sábado, 29 de noviembre de 2014

Domingo I de Adviento - B


DOMINGO   I  DE  ADVIENTO-  B

QUE BRILLE TU ROSTRO Y NOS SALVE

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    “Señor Dios Nuestro, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve”. Así canta el estribillo que introducía el coro, cuando la asamblea rezaba el salmo 79, que, hoy, en la Eucaristía dominical, acompaña la lectura de Isaías, siendo, como el eco de la misma.

                    Descansa el anhelo de Dios, cuando su rostro iluminado llena de claridad nuestro corazón, purificando todo nuestro ser, y, de igual modo,  llenando de luz nuestras sendas y  transformando nuestro mundo necesitado de conversión. Porque, la Luz de Dios, es como su gracia, que nos va gratificando hasta llenarnos de su misma vida. También, es, como su bendición, que nos hace participar de su bondad, dándonos plena seguridad de que está con nosotros alumbrando nuestro vivir, fortaleciendo nuestra esperanza, saciando nuestro amor.

                    El poema, de Asaf, es uno de los salmos comunitarios y de lamentación, quizá de la época de Josías  (S.VII a. C) Comienza invocando al Dios, que considera su Pastor y Guía, con la seguridad de ser parte de su rebaño, el pueblo que conduce siempre hacia su destino, la tierra prometida, y al que, en todo momento, cuida con dedicación y cariño inmenso. También es invocado Dios, en su inmenso poder y grandeza,  siempre rodeado de gloria y majestad:

Pastor de Israel, escucha,
tú que te sientas sobre querubines, resplandece.
Despierta tu poder y ven a salvarnos.

                    El pueblo de Israel pide la escucha de Dios, porque quiere exponerle, desde un espíritu de conversión y una esperanza de dolor, sus problemas y sentimientos de culpabilidad debidos a sus infidelidades y pecados; exigiéndole, además y  a la vez, su  benevolencia, ya que, de ello depende su misma honra, la de su Dios Yahveh, y la salvación de los que son su pueblo y rebaño:

Señor, Dios nuestro, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.

                    De nuevo, el orante del poema insiste diciendo, que Dios es invocado por Israel, su pueblo. Cómo queriendo hacerle ver, que, si es Rey del universo y, por lo tanto, todopoderoso, y dueño y labrador de la viña que Él mismo ha plantado como heredad suya, no puede dejarla abandonada, sin su protección y cuidados, de manera que pueda ser  destrozada su plantación por los animales y asaltada por los paganos, los pueblos vecinos... Alegando, además, que si Él mismo, la sacó de Egipto y la trasplantó en su tierra, ¿cómo, pues, ahora, no va a protegerla, sabiendo como sabe, que se encuentra siempre necesitada de su salvación?...

Dios de los ejércitos, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra plantó
y que tú hiciste vigorosa.

                    Lamentación dolorosa ésta, por parte de Israel;  pero al mismo tiempo oración llena de fe y  esperanza en Yahveh, el Dios de las promesas, que nunca ha dejado de socorrerles. Y, también, el salmista recuerda a este, su Dios, Yahveh, que, si desea ser invocado y reconocido en su gloria, por sus fieles, tendrá que cambiar en su manera de actuar, pues solo así, podrán alabarle por siempre jamás.

Que tu mano proteja  a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti;
danos vida, para que invoquemos tu nombre

                    En Jesús es, donde los cristianos hemos de ver brillar el rostro de Dios, nuestro. Padre. Lo que se hizo posible con su muerte de cruz y su gloriosa Resurrección. También, es Cristo Jesús, el único que ha visto al Padre cara a cara,  por lo que pudo exclamar: “Yo soy la Luz del mundo, el que me sigue no camina en las tinieblas sino que tendrá la luz de la vida”. Y Jesucristo, el Hijo de Dios, ahora glorioso en el cielo, es el que sigue iluminando nuestra Historia, y el que va llenando, de claridad, todo el cosmos.

