viernes, 31 de octubre de 2014

Solemnidad de Todos los Santos


TODOS LOS SANTOS

ESTOS SON LOS QUE BUSCAN AL SEÑOR

Por Mª Adelina Climent Cortés  O P.


                    Con gozo y júbilo celebramos la fiesta de TODOS LOS SANTOS; de los que ya viven en Dios para siempre y en comunión con nosotros, los que  peregrinamos hacia la patria definitiva. Estos bienaventurados supieron, desde la fe y el amor a nuestro Dios y Padre y a todos los hermanos, hacer de sus vidas, un camino de seguimiento y de búsqueda de la Verdad y el Bien, por lo que, ahora,  ya gozan  de la Vida plena  junto a Cristo Jesús, el que, con su Resurrección, nos abrió las puertas del paraíso, después de habernos justificado con su entrega y amor. También, los SANTOS, son nuestros intercesores, los que, con María y los Ángeles, nos ayudan a avanzar por el  camino de la vida que conduce al cielo.

                    Y, al  contemplar, en el Apocalipsis, la felicidad eterna de los justos, y el gozo de la muchedumbre de fieles “de toda nación, razas, pueblos y lenguas de pie delante del trono y del Cordero”, nos unimos a esta liturgia de alabanza y bendición de LOS SANTOS, con el salmo 23, dando gracias a Dios, por habernos destinado a su glorioso y excelso Reino.

                    Este salmo, es un himno alegre y gozoso, que se cantaba en las subidas en procesión al Templo, donde residía la gloria de Dios en toda su majestad y esplendor; y que, revive, la entrada del Arca en el primer santuario de Sión. En este canto, el orante invita a toda la tierra a alabar con alegría y acción de gracias a Yahveh, como Rey y Señor de todo lo creado:

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

                    El salmista,  pregunta, quién podrá subir al monte del Señor, es decir, hasta Dios, dando él mismo la respuesta. Sabe que la condición indispensable para entrar en el santuario donde se encuentra el trono de Yahveh, es, la pureza de corazón, que es un aspecto básico de la santidad, ya que, todo el que es limpio de corazón está ya viendo a Dios, pues, en su inocencia y rectitud, se mira, y resplandece la misma grandeza y santidad del Señor. También lo dijo Jesús: “Dichosos los limpios de corazón porque ellos verán a Dios”:  

¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes
y puro corazón.

                    El que tiene un espíritu íntegro, confía siempre en la bondad de Dios y en su infinita misericordia y, camina hacia Él, con sinceridad, en el cumplimiento de la ley; y, el mismo  Dios lo acepta, complacido, saliendo con amor a su encuentro. También  está capacitado para recibir la bendición del Señor y todos sus dones de bondad y de salvación:

Ese recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de Salvación.

                    Y, en Jesús de Nazaret, vemos los creyentes, al hombre inocente y limpio por excelencia; el que siempre vivió su fe según la ley del amor, hasta defenderla con la entrega de su propia vida, pero, con la esperanza de que, Dios, nunca lo abandonaría, como así fue, ya que, LA RESURRECCIÓN de CRISTO JESÚS, se ha convertido en VIDA ETERNA para todos los redimidos.

                    Agradecidos, hoy, cantamos su victoria y la nuestra. CRISTO JESÚS, ES VIDA Y SALVACIÓN, para todos los hombres, llamados a ser SANTOS, hijos de Dios y herederos de su Reino. Y, es el mismo Jesús, el que nos introduce en la Vida Eterna, en la que, Dios Padre, se nos manifestará y “seremos semejantes a Él, porque le veremos tal cual es”


                    Importante, para nosotros, ha de ser el experimentar, cada día, la alegría de ser hijos de Dios y hermanos de Jesús, por haber creído en Él; y, de esta manera, los que están alejados de esta felicidad, podrán descubrir en nuestro amor y en nuestro actuar, la gran fuerza salvadora de Dios, la que nos santifica y nos va conduciendo hasta la plena felicidad, de la que gozan ya TODOS LOS SANTOS en el CIELO.

