a los justos,      
 sus oídos escuchan sus gritos;
pero el Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.

               Y sigue cantando el salmo la bondad de Dios, que, siempre y en todo momento, está atento para ayudar, proteger y salvar a los que sinceramente le invocan:

Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias;
el Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.

                De nuevo insiste el salmista, dando a conocer  los detalles de cariño y solicitud que su Dios, Yahveh, siempre tiene con todos, pero, sobre todo, con los justos:

Aunque el justo sufra muchos males,
de todos lo libra el Señor;
él cuida de todos sus huesos,
y ni uno sólo se quebrará.

               Pero, en cambio, los que obran mal y odian a los buenos, son reos de sus malas acciones y perecerán:

La maldad da muerte al malvado,
Y los que odian al justo serán castigados

               Siendo fruto, todo esto, de la espiritualidad yahvista, ya en parte superada, que presenta a Yahveh, Dios, como el que premia y castiga, según  sean buenas o malas las acciones de sus fieles, es, por lo que el autor añadió para finalizar el salmo, los versos siguientes:          
                         
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él.
 
          
               Pero, es el Nuevo Testamento, el  que nos muestra de manera más plena y acabada a Dios, como Padre, lleno de bondad y misericordia,  que, para nuestro bien,  nos entregó generosamente a su Hijo Jesús, el que,   amándonos hasta  el extremo, nos salvó a todos, justos y  pecadores, haciéndonos hijos del mismo Dios.

                    Por eso, nos unimos a Simón Pedro, que hoy, en el evangelio le dice: ”Señor, ¿a quién vamos a acudir? TU TIENES PALABRAS DE VIDA ETERNA; nosotros creemos, y sabemos que eres el  Santo consagrado por Dios

              Esta ofrenda y sacrificio de Cristo Jesús, nuestro Salvador, la hacemos presente como memorial, siempre que celebramos la Eucaristía, sacramento del cuerpo entregado del Señor y de su sangre derramada en rescate por todos nosotros. Misterio de fe, por el que asimilamos su presencia real resucitada. Misterio de comunión que nos fortalece y alimenta y que nos va configurando con éste amable y bondadoso Jesús, que nos hace hermanos suyos e hijos de Dios. Y al que aplicamos, precisamente por este memorial y sacramento, los versos más preciosos y luminosos del salmo:

Gustad y ved que bueno es el Señor,

dichoso el que se acoge a él

sábado, 15 de agosto de 2015

Domingo XX del tiempo ordinario -B


DOMINGO XX DEL T. ORDINARIO - B

GUSTAD Y VED QUE BUENO ES EL SEÑOR

 Por Mª Adelina Climent Cortés   O. P.                

                  Nos alegra cantar la bondad de Dios,  que se goza  invitándonos al banquete, que  nos tiene preparado en el cielo, en la felicidad eterna y que, es signo de lo que será su salvación para todos los que la quieran acoger. Ser invitados de Dios para participar de su fiesta y de su vida,  es todo un detalle de cariño y predilección por su parte y nos obliga a corresponderle con nuestro amor, nuestra alabanza,  y nuestra gratitud.

                 Como el domingo anterior, ensalzamos la Bondad de Dios con  el salmo 33.  Salmo  de alabanza y de acción de gracias a Yahveh, por  las maravillas que hizo con su pueblo y que sigue haciendo con la humanidad. A la vez intentamos, con el salmista, agradecerle  sus dones, con los deseos de sencillez y humildad de nuestro corazón;   reconociendo, de esta manera, que solo Él puede conducirnos por los caminos del bien y de la felicidad:

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren.

                   El Señor, que a todos nos lleva de su mano, sabe premiar a los que,  fiándose, se dejan conducir por Él; pues, en su bondad, es justo y actúa según el comportamiento de cada uno:

Todos sus santos, temed al Señor,
porque nada les falta a los que le temen;
los ricos empobrecen y pasan hambre,
los que buscan al Señor no carecen de nada.

         Más, tomando el poema  una  expresión sapiencial, sigue:
                              
Venid, hijos, escuchadme:
os instruiré en el temor del Señor;
¿Hay alguien que ame la vida
y desee días de prosperidad?

