domingo, 26 de julio de 2015

Domingo XVII del tiempo ordinario-B

   
DOMINGO  XVII DEL TIEMPO ORDINARIO- B

ABRES TÚ LA MANO, SEÑOR, Y SACIAS DE FAVORES
A TODO VIVIENTE

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                       Porque Dios es Amor es inmenso su poder. Y la grandeza de su poder es tan sublime y llega a tanto, porque lo ejerce como Dios clemente y misericordioso,   siempre leal y fiel a sus palabras de promesa. Así, con su presencia salvadora, lo puede hacer todo y abarcar  el universo entero. Y, es tanta su abundancia y plenitud, que su mayor deseo y alegría es cubrir nuestras necesidades, las de todos los hombres, y ayudarnos en las ocasiones más difíciles. Así de humano, solícito, y cercano, es nuestro Dios y Señor, pues, de su bondad está llena toda la tierra.

                     La gratitud a este Dios tan providente, clemente y misericordioso para con todas sus criaturas, la expresa con fe, y la reza y canta el salmo 144, considerado como un himno de alabanza y de acción de gracias a Yahveh, Rey del universo, pues, siendo tan  grande en poder y majestad, sobresale, ante todo, por su  amor y bondad.

                     El salmista, después de haber  alabado personalmente a Yahveh, desde una fe llena de gratitud y reconocimiento; llevado de un entusiasmo desbordante, invita a todos los fieles y a todos los seres creados, a unirse  en alabanza  gozosa al Dios que, porque lo gobierna todo con cariño y suavidad, siempre atiende y nunca falla:

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas.

                     Así, todos pueden confiar y esperar en este Dios, que rezuma abundancia y generosidad;  que le encanta ser humano y cubrir toda necesidad, hasta la más elemental; y que nunca quiere ver sufrir a las personas, y esto, hasta tal punto, que la alegría de sus fieles es su dicha y su propio gozo:
         
Los ojos de todos te están aguardando,
tú les das la comida a su tiempo;
abres  tú la mano,
y sacias de favores a todo viviente.

                    Y, como la justicia de Yahveh es su misericordia y lealtad; de su vida  y santidad están llenos  los caminos que nos van conduciendo a la plenitud de la Vida y de la felicidad. Transitando por ellos, nos sentimos envueltos por su cercanía y amor, si es que, de verdad, hacemos de nuestro vivir una búsqueda sincera y constante:

El Señor es justo en todos sus caminos,
Es bondadoso en todas sus acciones
Cerca está el Señor de los que le invocan
De los que le invocan sinceramente.
                         
                  
                    Este salmo, 144, nos muestra una escena “avance” de lo que comienza a ser  realidad, más plena y acabada, en la era mesiánica, en los tiempos nuevos que inaugura la persona de Cristo Jesús, el enviado del Padre, porque en Él, se nos manifiesta su misericordia y su amor de  manera desbordante.


                    La vida de Cristo Jesús, fue una verdadera y amorosa entrega de salvación. Siempre estuvo, sobre todo con los más necesitados, cercano y compasivo, haciendo  suyos los sufrimientos y la opresión de todos, a los que acogía con cariño, dándoles  esperanza y ánimo. Ante una multitud que le seguía para escucharle, multiplicó los panes y los peces, para que pudieran saciar el hambre que sentían: “repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron”. Y en su deseo de darnos vida, y vida abundante, entregará la suya por amor, con lo que ha llenado el mundo de salvación, inaugurando, así, su reinado definitivo, que no es de poder, sino de  verdad y de amor; reinado, en el que todos podremos  participar  y saciarnos de los bienes de Dios Padre, en su inmensa eternidad.                

viernes, 24 de julio de 2015

Solemnidad de Santiago Apóstol


SANTIAGO, APÓSTOL
Patrono de España



OH DIOS, QUE TE ALABEN LOS PUEBLO,
QUE TODOS LOS PUEBLOS TE ALABEN.

Por Mª Adelina Climent Cortés  O. P.