                    Y, también, es Cristo Jesús, el que esperamos en la liturgia de estos días de adviento, la que nos prepara, para celebrar, con alegría, su nacimiento de Sta. María Virgen. Le estamos esperando también, con entusiasmo y amor, para agradecerle su constante venida, a todos y a cada uno de nosotros, y para recordar que, también, todos, hemos de vivir en la espera atenta a su última venida, en gloria y majestad, en la que quedaremos incorporados a Él definitivamente.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                             
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                    
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                          

                                                        

domingo, 23 de noviembre de 2014

Solemnidad de Cristo Rey- A

CRISTO  REY:    "Vengo pronto"

EL SEÑOR ES MI PASTOR, NADA ME FALTA

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Como hizo Israel en otros tiempos, nos alegramos y gozamos de tener un DIOS, REY DEL UNIVERSO Y SEÑOR DE LA HISTORIA. Un Dios que, en su soberanía, es, a la vez, tan cercano, amable y compasivo con nosotros, sus hijos, que se nos manifiesta como Pastor Bueno, guiando a su rebaño, y nos acompaña con su ternura y amor, en el dificultoso caminar hacia la meta prometida. Es, también, el mismo Dios que, al final de la Historia, regresará como Juez de vivos y muertos, y nos examinará de la misericordia y el amor que hayamos tenido para con los demás, lo que dará la medida de la  recompensa que gozaremos en su REINO ETERNO Y GLORIOSO.

                    Y, con gozo y agradecimiento, celebramos a nuestro DIOS, REY Y  SEÑOR de todo lo creado, y, lo hacemos, cantando con amor y gratitud su protección solícita, bondadosa y acogedora, para con los hombres de todos los  pueblos, con el salmo 22. Un rico y  hermoso poema que, con  encanto conmovedor, describe a Yahveh, el Dios de Israel, como el Pastor solícito, del pueblo, al que guía siempre con fidelidad y dulzura, como también lo hace con nosotros, de manera que nada nos pueda faltar:

El Señor es mi pastor,
nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar.

                    Con decires sublimes de sabor y vida pastoril, canta el salmista a su Dios y Señor, Yahveh, y le recuerda las atenciones que siempre tiene con Israel, su pueblo escogido, mientras le conduce apaciblemente hacia las fuentes de aguas vivas, que renuevan y rejuvenecen, porque calman toda sed de vida y de amor:  

Me conduce hacia fuentes tranquilas,
y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.

                    En el camino, lleno de atenciones y amorosos cuidados por parte de Yahveh, no puede faltar la mesa preparada, que invita y acoge a la intimidad y al descanso, junto con el alimento que nutre la fe y fortalece la comunión de vida; también, con la alegría del vino que embriaga y da felicidad:

Preparas una mesa ante mí
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.

                    Y, sería nada lo dicho, sin la presencia y compañía amorosa del Pastor Bueno,  que desbordando misericordia por doquier, con  el afecto y fuego de su corazón, infunde seguridad, da valentía y lo inunda todo de felicidad, hasta despertar el gran deseo de querer  estar siempre gozando con Él:

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor,
por años sin término.

                    Y, Cristo Jesús, El buen Pastor, es el que nos sigue conduciendo, con dulzura, hacia las  praderas verdes de su amor. Hace su camino con nosotros, con todos los hombres, y su  gesto es acogedor y sonriente. Nos cuida  y alimenta en todo momento con la verdad de su Palabra evangélica y con el pan y el vino eucarísticos; Y, también, se goza cuando  nos alienta en el fiel empeño de seguirle y llegar hasta la meta que nos convoca, porque estamos invitados a sus bodas, las que tendrán lugar en Reino con toda la humanidad;  al banquete eterno y a la vida que nunca acabará porque, siempre en Dios, cabe más felicidad.


                    Que CRISTO JESÚS, REY DEL UNIVERSO, SEÑOR DE LA HISTORIA, el que, venciendo a la muerte ha resucitado para siempre: nuestro Buen Pastor, nuestro Hermano Mayor y Primicia de la humanidad,  el que lo será todo en todos, y nos seguirá bendiciendo hasta  abrir, a  la humanidad entera, las puertas de su REINO GLORIOSO, que, también es, el REINO DEL PADRE DIOS. 

sábado, 15 de noviembre de 2014

Domingo XXXIII- A


DOMINGO  XXXIII

DICHOSO EL QUE TEME AL SEÑOR

Por Mª Adelina Climent Cortés   O.P.


                    EL TEMOR DEL SEÑOR, que nos lleva a tener una actitud reverente, atenta, vigilante y operativa, también es FUENTE FECUNDA DE BENDICIONES, que, a la vez, son fruto de la fidelidad y benevolencia de Dios, para con todos los que le buscamos con amor, y queremos  seguir, con atención, sus caminos.