                También nos habla, sabiamente, del  comportamiento que hay que guardar, para conseguir la dicha que todo humano desea alcanzar:

Guarda tu lengua del mal,
tus labios de la falsedad;
apártate del mal, obra el bien,
busca la paz y corre tras ella.


                 Para nosotros, los cristianos, LA VERDADERA SABIDURÍA PERSONIFICADA ES JESUCRISTO, plenitud y cumplimiento de las promesas del Padre.  Sabiduría que se opone a la necedad, fruto de la mala conducta del hombre. Y, si este salmo nos invita a gustar y ver lo bueno que es el Señor, es porque “tomar el pan y el vino con la sabiduría” significa dejarse instruir por su ESPÍRITU y acoger sus enseñanzas evangélicas.

                 Estamos, pues, ante LA MESA DE LA SABIDURÍA, cuyo alimento nos hace crecer  en la fe por la presencia y fuerza del ESPÍRITU. Mesa y alimento, que, a su vez, nos dispone para mejor comer el pan y el vino eucarístico por el que asimilamos la presencia real del Resucitado; sacramento del Amor entregado, que también complementa, plenifica  y  asimila la verdadera sabiduría.

                 Eucaristía vivida desde la fe, que nos hace entrar en comunión con Cristo Jesús, el que, a su vez, nos une con el Padre. Eucaristía que es, y que nosotros hemos de vivir como signo de lo que será el banquete escatológico en el Reino de los cielos, festín de manjares suculentos y de vinos refinados, donde la felicidad nunca tendrá fin y donde siempre podremos  gustar y ver lo bueno que es el Señor.

viernes, 14 de agosto de 2015

La Asunción de la Virgen María (misa del día)


SOLEMNIDAD DE LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA
(misa del día)

DE PIE A TU DERECHA ESTÁ LA REINA,
ENJOYADA CON ORO

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    ¡Alegrémonos! ¡HOY MARÍA HA SUBIDO AL CIELO COMO REINA  Y MADRE! Y su glorificación abre un camino de optimismo y esperanza a toda la humanidad. ¡Alegrémonos! Porque es día de fiesta grande,  ya que celebramos la victoria del Resucitado, Cristo Jesús; la de su Madre, la Virgen María, fruto y primicia de la redención; y también,  la fiesta de todos nosotros, los cristianos y la de todos los hombres, destinados a gozar, como María Virgen, de la misma plenitud y gloria.

                    La Iglesia, en la liturgia eucarística, ora a María Reina del Cielo y de todo lo creado, con el salmo 44, considerado como un “salmo real”. Este salmo, en forma de “cántico nupcial”, relata las bodas del hijo del rey con una princesa extranjera. Y se  aplica, a María Virgen, el entusiasmo, la admiración y los deseos que el cantar dice de la novia, vestida de banco y adornada con preciosas joyas:      

Escucha, hija, mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna.

Prendado está el Rey de tu belleza,
póstrate ante él, que él es tu Señor.

Las traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real.

                    Rezando a María con este salmo, se nos invita a recordar y reconocer los títulos que la acreditan y engalanan como Reina, Señora y Madre de todos los vivientes:

                    El de Madre de Dios, por su entrega y disponibilidad en acoger y gestar al Verbo divino, Jesucristo el Señor: “Hágase en mí según tu palabra” Privilegio divino, que supo compartir con su amor y ayuda a los demás. Es su prima Isabel la que, reconociéndolo, la alaba y ensalza: “¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?” Y, a continuación: “Dichosa tú que has creído”.
        
                    Es Reina María, también,  por su humildad y pequeñez, ya que pudo exclamar: “Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humildad de su sierva”
  
                    También, la grandeza de María es debida, al haber sido declarada por Jesús, en la cruz, Madre de la Iglesia y de todos los hombres,  cuando  dijo: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”, refiriéndose a Juan, y  al discípulo: ahí tienes a tu Madre. Y, desde aquel momento, el discípulo la recibió como suya”.