                    Como fruto de la bondad de Dios, todos estamos llamados a su  alabanza, ya que, el Señor, en  Cristo Jesús,  nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales y celestiales. Gracias y dones de Dios, que culminan sobre todo en  la persona de Cristo Jesús, resucitado y vivo entre nosotros. Esta  bendición de Dios,  la más universal y salvadora, abarca a todos los pueblos, incluidos los gentiles, y, también, a los emigrantes y forasteros; porque es, para cuantos “BUSCAN A DIOS CON SINCERO CORAZÓN” y por encima de todo lo demás.  Y,  con  el salmo 66, damos  gracias a Dios por los bienes que nos otorga, y, le  pedimos, nos siga concediendo sus múltiples gracias, las que  tiene destinadas para  todos aquellos que, acogiéndolas con amor, las hacen suyas para siempre.
 
                    Celebramos, hoy, junto con la presencia del Resucitado entre nosotros, el  MARTIRIO DEL APÓSTOL SANTIAGO, uno de los más fieles amigos de Jesús, y también,  SU PRIMER TESTIGO, ya que: “EL REY HERODES HIZO PASAR A CUCHILLO A SANTIAGO, HERMANO DE JUAN”.

                    Dentro del grupo de los primeros seguidores de Cristo Jesús, EL APÓSTOÑ SANTIAGO, por su martirio, es, como fruto y  primicia de su  Resurrección Gloriosa;   y signo y victoria de la fuerza  y la energía pascual, que va transformando lo viejo y caduco de nuestro mundo, en lo que será  la nueva y eterna  creación, la que hará aflorar, hasta  su plenitud,  la misma realidad del Reinado de Dios, su vida gloriosa.

                    Y, con el salmo 66, que es un himno de acción de gracias por los beneficios que Yahveh concedía a Israel, su pueblo, para su alimento y cuidado, en  las nuevas cosechas del año;   queremos agradecer, también, a Dios, el DON DEL MARTIRIO DEL APÓSTOL SANTIAGO, pues, según  recuerda la tradición, predicó a Cristo Jesús en España, desde Barcelona, pasando por Zaragoza y llegando hasta Galicia, a donde, más tarde,  fue trasladado su cuerpo. Por lo que, se puede decir, que, gracias a él, se conserva viva, en nuestra nación, la fe cristiana,  y que,  el amor y la devoción de todos los españoles a su SANTO PATRONO, sigue fresca y pujante  en el corazón de la gente sencilla, que desea, al mismo tiempo, que su bendición y protección nunca les abandone:      

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros:
 conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

                    Cantamos, también, con exultante gozo y alegría el salmo 66, porque es Dios quien nos alegra y gobierna con sus bendiciones, dándonos con ellas, lo suyo propio, lo mejor que tiene, ya que somos sus hijos. Y, con ello quiere, que sus  mismos bienes, los gocemos los hombres y nos  sirvamos de ellos para nuestra felicidad. Pues, esta manera tan perfecta y acabada de hacer las cosas Dios, solo es propia de Él, ya que, siempre obra  según su justicia y rectitud, por ser lo que más y mejor define su santidad:     
              
Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud,
y gobiernas las naciones de la tierra.

                    La bendición de Dios y su bondad,  es lo que hace fecundas las obras de  nuestras manos y, sobre todo, lo que da fuerza y   energía a la tierra hasta hacerla florecer y dar sus hermosos frutos, como respuesta de alabanza continua a su excelso  Creador. Y, si hoy cantamos a Yahveh con gozo y alegría que, ”La tierra ha dado su fruto”, haciendo estallar la fuerza de la creación en nuestro beneficio, también se puede celebrar, con agradecimiento, que la sangre de los mártires, la de SANTIAGO APÓSTOL, sea semilla de nuevos cristianos en toda la Iglesia, lo que hará  posible abrir nuevos caminos de vida, de verdad y de salvación universal:

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

                    Más, con el salmo 66, seguimos pidiendo a Dios Padre, que, por los méritos de SANTIAGO APÓSTOL, nos vaya  enriqueciendo con nuevas bendiciones: que nos conceda, beber, también,  el  CÁLIZ DE CRISTO JESÚS, es decir, poder ser testigos de su Resurrección gloriosa, como fruto de una amistad sincera con Él, la única que nos puede llevar a un seguimiento testimonial.