                    Y, porque, DIOS NOS BENDICE CON SU PAZ Y SUS BIENES, siempre que confiamos en Él, le alabamos con gratitud cantando el salmo 127, que,  en sus orígenes,  es uno de los “salmos de bendiciones” y que, posteriormente, también se le considera de “las subidas”, pues, lo cantaban en procesión los peregrinos que, impulsados por la fe y el amor a su Dios, Yahveh,  acudían solícitos al templo para alabarle y darle gracias; y donde, también,  eran bendecidos  en su nombre, por el sacerdote de turno del santuario, antes  de iniciar el regreso a sus casas.

                    El salmo nos describe, de manera sencilla y amable, la bendición de Dios, en una vida en familia y en el humilde y cotidiano trabajo, que tanto alegra al que come y se beneficia de él; dicha, que solo experimentan los que hacen su vida en el temor del Señor, es decir, buscando lo que le agrada, lo recto y justo, desde una generosa y sincera fidelidad:

¡Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos! 
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien.

                    De manera más concreta, el salmo canta la bendición, dulzura y felicidad de la familia en la que, la esposa, fecunda y hacendosa, vive atenta y pendiente de los demás, y, donde reina la alegría y el gozo de los hijos, en lo cotidiano de un vivir, que, se basa, en el  amor verdadero y la mutua comprensión, como fruto de la bendición de Yahveh para con los que le aman y temen

Tu mujer como parra fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos como renuevos de olivo
alrededor de tu mesa.

                    Muy hermosa y rica es la vida, cuando está protegida por la bendición de Yahveh, que otorga desde su templo a los que, movidos por la fe y el amor, le anteponen a todo lo demás y, acuden a Él, para venerar su santo nombre y hacer su vida, en generosidad y entrega, como ofrenda de sacrificio:

Esta es la bendición del hombre
que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén,
todos los días de tu vida.

                    Pero, el modelo más perfecto y acabado de un vivir en el temor de Dios, ha de ser, para todos nosotros, Jesucristo, nuestro Salvador, que hizo de toda su vida una actitud reverente de amor y sumisión al Padre, buscando siempre cumplir su voluntad, para serle fiel en todo momento, hasta entregarse, por amor, en manos de sus enemigos y lograr, con su muerte en la Cruz, la salvación del mundo y de todos los hombre; siendo su resurrección gloriosa, la más encumbrada de las bendiciones, recibidas de su Padre Dios, en beneficio de toda la humanidad.

                    Y, su ejemplo, el de Jesús, es el que debemos seguir los que nos llamamos cristianos y queremos vivir en su seguimiento. Por lo que, hemos de expresar nuestra fe, a través de una actitud de sincera búsqueda  y entrega responsable a la voluntad de Dios, por encima de todo lo demás; porque, sólo así, recibiremos su bendición, la dicha de poder vivir sirviendo, desde el amor y la gratuidad, a nuestros hermanos  los hombres, trabajando incansablemente por la construcción del Reino de Jesucristo, para, así, gozar eternamente de su bienaventuranza y plenitud en la Gloria del Padre.


viernes, 7 de noviembre de 2014

Fiesta de la Dedicación de la Basílica de Letrán


DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE LETRÁN

VAMOS  A  LA  CASA  DEL  SEÑOR.
Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


Que alegría cuando me dijeron:
“Vamos a la casa del Señor”

                    Así comienza el salmo 121; un canto muy conocido y que, ha de  llevarnos al regocijo espiritual y al agradecimiento. También, es un salmo de “peregrinación”, o de las “subidas”, de la época del posexílio. La cantaban los israelitas, una vez al año, cuando subían al TEMPLO,    MORADA    DE    YAHVEH    Y    TABERNÁCULO    DE    SU    GLORIA. Muy bonita manera de expresar, el pueblo, su profunda fe en el Dios, que siempre salva y se compadece, y de manifestar su amor entrañable a Jerusalén, la ciudad amada de todos. Aunque el camino era largo y dificultoso, el salmista expresa la alegría del comienzo y el gozo inmenso de la llegada:

Ya están pisando nuestros pies
Tus umbrales, Jerusalén.

                    El Salmo, conocido también como “Cántico de Sión”, sigue diciendo que, los israelitas, además de ir a Jerusalén, para alabar y bendecir a Yahveh en su templo y llenarse de gozo espiritual; suben, también, porque, es en la ciudad santa, donde se administra la justicia, que sólo es de Dios, pero, que hace participar de ella al pueblo, en la persona del Rey, ya que, todo fiel sabe, que, el que busca con sinceridad a Dios, ha de practicar la justicia y el derecho con el hermano y con todos los demás:

Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,
según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia
en el palacio de David.