                    Ahora, en la gloria del cielo, participa de la victoria y cercanía de su Hijo Jesús, el Resucitado, compartiendo con Él su excelsitud y señorío: “se estableció la salud y el poderío, y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo” Así,  Jesús y su Madre María, autores de Salvación universal, han podido hacer realidad y de manera plena las promesas hechas por  Dios, desde siempre,  a la humanidad.

                      Día de gozo y alegría, el de la ASUNCIÓN AL CIELO DE MARÍA LA VIRGEN MADRE: “Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho en mí cosas grandes el Poderoso” Y, si, Jesús, nos abrió las puertas del Cielo de par en par, Ella, después de entrar, nos  espera gozosa con los brazos abiertos para estrecharnos a nuestra llegada. Por eso, la esperanza de esta posesión, nos llena de inmensa dicha y júbilo; felicidad, ésta, que nadie nos  podrá arrebatar. Somos hijos de Dios, hermanos de Jesús y, por eso, tenemos por Madre a María, a la que, hoy, cantan los ángeles y arcángeles en la gloria de Dios, por los siglos de los siglos.

La Asunción de María (misa de la vigilia)


SOLEMNIDAD  DE  LA  ASUNCIÓN  DE  LA  VIRGEN  MARÍA
(misa de la vigilia)
  
LEVÁNTATE, SEÑOR, VEN A TU MANSIÓN
VEN CON EL ARCA DE TU PODER

Por Mª Adelina Climent Cortés  O P.


                    Cantemos y exultemos a MARÍA, QUE, HOY, SUBIÓ AL CIELO, RADIENTE COMO LA AURORA, atraída por la fuerza resucitadora y pascual de su hijo Cristo Jesús, para quién, Dios, la hizo su morada,  “ARCA DE LA NUEVA ALIANZA” y que, al ser coronada en la gloria como REINA, también recibe los títulos de Madre de la Esperanza, Puerta del Cielo y Señora nuestra.

                    Para ensalzar a esta Madre, engalanada y radiante de blancura y  belleza en el cielo, le rezamos el salmo 131, considerado como un “salmo de peregrinación” o “Salmo de las subidas”. También se le designa como “salmo litúrgico” y “salmo real” (título, este último, debido al juramento que David hace al Señor, y a la promesa, por parte de éste, de darle un  descendiente) Es, además, uno de los  “Cánticos de Sión”. El salmo tiene su origen en  la época de la monarquía.

                    El salmista, peregrino, recuerda tiempos y momentos  importantes de la historia de Israel, en un momento en  que, resurge la fe en Yahveh, y en torno al Arca de la Alianza, hasta movilizar los deseos de salir  en su búsqueda:

Oímos que estaba en Efrata,
la encontramos en el Soto de Jaar:
entremos en su morada,
postrémonos ante el estrado de sus pies.

                    El Señor es invitado a ser trasladado, cuando se le dice: “Levántate, Señor, ven a tu mansión, ven con el arca de tu poder” y, Yahveh, complace a su pueblo, ya que,  tampoco  puede defraudar al rey David, su representante,  que había jurado construirle un templo para su morada. Por lo que, se organiza la procesión del traslado, como un acto litúrgico:

Que tus sacerdotes se vistan de gala,
que tus fieles vitoreen.
Por amor a tu siervo David,
no niegues audiencia a tu Ungido.

                    El Arca, signo de la presencia salvadora de Yahveh, entra en Jerusalén, donde  quedará permanentemente instalada en su mansión:

Porque el Señor ha elegido a Sión,
ha deseado vivir en ella:
“Esta es mi mansión por siempre;
aquí viviré porque lo deseo”.

                    El Arca de la Alianza, considerada como signo de la Iglesia, cuyo centro lo ocupa María, ha sido definitivamente, y, para siempre, introducida en el cielo. Es el cuerpo glorificado de María, Virgen y Madre, que, aceptando con amor la palabra de Dios, pudo engendrar a su hijo Jesús, promesa de salvación para toda la humanidad.