                    Pidamos, también, poder asimilar la universalidad de la salvación, que se canta y manifiesta en el salmo 66, y que, desde luego,  sigue viva en todos aquellos que, desde diferentes lugares de la tierra, hacen el “CAMINO DE SANTIAGO” con el sacrificio y la austeridad que requiere, guiados por la fe de seguir los caminos del santo, que son los caminos liberadores que inició Cristo Jesús con la fuerza evangélica de su Resurrección Gloriosa.

viernes, 17 de julio de 2015

Domingo XVI- B


DOMINGO XVI – T. ORDINARIO -B



EL SEÑOR ES MI PASTOR, NADA ME FALTA

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                “El Señor es mi Pastor, nada me falta”. Hermosa oración con la que, los cristianos, nos dirigimos a Cristo Jesús, nuestro Buen Pastor; el  Pastor Bueno y Bello que da  su vida por las ovejas;  el que  siempre las cuida, regala y conduce hacia una vida más feliz y plena -como no lo puede hacer otro pastor- ya que, solo Él, las conoce y ama debidamente, al mismo tiempo que se deja conocer y amar por cada una de ellas.

                  Esta oración, tan conocida  y apreciada por todos,  es el salmo 22, de David, y configurado definitivamente en la época anterior al exilio. Está considerado como uno de los poemas más bellos, y, también,  como  verdadera obra de arte, por medio de la cual el orante expresa a Yahveh los sentimientos profundos de su fe. Tiene en cuenta la profecía de Jeremías: “suscitaré a David un vástago legítimo: hará justicia y derecho en la tierra”.

                    Profecía que se hace realidad en Cristo Jesús, el Buen Pastor, que, ante una multitud de gente “SINTIÖ LASTIMA DE ELLOS PORQUE ANDABAN COMO OVEJAS SIN PASTOR; Y SE PUSO A ENSEÑARLES CON CALMA”. En cambio, su generosidad y su amor entregado le llevarán  a morir por todos nosotros, para darnos vida con  su resurrección gloriosa.

En verdes praderas me hace recostar.
Me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.

                 Es tanta la solicitud del Pastor por sus ovejas, que las reúne en un lugar ecológico, donde se da la  armonía y el equilibrio de la naturaleza; donde las conforta con los pastos de su enseñanza y con el alimento de su palabra; donde  las recrea y deleita con el agua que alegra, fertiliza y da vida; donde les da  sosiego con su presencia y seguridad: “VENID VOSOTROS SOLOS A UN SITIO A DESCANSAR”.

Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
Tu vara y tu cayado me sosiegan.

                Y, es tanta su familiaridad, la confianza que nos da sin merecerlo, solo porque así se lo exige su  honor,  que, hasta podemos hablarle de “tú” como al mejor de los amigos.  Y, es  que, en realidad, se comporta como un compañero fiel,   que nos guía por el camino recto de la vida, siempre atento y solícito  ante las dificultades que encontramos cada día.

Preparas una mesa ante mí
enfrente de mis enemigos;
me unges con aceite la cabeza
y mi copa rebosa

                Mesa divina y adornada, manjar exquisito y abundante, fruto de un amor y de una entrega sin límites, que crea comunión, con gestos de consideración y de distinción. Eucaristía que integra y enseña a compartir y crear el Reino, implantando  la justicia y el derecho en la tierra: “Y LO LLAMARÁN CON ESTE NOMBRE: EL SEÑOR NUESTRA JUSTICIA“. ( Jr. 23, 6)