                    La búsqueda de Dios y la justicia entre los hermanos trae la paz y las promesas de Yahveh con su salvación. Y, esto, es lo que encuentra todo israelita en Jerusalén, ciudad de paz: la paz y seguridad que Dios da; y esto, es lo que proclama el salmista con entusiasmo a los más próximos y a todo Israel:

Desead la paz a Jerusalén:
“Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de los muros,
seguridad en sus palacios”.

Por mis hermanos y compañeros
voy a decir: “La paz contigo”.
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien.

                      Recemos el salmo, nosotros y todos los cristianos, con la alegría y el entusiasmo que manifestaban los peregrinos; sabiendo que, con Cristo Jesús, paz y justicia de todos los redimidos, formamos la NUEVA   IGLESIA, de la que Él es la Cabeza y nosotros sus miembros; PIEDRAS   VIVAS   DEL   EDIFICIO ESPIRITUAL, desde donde mana la SALVACIÓN para todos los que deseen aceptarla. IGLESIA   UNIVERSAL, que, a su vez, es imagen de la JERUSALÉN   CELESTE, morada eterna del DIOS   VIVO y del esplendor de su gloria, y, hacia donde todos caminamos guiados por el Espíritu de Jesús, y donde Dios nos espera para compartir su gloria, que será gozo jubiloso y constante alabanza y bendición. 

sábado, 1 de noviembre de 2014

Fieles Difuntos


CONMEMORACIÓN DE LOS FIELES DIFUNTOS

EL SEÑOR ES MI PASTOR, NADA ME FALTA

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Con gesto de amor y generosidad dice Dios, por boca del profeta Jeremías: “Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas...” convirtiéndose, así, en el PASTOR BUENO y leal de Israel y de todos los que le buscan, a los que siempre manifiesta su ternura y su amor, mientras los conduce a LA VIDA Y FELICIDAD ETERNAS.

                    El salmo 22, desde el sentido de la Alianza Yahveh- Israel, nos habla de este PASTOR BUENO, diferente a los demás pastores, porque solo busca el bien de sus ovejas. También nos invita el salmo, a proclamar nuestra total confianza  en el Dios, que siempre nos acompaña con solicitud, sabiduría y poder.

                     Este poema, tan amoroso, tan conocido y estimado por todos y que, tanto invita a la piedad, también nos inunda de consuelo y de sentimientos de acción de gracias. Con Dios lo tenemos todo y nada nos falta: nos instruye con su palabra, nos restablece y sana, nos tranquiliza y sosiega con su cercanía:

El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.

                    Dios, goza, acompañando nuestra vida por senderos de justicia, de paz y de amor; es decir, por caminos de rectitud, que son sus caminos de salvación:

Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.

                    Si nos atemoriza la soledad, el pecado, e incluso la muerte, sabemos que “su compasión no se acaba, antes bien se renueva cada mañana”:

Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.

                    Y, es tanta la solicitud de Dios que, además de PASTOR, se nos muestra como hospedero, pues, nos acoge y alimenta, nos colma de atenciones, y hasta nos trata con distinción y exquisitez:

Preparas una mesa ante mí
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.

                    Versos, estos, que anuncian el Banquete Eucarístico de Jesús, celebrado antes de su muerte y resurrección, en el que se nos da como comida y bebida, manifestándonos así la bondad de Dios Padre, que nos ama hasta el extremo y que, con la fuerza de este alimento, nos va conduciendo a su misma gloria:

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida.
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.


                    Para los cristianos, JESÚS es nuestro BUEN PASTOR y, su Espíritu, nos va conduciendo, con amable solicitud, a la casa del Padre, donde, resucitado, mora con Él, esperando la llegada de todos nosotros, sus seguidores.

                    Jesús, antes de despedirse de los suyos y subir al cielo, nos dijo: “YO SOY LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA: el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá”.


                    Por eso, rezar hoy este salmo, en la conmemoración de los fieles difuntos, nos llena de esperanza, consuelo y júbilo, ya que, podemos decir con toda seguridad y confianza: “habitaré en la casa del Señor por años sin término”, participando en el banquete definitivo del REINO DE DIOS PADRE.