                    Ahora, MARÍA, ARCA DE LA ALIANZA, reside en la Nueva Jerusalén, la de arriba, junto a Dios y participando de  su esplendor. A su derecha, entre lirios y flores, está su trono desde donde nos mira y nos protege con amor maternal, rogando sin cesar por todos nosotros, sus hijos, los hermanos de Jesús,  que también, como Ella, gozaremos de la eternidad, alabándola en todo momento, unidos a los coros de los ángeles y arcángeles que, por María Santísima, bendicen constantemente a Dios.

domingo, 9 de agosto de 2015

Domingo XIX del tiempo ordinario -B


DOMINGO XIX DEL TIEMPO ORDINARIO

GUSTAD Y VED QUE BUENO ES EL SEÑOR

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.

                                   
                    ¿Puede haber cosa más hermosa que cantar la bondad y el amor leal y misericordioso de Dios? Sin duda es lo mejor. Ensalcemos, pues,  al Dios, que siempre nos protege y nos da alimento y fuerzas en el camino de la vida que nos conduce a Él, hasta la salvación plena:

“Gustad y ved que bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él”

                  A saborear esta experiencia nos invita el salmo 33. Este salmo, en su primera parte, es   un hermoso poema y contiene una sincera y gozosa explosión de alabanza y  gratitud a Yahveh, por su acción salvadora.  El israelita lo canta, desde la alegría y el gozo, al sentirse inmensamente amado y favorecido por Yahveh en los momentos difíciles y duros de su vida. Y, es tanta su alegría que, al  no poderla  contener, estalla en bendiciones y alabanzas. Más, sintiéndose repleto  de dicha y consuelo,   invita a los fieles, que sabe  piensan  como él, a los humildes, a que se le unan  en esta oración de bendición y de acción de gracias:

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca
Mi  alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren.

                   Solo los sencillos, los que tienen un corazón pobre, saben  alegrarse ante  la grandeza  del Señor y pueden buscarle con ardientes deseos, con el fin de  ensalzar su nombre. Presencia y cercanía que logrará alejar de ellos toda preocupación:

Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor y me respondió,
me libró de todas mis ansias.

                    Pero, sabe además el salmista,  que, el que tiene capacidad para gozarse en el Señor Yahveh, nunca lo lamenta, sino que se llena de felicidad, hasta el punto de que, su rostro y todo su ser,  quedan iluminados:

Contempladlo y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor, el lo escucha
y lo salva de sus angustias.

                    Y, es tanta la solicitud de Yahveh por sus fieles, que, también se manifiesta en la presencia del   mensajero divino, signo de su benevolencia con los hombres, a los que siempre quiere llenar de atenciones y cuidados;  así de bueno es el Señor:

El ángel del Señor acampa
en torno a sus fieles, y los protege.
                                         Gustad y ved que bueno es el Señor,
Dichoso el que se acoge a él.

                     Bonita frase ésta, referida a la bondad de Dios, sobre todo por el don de la Eucaristía. San Pedro la cita cuando dice a sus fieles -después de haber participado en la mesa del Señor- tomando el alimento de su Palabra y de su Cuerpo y Sangre: "Habéis saboreado lo bueno que es el Señor" (1Pe 2, 3)
               
                    Inmensamente bueno es Dios, porque, en la Eucaristía,  nos reúne para participar de  la presencia real de Cristo  Resucitado; ya que, Jesús,  hizo de su vida una entrega total de amor,  que culminó en su muerte en Cruz por nuestra salvación.

                    El mismo Jesús nos había dicho: “Yo soy el pan de la Vida”, y, a continuación: “Y el pan que yo os daré es mi carne, para la vida del mundo”.
                

                    Este pan bajado del cielo, nos revela la misericordia del Padre, y, al comerlo, nos va transformando en Hijos suyos y en hermanos de todos los hombres, con Jesús, en unidad y en amor. También es presencia, alimento vivo, pan partido, que nos fortalece en el trabajo de ir construyendo el  mundo que Dios quiere, en justicia y paz; realidad presente de lo que será en plenitud el Reino de Dios.

