DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO
ACLAMAD LA GLORIA Y EL PODER DEL
SEÑOR
Por Mª Adelina Climent Cortés O. P.
Aclamamos al Dios
providente y amoroso, que dirige los acontecimientos de la Historia de la Salvación con mano fuerte y generosa, siempre a favor de
todos los hombres y pueblos. Es lo que nos recuerda el profeta Isaías, cuando
anuncia los eventos salvadores de Yahveh, el Dios de la Alianza con Israel, su
pueblo escogido, pero cautivo en el destierro: será Ciro, un nuevo rey de
Babilonia, el que permita a los israelitas volver a la tierra de su
patria, para poder alabar de nuevo, la gloria y el poderío de su
Dios.
Unidos a los sentimientos
de alabanza y agradecimiento de Israel a Yahveh; su Dios, cantamos y oramos el
salmo 95, el canto de los desterrados que, desde Babilonia, regresan gozosos y
libres, a su añorada patria.. También los campos, los bosques y las
praderas aclaman a su Creador y Señor, participando de la alegría que vive Israel, en su avance hacia la tierra que
desde siempre el Señor les tenía prometida. Y, caminan, acompañados y guiados por su mismo Dios,
Yahveh, que siempre les protegerá y ayudará, pues son el pueblo de su heredad.
También, este cantar nuevo, expresa la alegría de comenzar Israel, como
nación, una etapa más plena y sublime,
con la restauración de la ciudad y la reedificación del templo.
Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones.
Es Yahveh, el Dios de
Israel, el único que se justifica a sí mismo por su acción creadora y
salvadora; y, al único que se le puede aclamar por su gloria y poder. Los demás
dioses, en cambio, son ídolos, solo hechura de manos humanas:
Porque es grande el Señor, y muy digno
de alabanza,
más temible que todos los dioses.
Pues los dioses de los gentiles son
apariencia,
mientras que el Señor ha hecho el cielo.
El salmista, con gozo y
entusiasmo, invita a todos los pueblos
de la tierra, a cantar y reconocer el
amor inmenso de Yahveh, el Dios siempre fiel y leal para con todos los pueblos
y naciones del orbe; También, por ser el Rey y Señor de todo el universo, ha de ser proclamado y alabado en su mismo santuario, lugar donde reside su
gloria y poder:
Familias de los pueblos, aclamad al
Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
entrad en sus atrios trayéndole
ofrendas.
Este salmo real, que,
también es un canto de entronización, invita a la alabanza y adoración
universal, de Yahveh, en el templo, por ser, su santuario, el lugar donde ejerce su santidad y justicia con fidelidad y
rectitud, siendo, para todo el que le invoca, el Dios de la paz y del amor, al
que siempre hay que cantar y aclamar por su gloria y poder
Postraos ante el Señor en el atrio
sagrado,
tiemble en su presencia la tierra toda.
Decid a los pueblos: “El Señor es Rey,
él gobierna a los pueblos rectamente”.
El Dios que desde el
santuario rige el universo; el Señor, del
que tenemos que cantar y aclamar su gloria y poder, nos enseña que, en
nuestra vida, ha de existir siempre un justo equilibrio entre lo humano y lo
divino, que ha de ayudarnos a vivir de manera responsable y respetuosa, libre
y coherente; valorando y teniendo en
cuenta y en primer lugar, el sentido último y trascendente, el de su dimensión
religiosa- teologal, sin descuidar su otra dimensión, la política o social..
Y, porque no es fácil vivir
en este sano equilibrio, el mismo Cristo
Jesús, Palabra encarnada del Padre, nos señala la pauta a seguir, cuando, ante
los adversarios que buscaban tentarle, dijo: “Pagadle al César lo que es del
César y a Dios lo que es de Dios”.
Y, solo, teniendo en
cuenta nuestra vida humana y Divina; solo, obrando correctamente ante los
hombres y agradando a Dios, iremos construyendo eficazmente su Reino, su santuario universal, en el que eternamente
será aclamado, enaltecido y glorificado
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