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término
 

                  Es todo un anhelo de gozo en  esperanza, despertado en nosotros por la cercanía del Señor, por su gran bondad y misericordia, que nos enciende en deseos de participar en el festín de las Bodas del Cordero,  en el banquete eterno, donde contemplar la luz del rostro de Dios será nuestro premio definitivo. Vida eterna en posesión, la misma vida de Dios 

viernes, 10 de julio de 2015

Domingo XV- B


DOMINGO XV DEL T. ORDINARIO - B



MUESTRANOS, SEÑOR, TU MISERICORDIA
Y DANOS TU SALVACION

Por Mª Adelina Climent Cortes  O. P

       
                 “La salvación está ya cerca”, porque es de nuestro  Dios y la concede  siempre que se la pedimos  con sinceridad de corazón, ya que, en todo momento nos escucha y se goza en complacernos, pues, en su ser, es amor, donación y gratuidad, y, de Él mana toda su acción salvadora.

                 De, este Dios, que siempre nos muestra su misericordia y nos da su salvación, nos habla el salmo 84, un canto de súplica comunitaria, con sentimientos de lamentación y al mismo tiempo de acción de gracias. Su origen es de  los tiempos del posexílio.

                 Una vez liberado Israel de la esclavitud del destierro de Babilonia, puede reconocer mejor la gravedad de sus pecados e infidelidades  que la ocasionaron. Igualmente,  es capaz, ahora, de suplicar a Yahveh su intervención misericordiosa y liberadora, en orden a lograr la plena restauración de la nación, sobre todo,  en lo que respecta a su estado  moral y social, ya que, se siente incapaz de conseguirlo por sí mismo. Y, a esta súplica lamentatoria de Israel, responde Yahveh, en la persona del                                            orante de turno del templo, por medio de  un oráculo de bendición  y de su fiel cumplimiento:
   
Voy a escuchar  lo que dice el Señor:
“Dios anuncia la paz,
a su pueblo y a sus amigos”
La salvación está ya cerca de sus fieles
y la gloria habitará en nuestra tierra.

                 La paz de Dios, ha de ser recibida  por  los israelitas, como fruto de su perdón, ya que es imposible experimentarla sin la conversión del corazón, que mueve a un amor sincero a Yahveh y al hermano. Paz y salvación,  que llevan consigo la misericordia, la justicia, la fidelidad y todo lo que encierra la bondad de Dios. Paz y vida de Dios, que es otorgada muy particularmente a sus fieles  y a sus amigos, que son los que nunca le  abandonan aunque las cosas no les sean favorables:
         
La misericordia y la fidelidad se encuentran,
la  justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra
y la justicia mira desde el cielo.

                 Y, también, esta vida salvadora de Dios, es copiosa bendición para todo el pueblo de Israel, como signo visible de su presencia entre ellos; presencia y gloria que se manifestará en la fecundidad de la tierra, y que traerá prosperidad y gozo para todos:

El Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La  justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos.

    
                    También, y de manera extraordinaria, la gloria de Dios está y residirá       siempre con nosotros, EN SU HIJO CRISTO JESÚS, que nos la ha hecho visible y esplendorosa en su amorosa entrega salvadora, que le ha conducido a su muerte y resurrección gloriosa.

                     Cristo Jesús es el que rige nuestro mundo, y lo va convirtiendo en REINO DE DIOS. Para ello: “LLAMÓ A LOS DOCE Y LES FUE ENVIANDO DE DOS EN DOS, DÄNDOLES AUTORIDAD SOBRE LOS ESPÍRITUS INMUNDOS”. Con su Palabra y autoridad nos ha traído su paz, su perdón regenerador;  Lo mismo que, también es,  el que sigue viviendo entre nosotros después de resucitado y el que, con su ESPÍRITU, lo va recapitulando todo en Él.


                     Y, nuestra respuesta a este gran don de Dios, que es Cristo Jesús, ha de ser, un desear vivir en su seguimiento, como los primeros discípulos, siendo colaboradores de su misión, predicando el Evangelio y la conversión, y,  acogiendo  su vida de paz,  su perdón y su amor, de manera que, nuestro mundo, pueda crecer continuamente en justicia, en misericordia y en fidelidad, frutos de su Espíritu, que hacen  realidad el Reino y la magnificencia de su Gloria.

viernes, 3 de julio de 2015

Domingo XIV Tiempo Orfinario- B


DOMINGO  XIV DEL T. ORDINARIO - B

MISERICORDIA, SEÑOR, MISERICORDIA


Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                 “Misericordia, Señor, misericordia”: Oración sincera que a Dios le agrada escuchar. Grito de confianza, clamor de esperanza con deseos sinceros de conversión auténtica y vivos sentimientos de sumisión filial.