jueves, 6 de agosto de 2015

Santo Domingo de Guzmán



SOLEMNIDAD DE SANTO DOMINGO DE GUZMÁN

CONTAD A  LOS PUEBLOS LAS MARAVILLAS DEL SEÑOR

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Ensalzamos, en su fiesta, la figura de DOMINGO DE GUZMÁN,  con   gozo, solemnidad litúrgica, y afecto filial, por ser signo, en la Iglesia, de  una mentalidad nueva y universal. Pues, Domingo, como estrella mañanera, con su vida y misión, pudo iluminar el horizonte conocido hasta entonces, abriendo caminos de luz, de vida nueva y de esperanza;  senderos de amor y de paz. Y, porque,  el  afán de Domingo fue predicar a Cristo y dar a conocer su evangelio, se le  pueden aplicar las palabras de Isaías: “Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la buena nueva, que pregona la victoria, que dice a Sión: “Tu Dios es Rey”

                    Y, como, en esta celebración litúrgica de Sto. Domingo de Guzmán, recordamos que el fuego de la palabra  evangélica siempre estuvo en  su boca y su gran pasión fue predicar, trabajar y acrecentar el Reinado,  la gloriosa victoria de nuestro Dios, Rey y Señor del universo; también, nosotros, con espíritu evangelizador, alabamos  a nuestro Dios, Rey del universo,  cantando el  salmo 95

                    Es, este, un hermoso salmo hímnico, de los tiempos del postexílico, que invita a cantar a Yahveh, por su grandeza y poderío,  como Rey de todos los pueblos,  pero, de una manera alegre, gozosa y nueva, no conocida hasta entonces; es decir, con un sentido cósmico y una dimensión histórica y universal:   

Cantad al Señor un cántico nuevo;
cantad al Señor toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre;
proclamad día tras día su victoria.

                    Quiere, también, el fiel israelita, que todos  los pueblos, reconozcan la grandeza y majestad de su Dios, Yahveh, que, desde su Santo templo, llena toda la tierra, con la belleza de su majestad y el esplendor de su gloria:

                                              Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones.

                     Y, la fe del salmista en su Dios, Yahveh, y en su poder salvífico es tan grande, que sigue invitando, sin tregua alguna, a todos los pueblos, para que, también, puedan rendirle el homenaje y la pleitesía que se merece:                 

Familias de los pueblos, aclamad al Señor;
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor.

                    Pues, si el Reinado del Señor Yahveh sobre todo lo creado, es la Buena Noticia que todos los pueblos han de acoger con alegría; y, si, su Señorío llena el universo, también  toda la creación ha de reconocer su poder y soberanía:

Decid a los pueblos: “El Señor es rey”;
Él afianzó el orbe, y no se moverá;
Él gobierna los pueblos rectamente

                     Mas, como el Reinado de Dios, que es, su justicia y fidelidad entre nosotros, ha de quedar instaurado en plenitud, será el mismo Jesús de Nazaret, el que lo hará núcleo de su predicación, invitando, a todos, a  la conversión, y, a creer en su evangelio.

                     Y, en este seguimiento de Cristo Jesús, sobresale la figura egregia de  Domingo de Guzmán, testigo y servidor fiel de la Verdad Evangélica en humildad y pobreza de espíritu. Siempre alegre, ecuánime y  muy amado de todos, pues él amaba a todos, vivió preocupado por la salvación de los más alejados de la fe, por los que, con gran dolor y ternura de corazón clamaba: Señor, ¿qué será de los pecadores?.  Así, movido, por la compasión hacia los más pobres, débiles y desgraciados, no cesó de predicar la Buena Noticia de la Salvación de Dios, combatiendo con ahínco, la herejía de los albigenses, desde la luz de la SABIDURÍA y la VERDAD, que extraía de los libros sagrados. Más, siempre, sembrando alegría y paz por doquier, hasta crear ilusión y esperanza desde la mentalidad nueva, desafiante y universal que él vislumbraba y que, poco a poco, se iría consolidando en la Iglesia:

                   Siguiendo sus huellas y con el mismo espíritu, en tensión por ser vanguardia y  estar en las nuevas fronteras, predican sus hijos, LOS DOMINICOS,  toda LA FAMILIA DOMINICANA, la fe cristiana, para que, Cristo Jesús, sea conocido por todos. Más,  siempre trabajando por un mundo mejor, donde pueda aflorar la justicia, la paz, y todos los valores del Reino. Misión que realizan, desde una vida en comunión fraterna, cimentada en el estudio de la Palabra y la asidua oración, con el fin de  entregar a los demás, los frutos de la contemplación.