sábado, 25 de octubre de 2014

Domingo XXX- A


 YO TE AMO, SEÑOR, TÚ ERES MI FORTALEZA

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    El Dios, que siempre nos ama con ternura entrañable, y, que, tanto goza derramando su amor, su misma vida sobre cada uno de sus hijos, los hombres; también, lo que más quiere  y  exige de nosotros, es que le amemos a Él, por encima de todo lo creado, y que nos amemos unos a otros como hermanos, porque es lo que  más le agrada, y en lo que radica el cumplimiento de su voluntad

                    Y, porque la Alianza entre Israel  y su Dios Yahveh, se centraba en el culto y, también, en la justicia social; en el “Código de la Alianza” del Éxodo, aparecen los preceptos  que había que tener en cuenta con respecto a los demás, y que, según la voluntad de Dios, han de regir, siempre, nuestro comportamiento con los más pobres, débiles y oprimidos, que son, los que el Señor más acoge, estima y escucha, por ser, nuestro Dios, compasivo y misericordioso.

                    Pero, es el salmo 17, el que  nos invita, sobre todo, a poner el corazón en Dios, que nos ha creado para amarle sobre todas las cosas; es decir, con todas las fuerzas de nuestro ser y  con toda la expresividad de nuestro actuar; siendo este, el  primer enunciado del mandamiento principal de la Ley, del que fluye la segunda parte: “amarás  al prójimo como a ti mismo”, en la que se verifica y alcanza plenitud..

                    El salmo, recuerda las maravillas obradas por Yahveh a favor de su pueblo, ya sea en la persona del rey David y en las victorias obtenidas con los pueblos vecinos, o en el afianzamiento de la monarquía. Eventos estos, que logran arrancar del salmista una confesión sincera y agradecida, con el fin de pagar con  amor, a tanto derroche de estima y predilección,  por parte de Yahveh, el Dios de Israel; por lo que clama diciendo:

Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza,
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador.

                    El amor del salmista, siempre espontáneo, creativo y fiel, se desborda en expresiones de gratitud a Yahveh, como son los diferentes títulos, con los que le alaba y reconoce, pues, también, a él, le salva y libera siempre que lo invoca:

Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío,
mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza
y quedo libre de mis enemigos.

                    De nuevo, más alabanzas y bendiciones a Yahveh, por su amor y benevolencia con el que es rey de Israel, su ungido, que ha de representarle ante su pueblo:

Viva el Señor, bendita sea mi Roca,
sea ensalzado mi Dios y Salvador.
Tu diste gran victoria a tu rey,
tuviste misericordia de tu Ungido.

                    También, Cristo Jesús, dio gracias a Dios por habernos colmado con su amor, a la vez que nos  hablaba del amor que el Padre bondadoso del cielo nos tiene, y cómo, hay  que corresponderle

                    Más, la misma vida de Cristo Jesús, fue un  estar siempre correspondiendo al amor del Padre, hasta morir por los hombres, sus hermanos, en la Cruz y lograr la salvación de todos; convirtiéndose, de esta manera, en la expresión del amor y de la misericordia de Dios para la humanidad entera.

                    Pero, no solo el amor impulsaba la vida y el caminar de Jesús, también, con  su palabra evangélica, aportó novedad al segundo enunciado del  mandamiento, al añadir, que debemos amar al prójimo como a nosotros mismos, es decir,  con el mismo amor que Dios nos ama, pues, el verdadero amor  es único y universal

                    Más, como amar a Dios y a los hermanos con autenticidad no es fácil, pues requiere practicar las virtudes teologales y los valores humanos, es el mismo Cristo Jesús, el que nos da fuerzas para conseguirlo, en la Eucaristía, con la fuerza de su amor partido y entregado.