                 Estamos ante el salmo 122, uno de los salmos de “las subidas”, que cantaban los fieles israelitas en peregrinación al Templo de Jerusalén, lugar de la morada de Dios, donde reside su gloría y esplendor, y, por eso mismo, donde se reza mejor, con más fervor, y, donde, Yahveh, atiende con más solicitud. Este poema es de la época del posexílio y contiene una oración  con tres lamentaciones.

                 El salmista irrumpe confiadamente, con una lamentación individual, clamando al Señor, Yahveh, para que salve a su pueblo, destruido, moral y socialmente,  en el exilio de Babilonia. Es una oración personal, con sentido de responsabilidad y gesto humilde, pero, al mismo tiempo, confiado y filial, ya que, esto, es lo que significa la expresión “siervo” en el Antiguo Testamento:

A tí levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos
fijos en las manos de sus señores.

                 Los “peregrinos” que en procesión han llegado al templo, se unen en plegaria al orante con el mismo gesto de humildad, insistiendo, con los ojos puestos en el Señor, su respuesta de misericordia y salvación:

Como están los ojos de la esclava
fijos en la mano de su señora,
así están nuestros ojos
en el Señor, Dios nuestro,
esperando su misericordia.

                 Y, como toda oración une en el amor y enfervoriza a las personas, se incorpora al grupo del salmista y los peregrinos, la asamblea del pueblo, que espera con anhelo el cumplimiento de las promesas de Yahveh, promesas de liberación y de paz. Y, es el reconocimiento de los propios pecados, desde una fe sincera, lo que conmueve las entrañas de Dios haciendo que mane la misericordia de su corazón:

Misericordia, Señor, misericordia,
que estamos saciados de desprecios;
nuestra alma está saciada
del sarcasmo de los satisfechos,
del desprecio de los orgullosos.
                                         

                    En los tiempos nuevos de la salvación, los que ahora vivimos, Cristo Jesús, se nos manifiesta como nuestro libertador, la misericordia de Dios entre nosotros, su rostro amable y compasivo. Pues,  Jesús, a pesar de no ser comprendido, hizo de toda su  vida, un generoso y continuo ejercicio de bondad y de amor, de manera particular con su predicación y su atención a los más pobres y oprimidos, ya que, como hombre que era, conocía bien nuestra vulnerable condición, y podía estremecerse ante todo dolor y sufrimiento humano causado por el pecado y el desamor

                    Y, también fue despreciado entre los suyos, como lo fue Ezequiel al  no ser aceptado como el profeta que anunciaba al pueblo el NOMBRE DE DIOS  (1ª lect.)

                    Lo que también ocurrió cuando llegó Jesús, el sábado, y empezó a hablar en la sinagoga.  Los que le escuchaban se preguntaban “¿de donde saca todo esto?” “¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada?  CONOCÍAN SU ORIGEN HUMILDE; SU FAMILIA, SU TRABAJO Y LES COSTABA ACEPTARLE  COMO PROFETA Y MESÍAS: “¿No es este el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? ¿Sus hermanas no viven con nosotros aquí?” Y desconfiaron de Él. Por lo que no pudo hacer allí ningún milagro.
  
                    Y, como, también, la misericordia de Dios ha sido derramada en nuestros corazones por el Espíritu, ella ha de movilizar las acciones de los que nos hemos decido seguir a Jesús y trabajar, superando todo desdén e incomprensión,  en la construcción del REINO DE DIOS. Un reino de justicia, de amor y de paz para todos, los que, como peregrinos hacia la ciudad eterna, la nueva Jerusalén, anhelamos el gozo eterno, en el que  participaremos, en plenitud, de la misma gloria de Dios.