                    Y, en esta fiesta entrañable de SANTO DOMINGO DE GUZMÁN, APÓSTOL DE LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS; con el corazón lleno de gozo, de vida  y amor, le pedimos nos conceda lo que, cada noche le recordamos con filial fervor: PREDICADOR DE LA GRACIA, ÚNENOS A LOS SANTOS. Amén. 

Transfiguración del Señor- B


FIESTA DE LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR

EL SEÑOR REINA, ALTÍSIMO SOBRE  TODA LA TIERRA

Por Mª Adelina Climent Cortés  O P.


                    Alabemos al Dios Altísimo, que se nos manifiesta en todo su esplendor. Al Dios,  que tanto  nos  supera y sobrecoge y  que, estando muy por encima de nosotros, sus criaturas, con gran facilidad se agacha, para acogernos y atraernos hacia sí, con el fin de estrecharnos con ternura y amor.

                    A este Dios, tan excelso y sublime, pero tan amable y cercano, festejamos y contemplamos hoy, en el esplendor de su gloria y majestad,  cantando el salmo 96. De los tiempos del posexílio, este salmo, es un canto al Dios Yahveh, un himno a su  gran realeza, que se nos manifiesta en una espléndida teofanía, capaz de despertar la fe de cuantos le siguen con amor,  y la admiración de todos los pueblos

                    De este Dios, tan sublime y encumbrado, se regocija la tierra entera, transformada en  trono real desde el que, Yahveh, ejerce su gran poder y santidad, su justicia y derecho, como desbordamiento de su presencia, es decir, de todo su  ser, por lo que, es reconocido  y exaltado por  la misma creación, obra amorosa de sus manos:

El Señor reina, la tierra goza;
se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean.
Justicia y Derecho sostienen su trono.

                    Los signos de esta teofanía indican que Yahveh, el Dios de Israel, homenajeado por las naciones, aclamado jubilosamente por la creación entera, se manifiesta en toda su trascendencia, como Señor y Rey del universo, y con el fin de ser aceptado, creído y alabado:

Los montes se derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra.
Los cielos pregonan su justicia
y todos los pueblos contemplan su gloria.

                    Por lo que, Yahveh, el Dios de Israel, no es un Dios cualquiera, no es como los demás dioses, pues, su gloria lo cubre y lo invade todo, su soberanía es inmensa, y su  mirada  firme y penetrante, de tal manera, que nadie se le puede comparar, por lo que,  ante Él, han de postrarse todos los demás dioses: 

Porque tú eres, Señor,
altísimo sobre toda la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses

                    Más, esta GLORIA del Señor Altísimo, del Dios encumbrado de Israel,  se nos manifiesta hoy, en toda su riqueza y  esplendor, en la PERSONA DE JESUCRISTO SOBRE EL MONTE TABOR, rodeado de una teofanía; pues, mientras oraba, SE TRANSFIGURÓ delante de Pedro,  Santiago y Juan, de manera que su rostro resplandeció como el sol  y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.


                      Y “una voz desde la nube decía: ESTE ES MI HIJO, EL AMADO, MI PREDILECYO, ESCUCHADLO,  pasando a ser plena realidad, de esta manera, la profecía de Daniel: “Yo vi, en una visión nocturna, venir una especie de hombre entre las nubes del cielo. A él se le dio poder, honor y reino. Y todos los pueblos, naciones y lenguas le servirán”

                    Alabemos y contemplemos, pues, con asombro y verdadera adoración, a este Jesús, nuestro salvador y maestro, manifestado, hoy, como verdadero Dios y hombre. Escuchémosle con atención, como desea el Padre, pues, solo Él tiene “palabras de vida eterna”. Celebremos su santo Nombre, todos nosotros, los cristianos, ya que, de manera tan espléndida y excelsa, se nos ha testimoniado su grandeza 

                    Asimilemos su palabra, pues sólo escuchándola y practicándola, podremos hacer nuestro su mismo camino de cruz y de gloria, de muerte y resurrección, hasta quedarnos  transfigurados en su misma gloria, y con nosotros, la creación entera, pues, solo  así, su reinado, no tendrá fin

sábado, 1 de agosto de 2015

Domingo XVIII del Tiempo Ordinario- B


DOMINGO XVIII DEL T. ORDINARIO - B

EL SEÑOR LES DIO PAN DEL CIELO

Por Mª. Adelina Climent Cortés  O.P.