                    Y, porque el amor nos asemeja a Dios, también podemos vivir en su misma comunión de Vida, que en la eternidad será gozo y plenitud total.

viernes, 17 de octubre de 2014

Domingo XXIX- A




DOMINGO  XXIX   DEL  TIEMPO ORDINARIO

ACLAMAD LA GLORIA Y EL PODER DEL SEÑOR

Por Mª Adelina Climent Cortés  O. P.


                    Aclamamos al Dios providente y amoroso, que dirige los acontecimientos de la Historia de la Salvación con  mano fuerte y generosa, siempre a favor de todos los hombres y pueblos. Es lo que nos recuerda el profeta Isaías, cuando anuncia los eventos salvadores de Yahveh, el Dios de la Alianza con Israel, su pueblo escogido, pero cautivo en el destierro: será Ciro, un nuevo rey de Babilonia, el que permita a los israelitas volver a la  tierra de su  patria, para  poder  alabar de nuevo, la gloria y el poderío de su Dios.

                    Unidos a los sentimientos de alabanza y agradecimiento de Israel a Yahveh; su Dios, cantamos y oramos el salmo 95, el canto de los desterrados que, desde Babilonia, regresan  gozosos y  libres, a su añorada patria.. También los campos, los bosques y las praderas aclaman a su Creador y Señor, participando de la alegría que vive  Israel, en su avance hacia la tierra que desde siempre el Señor les tenía prometida. Y, caminan,  acompañados y guiados por su mismo Dios, Yahveh, que siempre les protegerá y ayudará, pues son el pueblo de su heredad. También, este cantar nuevo, expresa la alegría de comenzar Israel, como nación,  una etapa más plena y sublime, con la restauración de la ciudad y la reedificación del templo.

Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones.

                    Es Yahveh, el Dios de Israel, el único que se justifica a sí mismo por su acción creadora y salvadora; y, al único que se le puede aclamar por su gloria y poder. Los demás dioses, en cambio, son ídolos, solo hechura de manos humanas:

Porque es grande el Señor, y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses.
Pues los dioses de los gentiles son apariencia,
mientras que el Señor ha hecho el cielo.

                    El salmista, con gozo y entusiasmo, invita a  todos los pueblos de la tierra, a cantar y  reconocer el amor inmenso de Yahveh, el Dios siempre fiel y leal para con todos los pueblos y naciones del orbe; También, por ser el Rey y Señor de todo el  universo, ha de ser proclamado y alabado  en su mismo santuario, lugar donde reside su gloria y poder:

Familias de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
entrad en sus atrios trayéndole ofrendas.

                    Este salmo real, que, también es un canto de entronización, invita a la alabanza y adoración universal, de Yahveh, en el templo, por ser, su santuario, el lugar donde  ejerce su santidad y justicia con fidelidad y rectitud, siendo, para todo el que le invoca, el Dios de la paz y del amor, al que siempre hay que cantar y aclamar por su gloria y poder

Postraos ante el Señor en el atrio sagrado,
tiemble en su presencia la tierra toda.
Decid a los pueblos: “El Señor es Rey,
él gobierna a los pueblos rectamente”.
    
                    El Dios que desde el santuario rige el universo; el Señor, del  que tenemos que cantar y aclamar su gloria y poder, nos enseña que, en nuestra vida, ha de existir siempre un justo equilibrio entre lo humano y lo divino, que ha de ayudarnos a vivir de manera responsable y respetuosa, libre y  coherente; valorando y teniendo en cuenta y en primer lugar, el sentido último y trascendente, el de su dimensión religiosa- teologal, sin descuidar su otra dimensión, la política o social..

                    Y, porque no es fácil vivir en este sano equilibrio,  el mismo Cristo Jesús, Palabra encarnada del Padre, nos señala la pauta a seguir, cuando, ante los adversarios que buscaban tentarle, dijo: “Pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.


                     Y, solo, teniendo en cuenta nuestra vida humana y Divina; solo, obrando correctamente ante los hombres y agradando a Dios, iremos construyendo eficazmente su Reino, su  santuario universal, en el que eternamente será aclamado,  enaltecido y glorificado

lunes, 13 de octubre de 2014

María del Pilar


SANTA MARÍA DEL PILAR

EL SEÑOR ME HA CORONADO,
SOBRE LA COLUMNA ME HA EXALTADO

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                     Ensalzamos y festejamos, con alegría y gratitud, a nuestra Reina y Soberana, SANTA MARÍA DEL PILAR, de Zaragoza, en la entrañable, patriótica y   popular fiesta de la HISPANIDAD. Y, la luminosidad de su radiante y pequeña figura hace vibrar nuestro corazón de amor filial y agradecido, pues, a Ella acudimos, con fervor y devoción, para recibir su bendición y la de su Hijo Cristo Jesús,  que tanto fortalecen nuestra fe, esperanza, y amor.

                   A esta querida tierra nuestra, de España y Aragón, de  ritmo, baile y canción, lugar escogido junto al río Ebro, y consagrado, según la hermosa tradición, por Santa María del Pilar, para estar siempre con nosotros; llegan, sin cesar, fieles de Latinoamérica y de todo el mundo, con el fin de venerar su Imagen querida, orar agradecidos, y depositar hermosas rosas y  flores de color ante su columna bendita,   que besan con fervor... Y, puesto, que todos los fieles la proclamamos MUJER DICHOSA entre todas, por ser la MADRE DE DIOS, en su celebración litúrgica la ensalzamos con júbilo y amor, cantando el salmo 26.        

                    Estamos, ante un hermoso salmo, de súplica confiada, que el orante canta  al Señor Yahveh, que, en su gran bondad, siempre acoge y salva con misericordia, Y, porque, también nosotros, sentimos la ayuda y protección de nuestro DIOS en todo momento, con la de su MADRE, SANTA MARÍA DEL PILAR, decimos:

El Señor es mi luz y mi salvación;
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida;
¿quién me hará temblar?

                   Más, como  lo que  canta el orante de su Dios Yahveh, es signo de lo que, Santa María Virgen y Madre, nos defiende y protege en cada momento de la vida, proseguimos con el salmista:

Si un ejército acampa contra mí,
Mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo.

                    Y, si, el Dios Yahveh, en su santuario, daba confianza y seguridad a Israel, con su presencia y cercanía; también, LA VIRGEN MARÍA, nos llena de felicidad y contento, por ser el ARCA DE LA NUEVA ALIANZA, que nos trae al SEÑOR entre nosotros: 

Una cosa pido al Señor,

eso buscaré: 
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor
contemplando su templo.

                    También, por ser  tanta la ternura y misericordia de Dios y la de su Santísima Madre, para con nosotros, con el salmista, cantamos, manifestando nuestro gozo y agradecimiento:
 
Él me protegerá en su tienda
el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca.

                    Más, siendo, que nunca desconfiamos de DIOS, ni de su DIGNA MADRE y EDUCADORA DE LA PALABRA, podemos acudir, con plena seguridad, a SANTA MARÍA DEL PILAR, para que, nos conceda, saber  acoger y transmitir la Palabra Evangelizadora de Jesús, dando frutos de sincera conversión.

                    Y, puesto que, MARÍA, con los apóstoles reunidos, esperó al ESPÍRITU SANTO, y estuvo presente en el nacimiento de la Iglesia, como lo está ahora con nosotros, le pedimos, de todo corazón, la ansiada unidad de los cristianos, y el poder buscar siempre, y por encima de todo, el Reinado de Dios y su justicia.