             
                    Desde siempre, Dios camina con los hombres en el peregrinar de la vida y, con su presencia acompaña nuestro tiempo, suavizando las dificultades que tiene y siente  todo caminante, como puede ser el hambre, la sed, el cansancio, la inseguridad...

                    El salmo 77  narra, con caracteres  sapienciales, el caminar de Dios con el pueblo de Israel, al que libera de la esclavitud  de Egipto y lo conduce por el desierto hasta la libertad en la tierra de promisión. Está considerado como uno de los “salmos históricos”, ya que describe los portentos  maravillosos realizados por Dios en este éxodo de la historia de Israel. El salmista,  los canta desde una fe agradecida a Yahveh,  siempre fiel y leal a la alianza establecida con su pueblo, a pesar de sus muchas infidelidades y con el fin de que, estos hechos,  queden siempre grabados en el recuerdo de todos y nunca caigan en el olvido:

Lo que oímos y aprendimos,
lo que nuestros padres nos contaron,
lo contaremos a la futura generación:
Las alabanzas del Señor, su poder,
las maravillas que realizó.

                    Ante la inseguridad que produce lo desconocido y el miedo que normalmente se tiene a  la libertad,  pronto, los israelitas, olvidaron la opresión vivida en la esclavitud y sintieron añoranza por lo que tenían y comían en Egipto, hasta poder saciarse, por lo que  llegaron  a tentar a Dios. Pero, Yahveh, que  siempre actúa con amor y  misericordia,  ALIMENTÓ AL PUEBLO CON UN PAN BAJADO DEL CIELO:                 

Dio orden a las altas nubes,
abrió las compuertas del cielo:
Hizo llover sobre ellos maná,
les dio pan del cielo.

                     “ES EL PAN QUE EL SEÑOR OS DA DE COMER” les dijo Moisés. De este pan, los israelitas cogían lo necesario para alimentarse cada día, el viernes cogían por adelantado lo del sábado, día de fiesta y descanso, y con este alimento y otras provisiones Yahveh les iba conduciendo hasta la heredad que les había asignado:              

El hombre comió pan de ángeles.
El Señor les mandó provisiones hasta la hartura.
Los hizo entrar por las santas fronteras
hasta el monte que su diestra había adquirido.

                    El maná que descendía del cielo, para que comieran los israelitas en el destierro, es símbolo del “PAN DE CADA DÍA”, que pedimos  los cristianos de todo el mundo en la oración del PADRENUESTRO. Oración que nos enseñó Jesús para dirigirnos a Dios, nuestro Padre. En esta oración, pedimos el  pan material para cada día y para todos los hombres. Y, con el fin de que pueda llegar a todos, se  nos exige compartir nuestros bienes materiales, con aquellos que no lo tienen asegurado. También, esta oración,  ha de movernos a trabajar por un mundo más humanitario y justo, donde todos tengan lo necesario para vivir con dignidad, sin que nadie pueda pasar hambre.
         
                    Más, el maná, es sacramento de Cristo Jesús, como Él mismo  nos lo dice: “YO SOY EL PAN DE VIDA”. Alimento éste, muy superior al maná, porque “no perece” sino que “perdura” hasta la vida eterna, saciando nuestra hambre de infinito: “EL QUE COMA DE ESTE PAN VIVIRÁ PARA SIEMPRE”

                    Alimento, que se nos ofrece en la Eucaristía a los que creemos en Él y queremos vivir siguiéndole en fidelidad.  Alimento, que es fruto de su amor entregado y salvador y que engendra comunión, fraternidad, servicio mutuo y una vida auténtica en justicia y verdad. Alimento, que comeremos en la mesa del cielo, en la fiesta y en el gozo que nunca acabarán.