                    Y, SANTA MARÍA DEL PILAR, que, como luz hermosa y claro día, es guía para cuantos la amamos, y la alegría de todo el universo, como también la del Cielo donde está sentada, como REINA, a la derecha de DIOS PADRE, nos conceda, a cuantos la amamos, el gozo inefable de tener parte en su misma gloria y, en  la de su HIJO CRISTO JESÚS, nuestro SALVADOR y SEÑOR.

viernes, 10 de octubre de 2014

Domingo XXVIII- A


DOMINGO   XXVIII   DEL  TIEMPO   ORDINARIO

HABITARÉ EN LA CASA DEL SEÑOR  POR AÑOS SIN TÉRMINO

Por  Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Caminamos hacia los bienes que el Señor nos tiene prometidos desde siempre; y lo hacemos conducidos por la bondad y la misericordia de su amor. Son los bienes que, en un futuro no muy lejano, viviremos en plenitud de gozo y de felicidad sin fin, como, tan hermosamente nos lo describe el profeta Isaías en  su poema, cuando  canta las delicias del festín de un Rey, para celebrar el banquete de bodas  de su Hijo; banquete  al que estamos invitados todos los hombres sin excepción.

                    Al Dios que se goza de anunciarnos una felicidad sin fin para todos, con la imagen de una mesa repleta de vinos deliciosos y manjares suculentos, preparada con amor por Él mismo, para el festín  de las bodas de su Hijo Unigénito con la humanidad, al final de los tiempos; a éste mismo Dios que, también se complace de ser nuestro guía y  pastor, en el camino que nos conduce a la eternidad, le cantamos, agradecidos, el salmo 22.

                    Este bello poema,  también es una hermosa oración, con la que nos dirigirnos al Señor, nuestro Dios, siempre que sentimos necesidad de su ternura y amor. 

El Señor es mi pastor,
nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar:
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.

                    Y, si Dios nos regala lo suyo propio, y nos colma con los detalles y cuidados más sublimes de su amor, lo que más ha de alegrarnos  y complacernos, es sabernos seguros en sus manos y sentirnos amados con  predilección:

Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.

                    Y, porque el amor auténtico es humilde y servicial, Dios nos reúne en su mesa, en la mesa de su amor, que él mismo nos ha preparado y en la que se nos da como manjar exquisito; es la mesa que nos reconforta y nos proporciona el descanso y la paz que necesitamos, hasta rebosar de alegría y felicidad:

Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.

                    Escuchar al Señor, participar de su mesa y de su alegría durante nuestra vida, y sentirnos guiados por su mano amiga y amorosa, es lo que nos hace desear y pregustar la felicidad perenne y sin fin de la vida futura:

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor,
por años sin término.

                   Por nuestra parte, convocados por Dios a la vida plena de su Reino,  hemos de dejarnos conducir por JESUCRISTO NUESTRO SEÑOR, EL PASTOR BUENO, que, nos guía y conduce con su amor y con la fuerza de su alimento eucarístico, hacia la nueva Jerusalén, la definitiva, donde ha de darse el festín  de sus bodas con la humanidad entera.

                    Pero, estando todos llamados a participar de la mesa de las bodas eternas del Hijo de Dios, se nos exigirá el  detalle de ir vestidos con el traje nuevo, con el traje de fiesta, el que hemos de ir confeccionando con las buenas obras que practiquemos con los demás y con los valores evangélicos y humanos vividos durante nuestra vida terrena, ya que, sólo así, formaremos parte de los escogidos.

                    Y, ser llamados para una felicidad sin fin durante toda la eternidad, nos ha de llenar de  gozo y entusiasmo; alegría y júbilo, que hemos de saber transmitir a los demás, para que, sean muchos los que acojan la invitación que Dios les hace, a participar plenamente de Él en la comunión de su vida.  

lunes, 6 de octubre de 2014

Solemnidad de la Virgen del Rosario


REINA DEL SANTO ROSARIO

MADRE DE DIOS, INTERCEDE POR NOSOTROS AL SEÑOR

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.


                    Fragante y llena de color, como ROSA MÍSTICA entre  rosales en flor y los lirios de primavera, alzándose cual aurora luciente, hermosa como la luna y resplandeciente como el sol, irrumpe gozosa la gloria virginal de Sta. María, REINA Y MADRE DEL SANTÍSIMO ROSARIO, ante quién, la humanidad esperanzada pide sin cesar, la paz y la misericordia de Dios para los pueblos, los hogares, y para cada uno de nosotros, los hombres.

                    Alabamos a nuestra Madre y Señora, a la que, con gozo y agradecimiento saludamos hoy, pues,  radiante de belleza y con blancura dominicana, nos muestra en su regazo, a su Hijo Jesús,  REDENTOR Y SALVADOR del mundo, al que, en el SANTO ROSARIO,  contemplamos en sus misterios de gozo y de luz, de dolor y de gloria, con el fin de hacer nuestros sus sentimientos de entrega y de amor, y vivir la Vida Nueva, la suya propia, la que, con su muerte y resurrección, ha ganado para todos los que nos consideramos Hijos de Dios y hermanos suyos.

                     Más, en esta fiesta entrañable, del SANTO ROSARIO DE LA VIRGEN MARÍA, la ensalzamos, como LA LLENA DE  GRACIA, que escuchó y acogió las palabras del arcángel Gabriel: EL SEÑOR ESTÁ CONTIGO;  y las de su prima Isabel: BENDITA TÚ ENTRE LAS MUJERES Y BENDITO EL FRUTO DE TU VIENTRE, y por haber cantado el MAGNÍFICAT, himno de alabanza y de acción de gracias,  en expresión de gozo y alegría al Señor, y en respuesta al saludo de Isabel:

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador,
porque ha mirado la humillación de su esclava.

                    Así, alabó María a su Dios, el Señor, por lo que acababa de realizar en Ella. Intervención  divina, que hizo de María, mujer sencilla,  pobre y humilde, “la Madre del Señor”:

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
         
                    Y, María, que mereció ser llamada Hija de Sión, sigue cantando y  ensalzando la mirada  benévola del Dios Yahveh, para con su siervo, Israel, mencionando las promesas escatológicas en torno al Mesías, que ya empezaban a hacerse realidad, con su  Maternidad Divina:                  

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

                    Pues, gracias a María, (lo interpretó así la iglesia primitiva, que elaboró este himno con citas del antiguo testamento), Dios culminó, en su Hijo Cristo Jesús, su obra consoladora y redentora a favor de su pueblo:

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
a favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

                     Y, pues, ¡son tantas las maravillas que Dios ha realizado en Ti, Virgen y Madre! en el continuo contemplar y desgranar las rosas de tu  SANTO. ROSARIO, (el que nos muestras con  amor y quisiera entregarnos Jesús); tus fieles, no cesaremos de aclamarte, con el corazón repleto de agradecimiento: SANTA MARÍA MADRE DE DIOS RUEGA POR NOSOTROS PECADORES, AHORA Y EN LA HORA DE NUESTRA MUERTE. AMÉN


                    Pues, necesitamos, Madre, que escuches nuestra plegaria: que limpies de nosotros todo mal, y nos ayudes a vivir como tu viviste,  en  pequeñez y humildad de corazón, lo que agradó tanto a Dios, que te hizo DICHOSA entre las mujeres de la tierra. Camino de  pobreza y humillación, el tuyo, Madre; también,  el de tu Hijo, Cristo Jesús, en su obra redentora y salvadora, y que nos propone para  su seguimiento, pues, sólo, así, podremos acoger la misericordia entrañable e infinita de nuestro Señor, que se complace en lo pequeño, sencillo y débil, en los limpios de corazón,   escogidos por Él, para transformar este mundo nuestro, en el REINADO de paz y de amor, de justicia y perdón, presagio de la eternidad gozosa, que viviremos contigo y con tu Hijo, Jesús, en el cielo, donde, como REINA de lo creado, luces, hermosa corona de doce estrellas.  

viernes, 3 de octubre de 2014

Domingo XXVII- A


DOMINGO  XXVII  DEL TIEMPO ORDINARIO

LA VIÑA DEL SEÑOR ES LA CASA DE ISRAEL

Por Mª Adelina Climent Cortés  O.P.

                                                  
                    Dios, que es Amor, que nos mira siempre con benevolencia y que se nos da hasta el extremo,  también quiere que, los hombres, demos los frutos buenos que proceden de nuestro interior, cuando está lleno de deseos de sincera conversión. Son frutos de fe y de amor, de verdad, de justicia y de paz; los frutos que configuran y hacen posible la realidad del Reino; los que han de perdurar hasta la vida eterna.

                    Pero, Israel, no dio los frutos que de él esperaba el Señor, apartándose de los caminos rectos y justos de Yahveh, el Dios de la Alianza, siempre  fiel y leal a sus promesas salvadoras con su pueblo elegido, como, así lo relata Isaías, en  su precioso cántico a la viña del Señor,  tan conmovedor y lleno de ternura.

                    Consciente Israel de su mala conducta, con el salmo 79, de lamentación y súplica comunitaria, pide a su Dios, Yahveh, que, aún sin merecerlo, vuelva a mirarle con simpatía y amor, como lo hizo, cuando estaba esclavo en Egipto; ya que su misericordia y fidelidad son eternas. Y, con los mismos deseos de Israel, también  hacemos nuestra, esta súplica confiada: “Que brille, Señor, tu rostro y nos salve”:

Sacaste, Señor, una vid de Egipto,
expulsaste a los gentiles, y la trasplantaste.
Extendió sus sarmientos hasta el mar
y sus brotes hasta el Gran Río.

                    Y, como viña sin amo, sin protección y  sin los cuidados, siempre tan necesarios del labrador, ha quedado el pueblo de Israel; abandonado y olvidado de las manos bondadosas de Yahveh, su Dios; como deshecho, hundido hasta el extremo y presa de la  catástrofe que ahora vive:

¿Por qué has derribado su cerca,
para que la saqueen los viandantes,
la pisoteen los jabalíes
y se la coman las alimañas?

                    Pero Israel, acude de nuevo a Yahveh para recordarle, que sigue siendo  su pueblo, su viña y propiedad, de la que nunca ha de olvidarse, pues siempre, su misericordia y fidelidad son eternas:

Dios de los ejércitos, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra plantó,
y que tu hiciste vigorosa.

                    Y, otra vez insiste Israel, a su Dios y Pastor, Yahveh, para decirle que, pues nunca puede dejarlos abandonados, acoja complacido la súplica, que, con tanto fervor y amor han de dirigirle siempre: “Despierta tu poder, Señor y ven a salvarnos”.

No nos alejaremos de ti;
danos vida, para que invoquemos tu nombre.
Señor Dios de los ejércitos, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.

                    También, para los cristianos, que seguimos siendo el pueblo de Dios, nuestro grito de urgencia ha de ser: ¡Ven, Señor Jesús!  Pues Dios, ha querido restaurarnos y hacer brillar su rostro sobre nosotros en su amado Hijo, Cristo Jesús, que es nuestra Salvación, el Pastor bueno, que ha dado su vida por nosotros y nos va conduciendo, con su paz y alegría, hasta la gloria del Padre.
  
                    Y, si Dios se lamentaba que, Israel, su pueblo, no había seguido sus caminos de justicia y rectitud. Ahora, en la plenitud de los tiempos y de la historia, ha convertido a Cristo Jesús en la Piedra Angular, sobre la que se asienta el Reino de Dios,  que, con carácter de universalidad, está abierto a todos sin excepción, superando toda barrera, de raza, lengua o nación.

                    Más, si Cristo Jesús, con su entrega y muerte de Cruz, nos restaurar y nos da su resurrección y salvación, también, en la Eucaristía, donde se nos entrega y le recibimos con amor, es para nosotros la vid verdadera, de la que nosotros somos sus sarmientos vivos,  injertados en Él, por el que podemos dar los frutos que  reclama el Reino, los de la vida eterna